miércoles, febrero 04, 2009

Editorial. Subiendo peligrosamente la mira. .

Año 6, número 2515
Miércoles 04, febrero del año 2009


Ante la justa indignación de los militares, que verán la ejecución del General Enrique Tello Quiñones, ocurrida el día de ayer en la madrugada sobre la carretera Cancún-Mérida, donde al parecer lo interceptaron y fue encontrado con el tiro de gracia, junto con un teniente del Ejército y el jefe de escoltas de Gobernador Gregorio Sánchez, como una afrenta que tendrá que ser lavada, a pesar de que el polémico General ya no estaba en el activo de las Fuerzas Armadas.

La sociedad, con semejante hecho, también obtiene la lectura de que hasta los militares de alto rango están involucrados (a querer o no) con las mafias que trasiegan las drogas.

Enfatizando que la expresión de “a querer o no”, es porque las amenazas ya están llegando hasta los altos mandos militares, que de no obedecer a los narcos, corren el riesgo de ver involucradas a sus familias.

Y también por las venganzas, al haber participado en operativos que les hicieron mucho daño a los narcotraficantes; como en el que participó el General Tello en la colonia Buenos Aires de la Ciudad de México, lo que le valió estar encarcelado durante un año bajo cargos de tortura.

Solo que semejante acción tan osada también indica que el radio de acción del crimen organizado se ha extendido ya por todo el territorio nacional de manera imparable; y a pesar de los operativos que han resultado todo un fracaso, pues donde han sido enviados, ni la delincuencia ha disminuido, ni las drogas han dejado de circular.

Por otro lado, también con el pretexto de combatir a la delincuencia organizada, las declaraciones de que el 62 % de las policías municipales, estatales y federales están en la nómina de los narcos, ha hecho que se desconfíe de todos los uniformados con los que la población se cruza.

Toda vez que se han convertido una auténtica amenaza para los ciudadanos, sometidos actualmente a un estado policiaco en el que han vuelto a aparecer la prepotencia y la bestialidad, propias de las nefastas “hermandades” con las que se protegen los unos a los otros.

Cabiendo una vez más reflexionar en si no es ya suficiente con lo que está sucediendo; ¿cuando si se despenalizara el uso de las drogas se terminaría con tanto derramamiento de sangre e inseguridad?

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