Michel Balivo
(América se mira con nuevos ojos)
Muchas veces escribo sobre la vertiginosa actividad y acelerados cambios que vivimos en la América del sur y caribeña, en Venezuela particularmente. Pero tal vez todo esto resulte difícil de imaginar para quien no la vive o no está informado, o aún viviéndola y sometido a ese alud de confusa información, no tiene como discernir y organizar apropiadamente.
Especialmente para EEUU y Europa, que han vivido un ciclo gradual de evolución de sus economías, tecnologías, culturas, en medio de dos guerras mundiales, puede resultar incomprensible que nosotros estemos viviendo el mismo ciclo en décadas, a veces en años. Con la inercia, con las resistencias de hábitos y creencias colectivas, con las dificultades que ese cambio de velocidad o ritmo implica.
Se me ocurre pues, que relatar la agenda del mandatario venezolano en dos apretadas semanas, pudiera posibilitar una aproximación a nuestro acontecer, a los hechos que se están abriendo acelerados caminos continentales. Y también de algún modo puede ayudar a comprender, cómo este despertar continental afecta los intereses hegemónicos de la última centuria, tal vez de las cinco últimas centurias, sus hábitos y creencias, sus formas de vida.
Reaccionando así desproporcionadas respuestas, que juegan a través de los medios masivos de comunicación, a confundir justamente con esos hábitos y creencias de los que nuestra América, pero también EEU y Europa, despiertan un poco confundidos, extrañados, como de todo largo sueño.
Esas dos semanas comienzan con la cumbre de Petrocaribe en el Estado Zulia, Venezuela, que con la adhesión de Guatemala, Honduras y la solicitud de Costa Rica para ser incluida, ya alcanza a 19 países miembros. Allí en consideración al acelerado aumento de los precios del petróleo se cambiaron las condiciones de pago haciéndolas aún más favorables.
Se reafirmó la idea de convertir a Petrocaribe en un escudo para los embates de los altos precios del petróleo, en gran parte especulativos e hijos del viejo orden hegemónico y corporativo. Pero además se planteó la idea de los Petroalimentos, para que toda esa masa de dólares pueda ser invertida en planificación y siembra conjunta de alimentos.
De ese modo se intenta enfrentar y neutralizar veloz y efectivamente las mayores problemáticas que azotan a nuestro planeta, la energética y la alimentaria, consecuencias directas del modelo imperante. Luego siguió la cubre del MERCOSUR en Tucumán, Argentina, donde se reúnen entre integrantes e invitados todos los países de Sudamérica. Allí se debatieron los grandes problemas abiertamente.
Incluyendo la anunciada presencia de la reactivada IV Flota en nuestros océanos y mares. La necesidad de dar una respuesta conjunta a la situación de Bolivia, si es que deseamos realmente la unidad y libertad de nuestro continente. Quien esté al tanto de estas cumbres sabe que solo unos años atrás, muy pocos se atrevían a llamar a las cosas por su nombre.
Tenía que ser el presidente Chávez, o alguna ocasional invitación al presidente Fidel Castro, para que allí se escuchara hablar con sinceridad y nombrar los verdaderos intereses en juego que impedían cualquier paso de soberanía, imprescindible para la unidad continental.
Pero fueron llegando los presidentes Evo Morales y Correa, fueron haciéndose de conocimiento público las circunstancias que debía atravesar cada país que pretendiera tomar decisiones soberanas de nacionalizar sus recursos, para desarrollar su infraestructura y distribuir dividendos equitativamente entre su pueblo.
Haciéndose así imposible no reconocer los pasos imprescindibles para seguir hablando de crecimiento, igualdad e integración sin hacer el ridículo. Consecuentes con los nuevos tiempos, el presidente de Nicaragua viajó junto con el de Venezuela a Ecuador, donde se puso la piedra fundamental para una refinería entre los gobiernos de Ecuador y Venezuela.
Esa refinería se suma a otras en Brasil, Bolivia, Cuba, permitiéndole a Ecuador procesar 300.000 barriles de crudo diarios ahorrándose tres mil millones de dólares anuales que gastaba en comprar su propio petróleo refinado en otras partes. Desde esas refinerías estratégicas partirá además, se exportará el petróleo refinado hacia el Atlántico, Pacífico y Caribe. Para ese logro hubo que prestarles taladros para la extracción de petróleo, pues no tenían ni se consiguen en ninguna parte del mundo. Venezuela tuvo que comprarlos en China y hacer un acuerdo para recibir la tecnología necesaria a producirlos en el país.
