Playas contaminadas

Eduardo Ibarra Aguirre

Si usted es de los afortunados que se disponen a vacacionar en las costas mexicanas, no tengo duda que la siguiente información le será de utilidad. Más aún a los millones de paisanos que tienen a la mano una playa pública, porque buena parte ha sido convertida en virtual propiedad privada por las cadenas hoteleras trasnacionales y nativas, con la anuencia de autoridades locales y federales.

Y, de paso, usted y yo descansamos en el tercer día de las vacaciones escolares, de la saturada agenda nacional, los desencuentros entre las elites políticas con y sin partido, el creciente reclamo magisterial que tanto inquieta a Elba Esther Gordillo Morales, los serios aprietos en que los estrategas de Zhenli Ye Gong colocaron al gobierno de Felipe de Jesús Calderón Hinojosa y particularmente a Javier Lozano Alarcón, quien muy orondo aseguraba: “Si me buscan, me encuentran”. Lo encontró y lo retó el abogado Ning Ye a que lo demande en Estados Unidos, donde –asegura-- los tribunales son imparciales. Si en este delicadísimo tema todo se redujera a un problema de “legitimidad moral”, como plantea Jorge Fernández Menéndez, seguramente no sería éste el indicado para expedir los certificados correspondientes.

Pero no es de la contaminación del grupo gobernante y el Partido Acción Nacional con presuntos o reales negocios con el narcotráfico y el crimen organizado, de lo que vamos a platicar. No.

La Comisión Federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios, dependiente de la Secretaría de Salud, monitorea 275 playas ubicadas en 46 destinos turísticos de 17 estados de la República. Lo hace con base a la norma NMX-AA-120-SCF1-2006, aprobada hace un año y que además de no ser de observancia obligatoria, ninguna playa cuenta con ella.

La norma mexicana permite hasta 500 enterococos –bacterias que habitan en la flora intestinal humana y animal-- por cada 100 mililitros de agua de mar para considerar que no hay riesgo para los bañistas.

En contrapartida, los estándares internacionales, respaldados por la Organización Mundial de la Salud, establecen 100 enterococos por 100 mililitros de agua marina. Es decir: cinco veces menos que la norma mexicana y que, además, es de observancia voluntaria.

Cuídese usted y su familia de playas que como las de Sayulita, Los Ayala y La Cruz de Huanacaxtle, en Bahía de Banderas, Nayarit, tuvieron entre enero y mayo pasados 3 mil 968 enterococos, mil 67 y 545 respectivamente.

Ya sabe usted que no faltará funcionario como Roberto Mejía Pérez, secretario de Salud nayarita, que desmienta a Greenpeace. Organización que hace un año clausuró los vertederos de aguas negras, a unos metros de donde se encontraban bañistas en Playa Regatas, del puerto de Veracruz, porque descubrieron 2 mil enterococos por 100 mililitros de agua. No faltaron burócratas exhibicionistas como Gustavo Sousa y Jon Rementería que acudieron a bañarse para demostrar que la playa estaba limpia. El mal ejemplo de René Juárez Cisneros rebasó las fronteras guerrerenses.

Sólo 11 playas están en proceso de obtener la certificación mexicana que, insisto, es cinco veces menos exigente, además de voluntaria, que las normas internacionales.

Las propuestas que frente al problema de salud pública plantea la organización ambientalista internacional me parecen de sentido común: hacer obligatoria la norma NMX-AA-120-SCF1-2006, ampliar los muestreos de contaminantes, monitorear las aguas con mayor frecuencia, colocar en las playas banderas o letreros que adviertan sobre el riesgo sanitario y asignar partidas presupuestales para instalar plantas de tratamiento de aguas residuales en las localidades costeras.

Mientras usted y yo no hagamos propias las anteriores sugerencias, los gobernadores y los integrantes de los gabinetes se limitarán al penoso espectáculo de darse un chapuzón para negar lo evidente.

Acuse de recibo
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