Jorge Camil
En cualquier otro país se cae el gobierno. Pero aquí no pasa nada. Ahora nos vienen a refregar lo que ya sabíamos y vivimos en carne propia en la amañada elección presidencial de 2006. Hoy, sin embargo, es diferente, porque es la propia autoridad electoral quien confirma a toro pasado que Fox contaminó la elección y que los partidos políticos (y la propia autoridad) son incapaces de comprobar 30 por ciento de los gastos incurridos en medios electrónicos, donde se erogó 80 por ciento de los multimillonarios recursos de campañas.
Imagínese, 281 mil espots sin justificar, que "nadie sabe quién ordenó y quien pagó", dice, aparentemente desconcertado el ingenuo de Luis Carlos Ugalde, que después reconoció frente a La Jornada (18/5/07) que la actitud protagónica e irresponsable de Vicente Fox contaminó el proceso electoral. Sí, Fox, el ranchero socarrón que echó por la borda nuestra apertura democrática en 2000, y arruinó de nueva cuenta la elección presidencial de 2006. El burlón deslenguado que se enriqueció en el poder, tocándole las narices a un pueblo candoroso que se tragó el cuento de que era un hombre honrado porque había sacado al PRI de Los Pinos, cuando todos sabíamos que al PRI lo sacó Ernesto Zedillo, consciente de que 71 años eran muchos, especialmente después de los excesos salinistas.
¿Dónde están ahora quienes criticaron los excesos del conflicto postelectoral de 2006, o los que insisten que en los países civilizados la derrota, aunque sea por medio punto porcentual, no se cuestiona?
Las declaraciones de Ugalde fueron una lección para tirios y troyanos, porque su fiscalización de los gastos de campaña reveló que Acción Nacional se negó a mostrar los contratos firmados con las televisoras, y que pretende hacer pasar como "promocionales genéricos" los espots que beneficiaron directamente a Felipe Calderón. Y que en el caso de la Alianza por Mexico (PRI y PVEM) la constante, consistente con las malas costumbres del PRI, fue "el desorden en los manejos financieros contables", reflejados en documentos sin requisitos fiscales y transferencias financieras irregulares.
EL PRD tampoco se salva, porque según el IFE "en muchos casos no entregó las constancias que soportaban sus operaciones monetarias". ¿Por qué insistimos en llamar "partidos políticos" a estas organizaciones decadentes, que son realmente negocios multimillonarios para unos cuantos, simples monopolios de poder ahora en contubernio con las televisoras?
El círculo vicioso de nuestro remedo de democracia se ha convertido en una trampa sin salida. Sin posibilidad de candidatos independientes sólo se puede obtener una candidatura pasando por el monopolio de algún partido político, y únicamente se puede ganar la elección pagando los exorbitantes costos de los monopolios televisivos. Con ese negocio redondo ellos salen ganando, a costa de quienes financiamos en última instancia el bochornoso espectáculo de la política.
Hoy, en medio de este maremagno de corrupción e impunidad, viene Manuel Espino, el enfant terrible del PAN, a poner su granito de arena, a comprobar lo que algunos conocían, y otros simplemente sospechábamos (porque ahora las maniobras sucias se realizan a plena luz del día): ¡los gobiernos de los estados son moneda de cambio para negociar con la oposición!
Y digo que la práctica era conocida porque comenzó con Salinas, que utilizó las concertacesiones para convencer al Congreso estadunidense de que México era una floreciente democracia bipartidista, digna de suscribir un tratado de libre comercio con Estados Unidos. Neoliberalismo puro: ¡el fin justifica los medios! Y hoy Felipe Calderón, confirmando que el neoliberalismo no reconoce signos políticos, regresa el favor, utilizando al gobernador de Oaxaca, y a la flamante gobernadora de Yucatán, como monedas de cambio para asegurar la participación del PRI en las reformas que le permitan desarrollar el programa de gobierno trazado por quienes lo llevaron al poder.
Por eso no debemos abrigar falsas esperanzas de que la Suprema Corte en cuanto al escabroso tema de la Ley de Radio y Televisión. Los partidos necesitan la complicidad de las televisoras, que son los medios reconocidos por Ugalde como el campo de batalla donde se lidiarán los combates políticos del futuro. (Pan y circo: imagen, asesores extranjeros, guerra sucia y contribuciones ilegales. Todo mientras los poderes fácticos mueven los hilos del poder tras bambalinas.)
Las revelaciones de Ugalde y las nuevas concertacesiones borran las tenues diferencias que separaban a estos "ilustres" institutos políticos: el PAN gana la elección presidencial con tácticas priístas, y forjando una alianza inconfesable con ese especimen mutante de la política mexicana que es Elba Esther Gordillo, y el PRI, desprovisto de su antigua ideología nacionalista y revolucionaria, y actuando como el PAN de los años de su travesía del desierto, en su "brega de eternidad", acepta con agradecimiento el espejismo de los nuevos cotos de poder a cambio de continuar montado en la rueda de la fortuna. ¡Viva el PRIAN!
Habrá que concluir aunque duela que México está muy atrasado en todos sentidos. Es un país de salvajes en el cual los más civilizados quisiéramos que progresara y se constituyera en una nación soberana, justa y culta, pero eso no puede lograrse de la noche a la mañana. Tenemos que hablar, estudiar, analizar, hablar, estudiar, analizar, hablar..., a ver sí dándole la mano a quienes vienen detrás logramos que defiendan su dignidad y exijan vivir como seres humanos y no como borregos o como aves de rapiña.
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