Pero los acuerdos grannacionales, entre estados soberanos en lugar de entre corporaciones trasnacionales, no se reducen a refinar y exportar petróleo, incluyen además el procesamiento del gas, la petroquímica, los plásticos, los fertilizantes, la planificación estratégica de la producción conjunta de alimentos, como se acordó en la tripartita entre Ecuador, Venezuela y Nicaragua. Tampoco se deja de lado la necesaria y creciente industrialización.
A continuación se encontraron en la frontera entre Bolivia y Brasil sus presidentes además del de Venezuela. Allí se acordó el préstamo de seiscientos millones de dólares por Brasil y Venezuela a Bolivia, para la construcción de carreteras que unan los países facilitando el flujo de productos. Me dicen que en Bolivia el 80% de las carreteras aún son de tierra.
Se planteó estudiar la posibilidad de ferrocarriles que unan esos países, camino a atravesar todo el continente como ya lo hacen en Europa por ejemplo. Venezuela acordó también un préstamo para la construcción de fábricas procesadoras de leche y maíz en Bolivia. De ese modo se neutraliza con hechos solidarios concretos de integración de y entre los países, los intentos foráneos de desestabilización para obstaculizar e impedir de ser posible la nueva dirección.
Acto seguido el presidente de Venezuela viajó a Nicaragua donde se celebraron los 39 años de la revolución sandinista, justamente en el momento que ha retomado el poder democráticamente pese a todos los intentos de impedirlo.
Allí se encontró con muchos mandatarios latinoamericanos que antes no se atrevían a celebrar los intentos libertarios de sus países hermanos. El presidente recientemente electo de Paraguay pidió perdón a nombre de su pueblo, porque en su país se había dado asilo al dictador Somoza, asegurando que eso no se volvería a repetir pues su pueblo se sumaba a la dirección libertaria de integración continental.
Allí el presidente de Honduras solicitó al de Venezuela su incorporación al Alba, que con la reciente incorporación de Dominica ya lo lleva a seis países integrantes de esta nueva modalidad en las relaciones internacionales, que apunta al intercambio justo y al equilibrio de asimetrías entre participantes, para asegurar el crecimiento conjunto de todos.
Es de resaltar que en todo este tipo de acuerdos, que no excluyen los bi y trilaterales, se incluye como parte fundamental la voluntad política y lo humano, social, el combate contra la ignorancia y la pobreza, desplazando a lugar secundario lo económico que fue la prioridad de las anteriores negociaciones. Por lo cual estamos delineando dos direcciones que luchan en el escenario mundial, como trasfondo de la multiplicidad de acontecimientos globales muchas veces difíciles de interpretar.
A ellos podemos sumarle el viaje del presidente de Brasil a Colombia y la aceptación por parte de esta de integrar el Consejo de Defensa Sudamericano, y la nada despreciable afirmación del secretario de la OEA de que Cuba debiera ser invitada a integrar esa institución.
La agenda bisemanal se completa con la visita del presidente venezolano a Rusia, Bielorrusia, Portugal y España, de la cual seguramente uds. están escuchando hacer mucho ruido a los medios de comunicación sobre los acuerdos que se van logrando. De lo que pueden deducir cuanto esto afecta a los intereses que insisten en soñar un mundo unipolar, unidireccional.
La invitación oficial a visitar España, pone particularmente de relieve cuales son los intereses que realmente movilizan las relaciones internacionales, diferenciándolas de su uso virtual y mediático para el show político que los medios de comunicación montan, para seguir influenciando la credulidad e intereses de los necesarios votantes en una democracia representativa, que aún arrastra rituales medievales.
Cuando uno observa o recibe información sobre el intenso, acelerado y conflictivo acontecer global, planetario, puede suceder lo mismo que cuando presencia una pelea callejera. Puede sentirse tomado, sugestionado por la violencia de los hechos y reducir sus opiniones y reacciones a lo visceral. O puede también tomarlo como algo totalmente normal para sus hipnóticos hábitos de vida. “Así es el mundo, así es la vida”, escucha uno por todas partes.
