martes, julio 24, 2007

La Guelaguetza fue secuestrada para regocijo de priístas y ''señoras bien''

La APPO y el magisterio dieron muestra de civilidad y marcharon pacíficamente
''¡Sí se pudo!'', la consigna oficial
''¡Ulises Ruiz, carnicero de Antequera!'', retumbó en el zócalo

ARTURO CANO, OCTAVIO VELEZ



El gobernador de Oaxaca, durante el primer Lunes del Cerro. Foto: Blanca Hernández


Mitin de appistas y maestros Foto: José Carlo González
Oaxaca, Oax., 23 de julio. A saber si era el plan, pero Ulises Ruiz entró al auditorio de la Guelaguetza justamente cuando la banda de música de la policía del estado -¿cuál si no?- terminaba de interpretar uno de los himnos oaxaqueños: Canción mixteca. La unanimidad lo dijo todo. Los aplausos casi apagaron la música y algunos fueron más allá. De la zona que ocupaban los empleados del gobierno estatal salió el grito: ''¡Sí se pudo, sí se pudo!'' El gobernador Ruiz sonrió.

Casi a la misma hora, la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca (APPO) y el magisterio arrancaban su marcha pacífica, inclusive anticlimática, a juzgar por los cascos que generalmente portan algunos reporteros y que esta vez se quedaron guardados.

Oaxaca amaneció partida, en paz, por hoy, salvo por algunos incidentes como detenciones anticonstitucionales que ya van siendo ''normales'', y por la fiesta enmedio de un despliegue policiaco nunca antes visto.

Arriba, en el cerro del Fortín, tenía lugar la Guelaguetza ''oficial y comercial''. Los asistentes fueron acarreados de los pueblos; también hubo priístas de base que acudieron por convicción, funcionarios y empleados del gobierno estatal y los equipos de los candidatos a diputados de las muy cercanas elecciones, quienes no ocultaron para nada su labor, pues portaban camisas y propaganda de los aspirantes. ''Te pones cerca para que te vea el gobernador, ¿eh, güey?'', le decía un joven a otros, todos portadores de camisas de la candidata priísta por el distrito uno, Paola España.

Si alguien se hubiera tomado el tiempo de pararse silenciosamente en distintos puntos del auditorio, habría podido escuchar comentarios de este calibre: ''Tengan su Guelaguetza, pinches appos'', salidos de bocas de señoras muy propias que, para la ocasión, vistieron prendas bordadas por las indígenas oaxaqueñas. Reciprocidad pura, en todo caso, porque apenas arrancó la marcha el mote más suave que recibió el gobernador desde las bocinas montadas en vehículos fue ''el carnicero de Antequera''.

Pues sí, ambos bandos se insultaron. La diferencia es que los muertos y los presos, así como la mayor parte de los heridos, los han puesto la APPO y el magisterio. Asunto menor, daño colateral para aquellos que en el cerro del Fortín fortificado gritaban ''sí se pudo'' e hicieron de Ruiz el ''héroe'' de la mañana.

Toda la parte baja del auditorio la ocuparon empleados del gobierno estatal, funcionarios, invitados especiales y unos cuantos turistas despistados. La maestra de ceremonias anunció a la representante de la diosa Centéotl, pero pocos le hicieron caso a su paseíllo por el escenario, concentradas las miradas en el gobernador y su gabinete.

''Hermanos y hermanas de todas las regiones de Oaxaca, esta fiesta es toda suya'', dijo la muchacha elegida, mientras en la fila del mandatario estatal se acomodaban los sombreros y se untaban bloqueador solar. Esta es, nadie lo dude, ''la fiesta folclórica más grande de América'', como decían los encargados de conducir la ceremonia.

Barranquilla y Río deben enrojecer de envidia mientras en el túnel que conduce al auditorio de la Guelaguteza continuaba el ''cacheo'' de los asistentes. Todos debían pasar entre los policías formados en fila india, alzar los brazos, someterse a los detectores de metales y quitarse el sombrero para que se verificara que no portaban objetos que pusieran en riesgo la muy existente paz social del estado de Oaxaca, en medio de los cabellos alborotados.

La jornada comenzó de madrugada. Agentes estatales interceptaron dos autobuses cargados de sindicalistas del Consejo Nacional de Huelga de la UNAM y maestros de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE) procedentes del Distrito Federal.

Los camiones fueron detenidos en Hacienda Blanca, en San Pablo Etla. Los ocupantes fueron bajados y cacheados. A casi todos les robaron sus teléfonos celulares. Algunos que pudieron esconderlos se comunicaron con la prensa.

