Bucareli
Arco triunfal
Lo que nos faltaba: un arco. No se trata de un arco. Se trata de uno de los negocios inmobiliarios más grandes en la historia de la ciudad de México desde su fundación hace siete siglos.
El viernes de la semana pasada me hicieron favor de invitarme. El lunes en la noche les hice el favor de no ir al Castillo de Chapultepec, donde el presidente Felipe Calderón, con ese toque de precipitación y urgencia al que no acabamos de acostumbrarnos, convocó a un concurso para la construcción del Arco Conmemorativo del Bicentenario de la Independencia de México.
El lugar está decidido: el cruce de avenidas Paseo de la Reforma, Circuito Interior, Ródano, Lieja, Chapultepec y Mariano Escobedo, entre la Puerta de los Leones, el hotel Four Seasons, la Torre Mayor, el parque Ariel y la Secretaría de Salud. Las fechas también son fijas: se reciben trabajos de manera anónima desde hoy hasta el 30 de marzo, se conocerá el resultado el 9 de abril, la construcción comenzará en junio y la inauguración será el 16 de septiembre de 2010. En el patio de los Chapulines brincaron de gusto los 37 arquitectos invitados. No se explicó por qué 37, ni quién o con qué criterio escogió 37, no 36, no 38, 37 exactos entre los 50 mil arquitectos (cálculo personal a ojo de buen cubero) que ejercen en México.
Tampoco se dijo quiénes integran el jurado de “artistas, arquitectos, historiadores y autoridades federales y capitalinas”. Sugiero que este jurado se integre antes de darse a conocer el nombre del triunfador. La sugerencia no es tan idiota como parece. Se han iniciado los trabajos para construir en ese crucero los tres edificios más altos de México. Uno junto a la Torre Mayor en la esquina de Reforma y Ródano. Otro en Reforma, Circuito Interior y Mariano Escobedo, toda una manzana fácil de identificar por el anuncio de una tienda de alfombras. El tercero en Reforma y Lieja, donde ya cerraron el Sanborns y otros negocios y oficinas. Sólo con esos tres nuevos se tendrá una especie de Rockefeller Center o un Columbus Circle, con las mejores vistas del Castillo en primer plano y del bosque al fondo. Los dueños de los predios, suficientemente ricos para financiar las construcciones, desean una nueva planificación de toda la zona.
No sólo se propondrán nuevas calles de superficie que multiplicarían la plusvalía de los inmuebles. El proyecto, que uno de los 37 presentará, contempla hacer un conjunto subterráneo de 10 pisos de profundidad, con superficie total aproximada de unos 100 mil metros cuadrados, a la manera de la obra del arquitecto Pei en el Louvre, que duplicó la superficie del museo y lo hizo uno de los más cómodos y visitados del mundo.
Bajo el arco, que sería la versión autóctona de la pirámide de vidrio, cabrán 100 autobuses de turistas con todo el espacio requerido en sus giros y maniobras y cajones para mil autos. Como en el Louvre, no se vería vehículo alguno en el exterior. Se solucionaría de un tajo el problema de calles como Gandhi y otras de Polanco, paralizadas por la abundancia cada día mayor de vehículos.
El conjunto tendrá, como el de París, tiendas de todos los niveles, servicios y restaurantes. Comunicará, gran centro distribuidor, con los museos Tamayo, de Antropología, Arte Moderno, Historia, Castillo, Casa del Lago, viejos y nuevos edificios y hoteles cercanos, sin necesidad de cruzar calles. Se agregará a la riqueza artística de la zona, abriéndola para el turismo nacional y extranjero, la Secretaría de Salud, testimonio singular del art decó mexicano, sede de murales de Diego Rivera y de sus únicos vitrales emplomados, todo ello poco conocido, ignorado por el público.
La inversión se recuperará mediante la venta y alquiler de los locales comerciales y lugares de estacionamiento, además de la posibilidad de instalar cines y auditorios para conferencias y convenciones. El paso de vehículos será fluido en la superficie, desde la fuente de la Diana hasta la de Polanco.
Quien presentó a Calderón la idea del arco y el lugar equivocado, tal vez ya tenía en mente esta ambiciosa y productiva solución a un problema grave en el nudo de los caminos urbanos e históricos. Un arco solitario, sin más, es idea mediocre. En los últimos 100 años, el único arco triunfal lo ordenó y construyó, modesto homenaje a sí mismo, Francisco Franco. No vayamos a terminar desenterrando mártires para un aborigen vallecito de los caídos.
En resumidas cuentas, si lo que se quiere es nada más eso, un arco, con hacerle un agujerote a la biblioteca Vasconcelos juntaríamos en una las obras emblemáticas de dos sexenios. La Arcoteca.
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