Sin embargo, hay momentos donde esa conflictividad, intensidad, velocidad, que desborda el ritmo de lo habitual experimentándose como conflicto, desorden o caos, es justamente la evidencia de que las cosas están cambiando. De que esos rituales y creencias que arrastramos comienzan a ser experimentados como sueños, de los que comenzamos a despertar colectivamente.
Entonces, ante el desgaste, impotencia y desmoronamiento de los hábitos y creencias que imperaron férreamente hasta ese momento, sugestionando las conciencias y pasando por ello desapercibidos, podemos apreciar que lo que superficial e ingenuamente interpretamos como que así es la vida o la gente, es en realidad un modelo cultural operando colectivamente.
Eso es exactamente lo que sucede a grandes ciclos aún no reconocidos, en cada cambio de etapa, de época, en cada coyuntura histórica como la que nos toca vivir, como las que testimonian la caída del imperio romano, griego, inglés, español, etc. Los historiadores generalmente los interpretan desde las conductas colectivas evidentes, diciendo que se relaja la moral y los principios, los hábitos de vida que organizaron, construyeron e hicieron posible esa civilización.
Pero con ello no nos dicen qué motivos produjeron esa relajación, ese conflicto íntimo que hizo que lo que hasta entonces funcionó y se demostró como centro civilizador, como efectivo y operante organizador de su entorno para bien o para mal; de repente y sin motivos externos evidentes comienza a desmoronarse como un castillo de naipes o de arena.
El mismo fenómeno de escisión acontece en el seno de toda organización temporal. Por ejemplo el cisma de la iglesia católica, también en la transición del medioevo al renacimiento. Allí surgen Lutero y Calvino que proponen la Reforma, como reinterpretación de la visión imperante de los acontecimientos relatados en la Biblia. Reforma que por cierto adopta Inglaterra y hereda EEUU.
Ahora bien, si reconocemos que a grandes ciclos toda organización temporal está sujeta a desgaste, es decir que tiene sus alcances y limitaciones implícitas, su tiempo prescripto. Si notamos que en su mismo seno, como en cualquier familia o célula, se diferencian nuevos elementos que producen un conflicto y fractura inicial, para luego tomar su propio camino.
La siguiente pregunta debería ser, ¿y quién es el maravilloso organizador de todo modelo civilizador? Para mi la respuesta es evidente, porque no conozco otra actividad organizadora que la de la conciencia humana, volcada o proyectada sobre objetos concretos, a cuya actividad llamamos arte, ciencia y tecnología, como la de un ordenador, un edificio o ciudad “inteligente”. Pero también sobre objetos o entidades intangibles, como los productos religiosos, los valores culturales, las organizaciones económicas.
Si alguien tiene dudas al respecto lo invito a hacer un paseo por la transición medioevo-renacimiento. Allí podremos enterarnos de que el modelo del mundo era una superficie chata y estática que llegaba hasta el horizonte perceptual, que además era el centro del universo que giraba en torno a él. ¿Egocéntricos y antropomórficos los muchachos medievales?
En ese entonces las estrellas rockeras preferidas del escenario eran Dios y el diablo, ellos tenían las culpas y las soluciones de todo acontecer, y la gente en sus delirios sicodélicos se peleaba y mataba para defender tales posturas. A tal punto, que las referencias mayores de su camino de vida eran entre el pecado de Adán y Eva y el apocalíptico juicio final, del cual ningún acto humano podía salvarlos.
La gente vivía entre las estructuras rígidas de una sociedad feudal, heredaban los oficios de sus padres si es que los tenían y generalmente nacían y morían en el mismo lugar sin desplazarse más que unos kilómetros. No se producía lo suficiente para intercambiar con otros sitios.
De esas circunstancias y en medio de las llamas de la inquisición, unos dicen que escapándose de aquél manicomio, otros que en pos del sueño del “Dorado”, otros más sensatos opinan que en busca de riquezas para sus reyes; partió Colón con una tripulación de presidiarios condenados a muerte hacia las Indias de Occidente.
