Ana de Ita
La estructura agrícola en el mundo está cambiando velozmente a raíz de la fiebre por los agrocombustibles. Estados Unidos es uno de los principales actores en el mercado agrícola internacional, por el volumen de sus importaciones y exportaciones. El presidente George W. Bush, muy poco preocupado por el calentamiento global del planeta, pero mucho por la seguridad energética de Estados Unidos, estableció como meta para reducir su dependencia de las importaciones de petróleo sustituir 5 por ciento del consumo de gasolina, con 7 mil 500 millones de galones de etanol para el año 2012.
Con 5 mil 700 millones de galones el año pasado, Estados Unidos es actualmente el principal productor de etanol a base de maíz, seguido por Brasil, quien lo produce de caña de azúcar. Estados Unidos requerirá cerca de 71 millones de toneladas de maíz para cumplir su meta en 2012, cuando el año pasado consumió 53 millones de toneladas, de las 270 millones que produce anualmente. Por primera vez en décadas, los precios del maíz en el mercado internacional repuntaron velozmente en respuesta al aumento de su demanda.
Así, aunque la reducción del consumo de gasolina es insignificante (5 por ciento), la participación del etanol en el consumo de maíz es determinante (26.5), y podría ser mucho más si se ponen en operación las 150 plantas productoras de etanol planeadas. El abasto de maíz para etanol en Estados Unidos disminuirá la superficie destinada a otros cultivos como la soya, reducirá el suministro para la producción pecuaria, y competirá fuertemente con el destinado a la exportación (48 millones de toneladas).
La política agrícola mundial se ha definido con base en la existencia de excedentes agrícolas a bajos precios, de ahí las políticas de fomento a las exportaciones y la promoción de tratados de "libre comercio". Sin embargo, la producción de etanol como agrocombustible está cambiando ese escenario. En los próximos años los excedentes de maíz barato no existirán más, hasta que el desarrollo tecnológico permita utilizar otro tipo de biomasa para fabricar agrocombustibles.
México es el segundo país de destino de las exportaciones de maíz de Estados Unidos, ya que a partir del Tratado de Libre Comercio de América del Norte importa cerca de 8 millones de toneladas anuales, pues priorizó acceder a importaciones de maíz baratas, antes que fomentar la producción interna.
Hoy el aumento de los precios del maíz es una realidad, y lo son también el desmantelamiento de los aparatos de regulación estatales y la falta de voluntad del gobierno para construir nuevos, además del control trasnacional de los mercados agrícolas domésticos. La crisis de la tortilla a principios del año fue sólo una muestra del poder monopólico que detentan las corporaciones sobre los alimentos básicos.
Actualmente el gobierno ha colocado la solución a la escasez especulativa del maíz en las cosechas de Sinaloa, de donde proviene más de un cuarto de la producción nacional. Sinaloa produce maíz blanco, de riego, durante el ciclo otoño-invierno, con un paquete tecnológico intensivo en capital e insumos químicos que alcanza rendimientos promedio de 9.6 toneladas por hectárea, cuando el promedio en temporal es de 2.6.
Pero desde 2006, la fiebre del etanol llegó a Sinaloa, en donde la empresa Destilmex, subsidiaria de Zucarmex -una de las principales productoras de azúcar del país y dueña de cuatro ingenios-, inició la construcción de su primera planta de etanol en Navolato y planea la construcción de otras dos más. Ya que el decreto cañero y la propiedad social de la tierra en manos de muchos ejidatarios y pequeños productores les estorban, pues colocan el precio de la tonelada de caña mucho más alto que en Brasil, en donde el sistema de explotación es casi esclavo, la producción de etanol utilizará maíz. Para sus primeras dos plantas, Destilmex necesitará cerca de 600 mil toneladas de maíz anuales, que le rendirán 75 millones de galones destinados a la exportación a Estados Unidos. Cuenta con una relación con Cargill, que detenta 15 por ciento de las acciones de Zucarmex y que además de controlar una gran proporción del mercado de maíz en el mundo y en el país, es una de las mayores productoras de etanol en Estados Unidos. Además tiene el beneplácito de los gobiernos federal y estatal. La Secretaría de Agricultura apoyó el proyecto con una garantía de 75 millones de pesos, para la compra de las cosechas a los productores. En el programa de trabajo del gobierno de Sinaloa está la instalación de 10 plantas de etanol. Otras empresas y entidades también tienen sus proyectos.
Así la pretensión del gobierno de tener controlado el mercado del maíz resulta poco creíble. El aumento de la demanda de maíz para etanol en el mercado mexicano provocará su escasez y aumentará su vulnerabilidad, en un contexto de poca disponibilidad de importaciones y aumento de la demanda de exportaciones de maíz blanco. Los precios altos de maíz serán la constante, lo que impulsará al aumento de siembra a costa de otros cultivos, que también aumentarán sus precios. Los grupos pecuarios empresariales, beneficiarios hasta ahora de las importaciones de maíz sin arancel, han empezado a preocuparse ante el aumento de precios de su principal insumo. El precio de la tierra o el costo de rentarla aumentará, sobre todo en las regiones con buen potencial productivo, así como las presiones a los ejidatarios y pequeños propietarios para que la renten o vendan. Lo cierto es que, en el campo, el futuro ya no es lo que era.
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