martes, mayo 08, 2007

Tras los pasos de la vieja Europa (1939-2007)

Ricardo Andrade Jardí

Los hombres, de tanto andar, y por carencia de alas, no pueden llevar los pies descalzos. Cúbrenselos con la carroña de reses muertas, llamadas zapatos: hay que reconocer que preservan algo del agua y del lodo. La Cruz Roja ha enviado al campo quinientos pares de alpargatas, para que sean repartidas entre los internados; es un zapato de lona y mejor que nada. Tiénenlos en los almacenes, guardados, quién sabe en espera de qué. El viejo Eloy Pinto, de sesenta y cinco años de edad, carnicero, cojo, pidió un par de buenas botas a un guardia joven. Lo hicieron barrer y lavar el cuartel, le dijeron que volviera al día siguiente: le darían las alpargatas. Ocho días se repitió la escena. El viejo, ya cansado, se las pidió al ayudante:
-¡Ah!, ¿con que quieres alpargatas, eh? Y no quieres trabajar. Y comer, sí que comes, ¿no? Para comer no faltas a la lista, ¿no?
El viejo calló, miró sus pies envueltos en trapos, levantó, lentamente, la vista. El ayudante le escupió a la cara, y siguió:
-Supongo que tendrás la conciencia tranquila, ¿no? ¿No decís eso? Pues póntela en los pies.
Max Aub (De las alpargatas). La verdadera historia de la muerte de Francisco Franco. Editorial Seix Barral. Primera edición 1979.


La anterior anécdota es una de las muchas que pueden contarse de los campos de concentración (llamados campos de refugiados por los "demócratas franceses) a los que fueron confinados los exiliados españoles a su llegada a Francia, principalmente aquellos que pertenecieron a la República.
Y, si bien no podemos generalizar, es un buen ejemplo del porqué del voto a la derecha en Francia.
En el crudo invierno de 1939, perseguidos por la embestida fascista contra España, mi abuelo y sus hermanos miembros del Quinto Regimiento, es decir, del ejército regular de la electa República Española, se vieron obligados a cruzar vía los Pirineos la frontera con Francia, entonces gobernada por "los socialistas" y supuestos amigos de la República, desvanecidos por el cansancio de tres años de una desigual lucha contra los fascistas españoles apoyados por Hitler y Mussolini y enfermos ante lo que era evidente: la derrota de la República Española y con ella el fin a los sueños de cientos de miles de ciudadanos, que seis años atrás no podían ni siquiera imaginar que el conservadurismo burgués del mundo se alearía para reventar la voluntad popular de una nación que sólo quería conquistar la felicidad para los suyos. Mi tío y mi abuelo no sabían que el verdadero infierno apenas estaba por llegar y en aquel febrero de 1939 la guerra se convertiría en tan sólo una anécdota, casi chistosa, en comparación con el recibimiento y el trato recibido por sus iguales franceses siempre escudados en los mercenarios senegaleses. Un año forzados a trabajar en minas de sal, durmiendo a la intemperie, con el mínimo de ropa, algunos de ellos descalzos, golpeados día y noche por los gendarmes senegaleses del ejército francés, son tan sólo un ejemplo del precio que tuvieron que pagar hombres y mujeres que, por miles, eran obligados a abandonar su derrotada patria ante las purgas de exterminio fascista que impulsó el usurpador dictador Francisco Franco.
Para los militares republicanos todavía fue peor y entre ellos se encontraban mis familiares.
Mucho podríamos escribir en relación con la elección francesa del 5 de mayo, pero me bastan los recuerdos de familia para comprender porqué la Francia ha elegido el camino de la mano dura, de la paz de hierro, el camino de la renuncia a las garantías sociales, de la "moral" aun por encima de la justicia, en fin, pagar el costo de elegir a un "heredero", un aristócrata del imperio austrohúngaro, ese mismo que se sumó a las fuerzas del eje en su "guerra de la pureza".
Pero las consecuencias las pagarán los franceses cuando descubran que con su voto han renunciado a la seguridad social, a la garantía de educación, al seguro de desempleo y, poco a poco, a todas esas conquistas que son producto del Mayo Francés, ese mismo al que su nuevo presidente electo desprecia y pretende renunciar. La derecha tiene la cualidad de asumir que los sueños son peligros porque sobre todo son liberadores, de ahí que la primera bandera que se izara sobre el París liberado, al final de la Segunda Guerra Mundial, fuera precisamente la bandera más llena de sueños: la bandera de la España republicana, pues la resistencia francesa estuvo a cargo de los españoles que lograron evadir los campos de concentración nazis y franceses y que mantuvieron el absurdo sueño de que una vez liberada Francia y con ella Europa del fascismo nazi, Francia pagaría su deuda de honor y junto con los exiliados españoles lucharía por derrotar a Franco y restablecer la República, ingenuos camaradas esos españoles.

¡Libertad a los presos políticos! Ni un voto a ningún partido político el próximo 20 de mayo, incapaces, todos, incluso de capitalizar la lucha para revertir la injusticia monstruosa que evidencian los presos de conciencia.

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