Entonces se produjo el encuentro entre dos diferentes tiempos, religiones, culturas, economías, modelos del mundo, actividades organizadoras de la conciencia, y pasó lo que pasó. ¿Qué más podría haber pasado? Si aún hoy, quinientos años después resurgen dioses, demonios, inquisiciones y augurios del apocalíptico final.
Si aún hoy estamos a las puertas de violentos conflictos, planetarios, ecológicos y climáticos esta vez. Y todavía somos incapaces de reconocer que en la diversidad de tiempos en juego, (tiempos históricos, generacionales, civilizatorios), en la diversidad de modelos culturales se testimonia justamente la relatividad de nuestras concepciones y creencias, ninguna de las cuales abarca y contiene lo esencial a lo humano y natural, es decir, lo verdadero.
Podríamos agregar que el tema este de las libertades personales, sus alcances y limitaciones, pese a que tiene sus raíces al igual que la democracia y el derecho en las milenarias Grecia y Roma, donde por vez primera se concibió que podía informarse y educarse con “las Artes y las Letras” una personalidad para convivir civilizadamente; es sin embargo un tema moderno.
Recién con las revoluciones económica y cultural, se hizo evidente que la educación masiva de la personalidad, hasta entonces monopolizada por la iglesia católica, era imprescindible para adaptarse a un mundo crecientemente complejo y tecnificado. De aquella milenaria concepción viene el término “humanitas”, antecesor del humanismo. Así como también surgen hoy los de analfabetismo simple, funcional y tecnológico.
En conclusión, la personalidad es la contracara necesaria de la evolución de la organización social y sus instituciones, y como cualquier otra cosa la producimos en serie, como educación masiva para adaptarnos a sus exigencias y continuidad. Por tanto si algo tenemos de esencial y especial como sentimos, seguramente no se trata de la personalidad que heredamos como resultante de la acumulación y aceleración de experiencia y conocimiento histórico.
Tomando entonces el mismo modelo bosquejado, podríamos decir que cuando se agotan los alcances implícitos de cada paradigma mental, brotan o se regeneran en su mismo seno los nuevos elementos que lo han de sustituir y desplazar fuera del horizonte del escenario epocal. Del mismo modo que del vientre de las diosas surgían los nuevos dioses que desplazaban a sus padres del trono del cosmos, o como de una madre surgen las nuevas generaciones que desplazan patriarcas. Tal vez del mismo modo que del amor de las humanas con los dioses nacían semidioses y héroes, o como Jesús el Nazareno, hijo de madre virgen fecundada por obra y gracia del espíritu santo, se enfrentó al demonio de la tentación y la muerte y lo venció.
Podríamos entonces decir que cada núcleo civilizador lleva implícito su alcance, su tiempo, y que por tanto cuando ha transformado, influido y polarizado el entorno cultural, político y económico de su tiempo, cumpliendo su función, cuando ha fructificado y llega su otoño, brota desde el corazón maduro de los tiempos una nueva primavera, del mismo modo que se renueva todo el reino natural.
Entonces las imposiciones culturales caen como vendas del corazón y los ojos, las oscuras atmósferas se descargan y disipan, y desde todas partes vuelven a brotar simultánea y nuevamente frescas sensibilidades e inteligencias que lo ponen todo de cabeza.
Eso vive desde el principio mismo de los tiempos en el corazón de la humanidad, expresándose como intento humanizador del mundo y motor de toda posible historia. Ya sea como sueño, ideal religioso o profano, ya sea como ciencia, tecnología, revolución económica, cultural y sicológica.
Por eso a grandes ciclos que cada vez se aceleran más y más, desde lo intangible, desde el corazón de los tiempos, desde lo esencial de lo humano, brotan nuevos tiempos, soplan nuevos vientos. Del mismo modo que desde la oscuridad de la tierra brota una frágil flor y se abre a la tierna caricia del rocío entibiado por el sol.
Podrán decirme que esa tierna flor tiene muchas probabilidades de ser pisoteada, de sufrir mil accidentes naturales y humanos. Cierto es. Pero también es cierto que la flor es la manifestación en las formas de una matriz intangible a los sentidos, capaz de interactuar adaptándose a las cualidades de cada uno de los entornos geográficos y climáticos y hasta de transformarlos acorde a sus necesidades. ¿O no lo prueba así cada una de las variedades vegetales y animales existentes?
