Por Fausto Fernandez Ponte
10 noviembre 2008
ffponte@gmail.com
"Toda persona tiene derecho a la protección de la salud (…) Toda familia tiene derecho a disfrutar de vivienda digna y decorosa". Artículo 4º. Constitución Política der México.
I
Hoy hace 60 años, la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas aprobó la Declaración Universal de los Derechos Humanos, secuencialmente adoptada "de jure" y "de facto" e incluso en lo atañedero a la cultura política por muchos Estados signatarios.
Empero, en México esa Declaración Universal es letra muerta, no solamente en lo que respecta a los derechos humanos propiamente, sino a los derechos sociales; es decir, los del pueblo, componente primero y principal del Estado mexicano.
Señálese que, por supuesto, ningún personero de influencia del Estado mexicano –la excepción serían, si acaso, algunos miembros del Poder Legislativo— reconocería que la situación de los derechos humanos aquí es grave y, ergo, asaz crítica.
Dado ese contexto no sorprende que nada menos que la titular de la Comisión Estatal de Derechos Humanos de Veracruz, Nohemí Quirasco, de celebridad local como saltimbanqui del convenencierismo político, propugne que el Ejército asuma el control del país.
Y es que el Ejército, como bien sabríase, es uno de los conculcadores y violadores materiales de los derechos humanos en México, junto con el Instituto Mexicano del Seguro Social y el sistema general –federal y local-- de procuración e impartición de justicia.
La inefable y preclara señora Quirasco no está sola. Emblematiza, a no dudarlo, una cofradía de políticos duchos en el trapecismo chambista y los malabares de clase –la de la "clase política"-- convertidos en adalides de la defensoría de los derechos humanos.
Más olvidemos por un rato a ésta ejemplar servidora pública y volvamos al tema. La adhesión del poder formal al concepto y el alcance y la cultura de los derechos humanos en México es de dientes para afuera. Es en realidad cohesión en torno al poder mismo.
II
Y como aquí –en México— ese poder formal, el del Estado, es plutocrático, resulta que las instancias constitucionales para la defensoría de los derechos humanos carece de mística social. Así, las instancias son utilizadas como enseres de la simulación y el tartufismo.
Demostración palpable de ello es que en las seis décadas de vigencia de la Declaración Universal de los Derechos Humanos el Estado mexicano ha sido incapaz, por omisión o por comisión, de crear condiciones propicias una educación pública —social— de derechos humanos.
Así es, lamentablemente. No sólo son los personeros del Estado mexicano –la "clase política" y la burocracia civil y militar en todas sus jerarquías y competencias— los que no comprenden el alcance filosófico, moral, ético y práctico de los derechos humanos.
No. No sólo los políticos, burócratas, militares y policías son obtusos a esos alcances, sino también los estratos y clases sociales, incluyendo a aquellos escolarizados o, como dícese en la jerga del falso pudor jurídico, los "ya formados".
México es el país que año con año figura entre los primeros en una lista de Estados torturadores elaborada por la ONU. También ocupa primeros lugares en secuestros y en asesinatos. Somos, sin duda, campeones en otra lista de la ONU, la de la corrupción.
Más los deshonores no se circunscriben a esas listas. Somos también campeones en la represión de disidencias ideológicas y políticas organizadas. Hemos refinado con filigranería formas represivas sutiles: la desaparición física de quienes disienten.
III
Eso es increíble: mediante lo parafernálico y letrístico de la ley se le dieron ¡160 años de cárcel! a un líder de Atenco cuyo delito real fue haber resistido una agresión policiaca a sus representados. El intento de asfixia a la revista Forum cae en la misma categoría.
La conculcación institucional y violación sistémica de los derechos humanos adviértense en ciertos hechos incontrovertibles -- ocurrencias de cotidiana fehacencia-- y demostrados con amplitud: el aumento espectacular de la pobreza en México. La pobreza, aclárese, es centralmente una consecuencia, aunque no por ello deje causar secuelas y otros efectos causativos.
La pobreza es resultado de la desigualdad, la injusticia e iniquidad e incluso del ejercicio inicuo del poder, fuere éste formal o fáctico.
El número de pobres ha aumentado en sólo dos años hasta 78 millones, según fuentes confiables –las de la Universidad Nacional Autónoma de México— que para medir la pobreza utilizan paradigmas distintos de los tradicionales usados por entes estatales.
Que casi ocho de cada diez mexicanos sea pobre es una manifestación elocuentísima y en extremo lacerante del atropello, como praxis política, de los derechos humanos. Nos describe, así mismo, la indiferencia en los personeros del poder rayana en criminal.
Esa praxis política es identitaria de una élite que depreda a una mayoría empobrecida y sin conciencia de su condición, y que oprime materialmente manipulando medios de control social, y así vulnerar sus derechos individuales y sociales.
ffponter@gmail.com
Glosario:
Filigranería: de filigrana. Medios de control social: mecanismos del poder para mantener y reproducir los sistemas económicos de explotación, constituidos básicamente por los medios políticos, los de represión, los de difusión y los burocráticos.
Parafernálico: de parafernalia. Conjunto de usos habituales en determinados actos oceremonias, y de objetos que en ellos se emplean.
Plutocrático: de plutocracia. Gobierno de los ricos.
Tartufismo: de Tartufo, personaje e mima obra de teatro de Moliére. Sinónimo de hipocresía perversa
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