Los treparon de nuevo a los transportes y una larga fila de patrullas y dos camiones armaron una caravana ''de despedida'' y los pasearon por calles de Oaxaca, al parecer con rumbo al cuartel general de la Dirección de Seguridad Pública, en Santa María Coyotepec. Ya para entonces el convoy era seguido por reporteros y profesores de la sección 22 del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación, de modo que en San Agustín de las Juntas la policía cerró las calles. Un chofer que pasaba por ahí se atrevió a tocar la bocina. Los policías lo bajaron de su vehículo y lo golpearon.

El convoy regresó entonces y enfiló hacia la carretera a Puebla. Hasta allá fueron a botar a los maestros de otras secciones del SNTE, electricistas y estudiantes universitarios. Antes de echarlos, según denuncias de los afectados, les habían sembrado palos y tubos en los camiones, para acusarlos de venir a realizar actos violentos. Más tarde, en entrevistas radiofónicas, el secretario estatal de Protección Ciudadana, Sergio Segreste, diría que los policías confiscaron ''varias armas de fuego'' a los ''perniciosos'' visitantes.

La peor parte la llevaron cuatro mentores que viajaban en un automóvil particular. Antonio García Sánchez, Arnulfo Martínez Cerqueda, Gloria Ibáñez Solís y Adolfo Sierra Fernández fueron detenidos y liberados por la tarde, según la procuraduría estatal.

Fernando Lorenzo Estrada, de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación, dijo que las detenciones fueron ''ilegales y violatorias de la Constitución. Estas acciones muestran claramente el autoritarismo y el fascismo del gobierno de Ulises Ruiz''.

Por otra parte, la marcha fue encabezada por los principales dirigentes de la APPO y el magisterio. Durante todo el trayecto desde los carros de sonido se machacó insistentemente sobre la necesidad de evitar confrontaciones y mantener el orden. Grupos de marchistas se adelantaron a los contingentes para desviar el tránsito vehicular. De pronto, de un automóvil bajaron dos hombres y se llevaron a uno de los activistas de la Asamblea Popular de nombre Manuel Coronel Martínez, a la altura de una tienda departamental ubicada en el periférico.

Una mujer señaló a dos hombres como partícipes de la detención. Ambos fueron rodeados por manifestantes, quienes los zarandearon. Ellos dijeron ser militares que hacían labores de albañilería en la zona castrense. Sus identificaciones los acreditaron como soldados. Se trata de José Hernández Nicolás y Guillermo López Espinoza, pertenecientes al 98 Batallón de Infantería. Algún dirigente se paró ahí para intentar protegerlos, pero los jóvenes activistas de la APPO terminaron llevándolos a jalones y descalzos toda la marcha. Al finalizar la caminata los entregaronn a la Cruz Roja local.

Más tarde, Coronel Martínez se presentó en el mitin del zócalo y contó su periplo: ''Me levantaron dos cabrones, me aventaron boca abajo a la batea (de la camioneta) y se sentaron sobre mí; se pusieron después unas capuchas negras. No me dijeron nada, sólo me golpearon y me quitaron mi celular. Luego me fueron a tirar a un terreno de sembradura por El Tule''.

Cualquiera que haya visto imágenes de la televisión o escuchado a los funcionarios de Ulises Ruiz tendría que preguntarse, al mirar el avance de la marcha, dónde está el miedo ciudadano a los appistas. La mayor parte de los comercios estuvieron abiertos. Los impresores, los carniceros, los mecánicos y los panaderos se asomaban a ver la marcha con las puertas de sus negocios de par en par.

Lo mismo sucedió en el zócalo con los muy tradicionales restaurantes de los portales, con sus mesas en la plaza, y con los puestos ambulantes (la APPO en la plaza y los priístas en las calles aledañas). En el mitin, los líderes se congratularon de su marcha pacífica y del ''fracaso'' de la Guelaguetza oficial.

Los dirigentes ''radicales'' hablaron primero e insistieron en una mesa de diálogo con la Secretaría de Gobernación. Los moderados plantearon lo mismo. La dependencia federal les respondió poco después lo mismo de siempre: ''El problema de Oaxaca es local''.

También anunció que habrá nuevas protestas para el segundo Lunes del Cerro, la próxima semana.

Finalmente, en el cerro del Fortín, ro-deado de policías, y de su gente, el gobernador Ulises Ruiz Ortiz no perdió la sonrisa: ''Vamos a mantener las puertas abiertas para encontrar los canales de comunicación necesarios'', dijo, en un espacio que le dio la representante en la tierra de la diosa del maíz.

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