Esta coyuntura histórica, este creciente e inevitable conflicto puede ser entonces la oportunidad de reconocer esos modelos que operan desapercibidamente, viendo en su espejo la actividad organizadora de nuestra conciencia. Para trascender así finalmente las condiciones desapercibidas que cada entorno le impone como un teñido superficial.
Los tiempos mayores de renovación o regeneración de esos modelos ya fructificados y agostados, no tienen por qué generar conflictos entre diferentes intereses hijos de la inercia de hábitos y creencias ya superados. Porque en realidad son el nacimiento en el corazón y la conciencia de la humanidad, de un nuevo núcleo re-ligioso y civilizador.
Lo maravilloso del inédito fenómeno humano, es que esta inmensidad espacial del cosmos, esta amplitud y complejidad temporal de los núcleos civilizadores que motorizan grandes ciclos históricos, se viven, recrean y personalizan con total frescura y sencillez en cada conciencia, experimentando todas y cada una como si sucediera por primera vez.
Por eso podemos focalizar el lente mental y representar la dinámica del proceso revolucionario que vivimos, relatando la apretada agenda del mandatario venezolano. Pero también podemos ampliar el lente hasta el infinito, hasta donde la creatividad y riqueza de nuestras miradas y sensibilidades nos lo permitan, para pintar las complejas relaciones cotidianas entre seis mil millones de seres humanos, que cual sutil red viviente cubre el planeta completo. ¿No es eso libertad de elección?
Me despido con un comentario que escuché en estos días. Trataba la paradoja de que de repente los países de la desaparecida Unión Soviética parecieran preferir en gran mayoría las opciones del neoliberalismo, mientras que los de Latinoamérica que tenían simpatía por este, se van trasladando crecientemente desde el extremo personalismo hacia lo social.
A mi no me parece ni tan repentino ni tan paradójico. En estos tiempos de aceleradas e intensas vivencias los padres intentan evitar que los hijos vivan lo que ellos sufrieron, pero estos que nacen y viven en la nueva condición desean experimentar la otra que no conocieron. Incluso en un ciclo de vida personal uno se satisface y hasta se harta tras un tiempo prudencial de probar una dirección de vida, deseando experimentar otras alternativas. ¿Qué puede tener de extraño eso para un ser viviente que aprende y se hace conciente experimentando? Extraño sería que en tiempos de cambio uno siga aferrado toda una vida a la misma obsesión.
La activación de la conciencia, es la que da libertad ante los paisajes agotados que la sugestionaban volviéndola pasiva. Un pintor sabe que entre el blanco y el negro de las estáticas abstracciones ideológicas, que confunden sus representaciones mentales con la realidad misma, hay todo un arco iris cromático de combinaciones posibles. Pero por muchas combinaciones que hagas te mueves aún dentro de las opciones del mismo paradigma cultural.
El tema entonces es saber que ese paradigma es el piso, el punto de partida de un nuevo proceso de mayores y más ricas alternativas. Pero en algún momento, apoyándote en tu conciencia, has de dar un salto más allá de los opuestos complementarios. Y eso solo es posible viviendo y experimentando concientemente esas alternativas.
Una cosa es idealizar una experiencia compensatoria a la que hoy te toca sufrir, una experiencia que de ser posible, de suceder te haría feliz. Y otra muy diferente es reconocer los hábitos de tu cuerpo y las creencias de tu mente, que te mantienen encerrado en un modelo mental agotado y limitante que frustra tus intentos de cambio, recreándolo experimentalmente.
Porque las ideas son aproximaciones a la realidad estructural, simultánea, relacionante. Ideas que se van transformando y ajustando a medida que se van experimentando. Eso fue lo que hoy llamamos capitalismo, eso es lo que llamamos socialismo. Interpretaciones de una realidad que experimentamos limitante, insuficiente. Intentos de ampliarla que se van experimentando, transformando, abriendo o no camino según las experiencias que posibiliten al ser humano. Ese es el camino ineludible de todo lo viviente, que finalmente se convierte en parte integral del ser. Es imposible entonces integrar a tu cuerpo y conciencia algo que sea nocivo y atente contra su integridad. A eso le llamamos desadaptación creciente que camina hacia la muerte, y la estructura íntima de la vida toda reacciona contra ello.
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