Por María Teresa Jardí
Leo al abrir por Internet los diarios, que el usurpador "presentó el Fideicomiso `ProMéxicoï, con el que se pretende atraer inversiones extranjeras y promover las exportaciones del país en el mercado internacional". FeCal le cambió el nombre a Bancomext y le dio otro nombre para que las cosas sigan por el mismo camino. No se trata de que vengan empresarios honorables a invertir a nuestro país. Los empresarios honorables ya se sabe que buscan países donde la ley impera. Sólo cuando la ley es réferi las cosas marchan por buen camino.
De lo que se trata es de traer a más empresarios como el chino que ocupa la nota roja de los diarios por estos días, al lado del PAN y del propio usurpador, porque se descubrió que lo había convertido el PAN en el colchón para guardar debajo los millones de dólares sobrantes de la operación usurpación encabezada por el IFE en combinación con el TRIFE, avalada por los militares y por todos los partidos políticos que, representados por sus legisladores, se prestaron a la farsa que se llamó "toma de posesión", mientras el mundo a través de la telecracia mexicana veía el golpe de Estado que daba en México el hasta ese momento espurio candidato electo por el IFE con un fraude legalizado por el TRIFE.
El usurpador invita a que vengan a invertir en México empresarios del mundo como Ahumada o como José Córdoba o como Mouriño o como Succar Kuri o como Kamel Nacif. Empresarios unidos por la delincuencia a los que se dará la nacionalidad mexicana, podría ser el lema de esa campaña.
Si los analizamos bien veremos que todos están cortados por el mismo patrón: son tuertos en un país de ciegos y ninguno de ellos tiene cabida en su país de origen por mafioso.
En general los países que no retroceden, como ha sucedido con México, saben que para avanzar tienen que cerrar las puertas a sus propias mafias y algunos países, como España y por lo visto China, las exportan a los lugares donde saben que sus mafiosos van a ser recibidos con los brazos abiertos, es decir, a las narco repúblicas bananeras, como es hoy el México gobernado por la derecha que es la que recibe con los brazos abiertos a esos representantes de la indecencia.
De eso tratan los viajes de Aznar a reunirse con la derecha que entre FeCal y Espino encabezan en nuestro pobre país tan lejos de Dios y tan cerca del decadente imperio yanqui dispuesto, con Bush a la cabeza, a arrastrar a todos sus compinches en la caída que se anuncia ya en el horizonte del mundo posible que se empieza a construir en el Sur de nuestro continente.
No importa lo que se haga y menos aún lo que se diga si las cuestiones de fondo no se resuelven y entre esas cuestiones destacan algunas que de manera urgente tendríamos que comprender los ciudadanos.
Una es la ausencia de la construcción de la identidad mexicana. De esa identidad que hace que los hombres y mujeres se sientan orgullosos de pertenecer al pueblo al que pertenecen. Orgullosos de lo que haya que sentir orgullo. Cada pueblo tiene lo suyo. Y aunque con similitudes cada uno es irrepetible y único. Los yanquis no han podido acabar con Irak porque el pueblo iraquí se siente orgulloso de ser originario de Babilonia, valga la redundancia.
Y, el Ibérico, por ejemplo, es un pueblo orgulloso de su gallardía, de su valentía, de las bellezas del territorio que ocupa cada una de sus autonomías, de sus lenguas que conviven unidas por el castellano que todos hablan sin renunciar ni ápice a su lengua materna, de los colores y sabores resaltados por su música, su pintura y su arquitectura, de su literatura e incluso de su rey, la mayoría. Disfrutan, en general, de lo bueno que les ocurre a los famosos y de lo malo también, el morbo es el morbo. Y las cosas son así porque la calidad de vida los hace sentirse satisfechos con su vida. Y no es que allí no ocurran incluso crímenes perversos, hay españoles que golpean a sus mujeres y españolas que asesinan a sus hombres, padres maltratados por los hijos e hijos maltratados por los padres, discriminación a lo extranjero y miedo al otro, robos cotidianos y riñas a menudo incluso entre vecinos. Es la naturaleza humana con más defectos que virtudes. La diferencia en esos casos es que allá la impunidad no cobija al delincuente y aquí al delincuente lo cobija el gobierno incluso cuando no se respeta la elección que hicieron los ciudadanos a través de las urnas.
Y por eso basta con mirarle la cara a los catalanes, gallegos, vascos, asturianos, castellanos, andaluces, valencianos, murcianos, etc., para saberles orgullosos de ser quiénes son y de su destino. Mientras que aquí basta con mirar la cara de los chiapanecos, oaxaqueños, regiomontanos, yucatecos, guerrerenses, morelenses, veracruzanos, etc., para entender que somos un país triste y sin orgullo.
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