Gabriela Rodríguez
México es una ventana abierta que permite ver el grado de modernización religiosa, la laicidad del Estado y la fuerza renovada del conservadurismo. Más que secularización, la modernidad religiosa demuestra que el progreso de la razón no vino a sustituir a la religión, sino a conferirle sentidos más difusos, a separarla del espacio institucional y a colocarla en la esfera privada: las nuevas generaciones están alejándose de la Iglesia y buscando a Dios.
La mayoría de los ciudadanos del siglo XXI se asumen creyentes voluntarios, librepensadores, conviviendo con minorías de agnósticos y ateos. El fenómeno más llamativo no es la conversión, pero sí la creación de nuevos estilos de vivir lo religioso: tan sólo 5 por ciento de mexicanos se ha movido del catolicismo a otros cultos cristianos, cerca de 90 por ciento de los capitalinos se declaran católicos, 3 por ciento no creyentes y 2 por ciento en otros cultos (INEGI, 2000). Una tercera parte de chilangos creyentes y ateos combinan prácticas espirituales multirreligiosas para enriquecer la conciencia con referentes variados: orientalistas, mágicas y neorracionalistas, creencias en ovnis, astrología, telepatía, energía, apariciones y ángeles, entre otras (Gutiérrez M, D., El Colegio Mexiquense, 2005).
El cambio sustantivo es la búsqueda individual de sentido y la pérdida de la observancia a las tradiciones religiosas de adscripción. Las prácticas sexuales y reproductivas son una de las más claras expresiones de ruptura entre la normatividad religiosa y las prácticas, entre la Iglesia oficial y los creyentes. No nos sorprende que quienes han interrumpido su embarazo en las últimas semanas en los hospitales del Distrito Federal se identifiquen como mujeres católicas en 81.4 por ciento de los casos y que las no creyentes representen 8 por ciento. Se recurre a la interrupción, considerada "falta grave" en la normatividad católica, y además se desobedece la regulación que exige posponer la vida sexual hasta después del matrimonio, toda vez que más de 40 por ciento son solteras.
Las instituciones del Distrito Federal han confirmado la laicidad del Estado definiendo los alcances y límites de la nueva ley que permite la interrupción del embarazo hasta las 12 semanas, enfatizando la libertad de decisión de las mujeres. Representantes de la Asamblea Legislativa del Distrito Federal explicitaron en sus argumentaciones la separación de sus creencias personales respecto de su papel como legisladores de acuerdo a los principios normados por la Constitución. El jefe de Gobierno, Marcelo Ebrard, expresó contundentemente la neutralidad del Estado frente a la diversidad de creencias de la sociedad, así como el respeto al Legislativo local. Y la Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal, como entidad autónoma y en su papel de defensora del pueblo, confirma el derecho a la libertad de pensamiento y conciencia que diera origen al marco internacional de los derechos humanos desde su institucionalización en 1948.
La religiosidad moderna y de laicidad del Gobierno de la ciudad de México se enfrentan a nuevas tendencias, claramente expresadas por el gobierno federal en las acciones por supuestos "inconstitucionales" presentadas por la PGR y la CNDH: el retorno masivo de lo religioso a la escena pública, la nueva evangelización católica de América Latina y la renovación espectacular de las Iglesias protestantes fundamentalistas en Estados Unidos.
Desde la administración pasada, el debilitamiento de la laicidad tuvo como líder principal al primer Ejecutivo federal del PAN, haciendo comparsa de lo que hoy se vive como el gobierno mesiánico de George W. Bush en Estados Unidos. El fundamentalismo estadunidense, caracterizado por utilizar el sacrificio redentor de Cristo en las campañas electorales, se combinó con campañas de odio hacia los homosexuales, y de defensa del no nacido mientras se daba muestra de fuerza militar en la invasión de Irak. No olvidemos que los representantes del Vaticano en ese país apoyaron la campaña de Bush, amenazando con negar la comunión a quienes votaran por Kerry, identificado como aliado de los derechos reproductivos, no obstante la adscripción católica del candidato demócrata.
Los retrocesos en el derecho al aborto y la promoción de la abstinencia sexual hasta el matrimonio en los programas de educación sexual del país del norte son ahora la agenda que está empujando la clase política panista con apoyo de los empresarios que impusieron al Presidente de este país. ¿Qué mejor momento para que la familia presidencial visite al Papa, y pueda seguir legitimando su poder en esa Iglesia que todavía pretende mover masas y conciencias?
Esperamos que la Suprema Corte de Justicia de la Nación, que hoy, como nunca, está mostrando su fuerza como Poder Judicial independiente, sabrá defender el derecho de las mujeres a decidir sobre su cuerpo, y colocará las garantías constitucionales por encima de la oscura fuerza de la nueva derecha.
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