Julio Hernández López
El defensor de Norberto Rivera en la acusación por presunta protección de pederastas es el mismo abogado, Steven Selsberg, que en Estados Unidos suele llevar los asuntos jurídicos de Carlos Slim. Selsberg es socio del despacho Mayer, Brown, Rowe y Maw LLP, con sede en Houston, y en la página de Internet de esta agrupación el carísimo jurisperito menciona como sus más notables clientes a ''Grupo Carso, Teléfonos de México, América Movil, Condumex, Grupo Sanborns, Banco Inbursa y sus afiliados'', entidades a las que ha representado ''en numerosas materias de litigio en todo Estados Unidos''.
El telefónico Selsberg es obligadamente cumplidor. Por ejemplo, ha conseguido (él, o las influencias de su poderosa cartera de clientes, o la sabia intercesión de un Espíritu Santo o una riqueza puntera en Fortune) que caiga un manto de divino silencio periodístico sobre dos partes que mañana se carearán en tierra mexicana para cumplir con un proceso judicial radicado en Estados Unidos. Resulta que la Corte de Los Angeles ha ordenado riguroso silencio ante los medios de comunicación a la parte que acusa a Rivera de proteger a un cura pederasta, de tal manera que teóricamente nadie deberá saber nada de lo que suceda mañana en la oficina del arzobispado, donde por petición del purpurado duranguense se realizará una supuestamente secretísima confrontación judicial directa de Rivera con uno de sus acusadores.
La medida, desde luego, coincide con los deseos norbertinos de que se otorgue la menor difusión posible a esta sesgada aceptación de que el escurridizo cura está sometido a un proceso jurídico infamante en una jurisdicción extranjera que una y otra vez aseguraba que no reconocería ni aceptaría. Aun cuando en un principio se habló de la posibilidad de que las deposiciones del cardenal (así se denominan técnicamente ciertas declaraciones ante jueces, sin necesaria referencia con evacuaciones del vientre) fueran hechas en la embajada de Estados Unidos en México, finalmente se decidió que se realizaran en una oficina de la casa arzobispal. Pero con un obligado voto de silencio mediático, casi en secreto medieval, sin decir una palabra a la sociedad de lo que allí suceda. Mutismo divino.
Calladito se mantenía también el todavía horas antes muy locuaz y extrovertido candidato priísta al gobierno de Baja California. Pareciera que al gran crupier tricolor le fueron a enseñar trucos de casino electoral a casa, pues el apostador exótico acabó perdiendo provisionalmente el habla en cuanto una maestra en fraudes electorales puso a girar la ruleta bajacaliforniana. El sórdido submundo gangsteril de los naipes en forma de boletas para sufragar se pobló de inmediato de rumores obviamente oscuros: que si Manuel Espino le había dado un descontón a Felipe PRImero, haciendo naufragar el pacto mafioso que había recibido en Mérida un primer adelanto de las bodas de interés fiscal PRI-PAN, y que sería cerrado en Mexicali con otro triunfo tricolor; que si Felipe les está jugando chino a los priístas dado que los sueños de gran reforma fiscal quedaron en simples trámites misceláneos que no requerirán pactos bipartidistas de sangre; que si nadie tiene ya el control de nada y que en ese vacío de poder la gran ganadora es la maestra en artes de prestidigitación electoral. De cualquier manera, se anunciaba que en cuestión de horas habrá de recuperar el habla el hombre del chaleco rojo, al que aparentemente chamaquearon en su propio terreno. Un pobre político que solamente es un político rico. Lo malo para los bajacalifornianos es que, a reserva de lo que suceda en eventuales impugnaciones judiciales, podrían tocarles seis años más de lo mismo, que es más de lo peor conocido que de lo peor por conocer: el triunfo del peorismo.
En Oaxaca, los ladrones (y asesinos) del espíritu cívico tratan de ecualizar el silencio electoral para convertirlo en presunto asentimiento colectivo a la gestión ulisista por la vía de la omisión. Si nadie protesta es porque las cosas van bien, y si la gente no va a sufragar es porque en términos generales está conforme con la manera como se manejan los asuntos públicos, dicen los cínicos propagandistas del tiranuelo Ruin. Pocos oídos se atreven a entender en su connotación musical exacta los sonidos del silencio oaxaqueño. No se trata de obras orquestales románticas o celebratorias, sino de interpretaciones individuales que forman un coro de rechazo a las formas actuales de representación política. Ni Ulises ni Murat, pero tampoco el panista Diódoro Carrasco, ni el ''lopezobradorista'' Gabino Cué ahumado: que se vayan todos, dice la sinfonía abstencionista cansada de simulaciones, corrupción y abuso. No es el silencio de los inocentes, sino el silencio de los hartazgos.
Como en las buenas familias ''decentes'', el panismo hidrocálido (nótese el esfuerzo del tecleador para no referirse al estado en términos eróticos: nada de aguas calientes, candentes o tórridas) prefiere ahorrarse palabras en público para no poner en evidencia los deslices y las deshonras íntimas. El gobernador, Luis Armando Reynoso Femat, hizo que no triunfaran en la entidad los candidatos del blanquiazul provenientes de la corriente que le ha enfrentado crudamente a lo largo de su gestión. Para ello, Míster Necaxa impulsó opciones divisorias por medio del negocio dantesco llamado Convergencia, para que finalmente ganara un priísta en el centro del Estado-capital y en otros puntos de la geografía panistamente Caliente. ¡Hagan sus apuestas, señores, que el gobernador se encargará de hacer que ganen sus cartas marcadas!
Y, mientras Felipe Calderón escucha a su invitado hablar de segundas vueltas electorales para no sufrir queriendo gobernar con cifras originales exiguas, y mientras la revista Fortune confirma a Carlos Slim como el cardenal, perdón, el empresario más rico del mundo, ¡hasta mañana, en esta columna que ve a un michoacano panista perder la oportunidad de no confrontarse a causa de desgastadas vanidades informativas (¡batallones de asalto legislativo, en posición de avanzar!)!
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