jueves, marzo 26, 2009
¡Destruya ya, muera mañana!
Michel Balivo
(Tiendas, indios y la Venezuela azul)
En un artículo anterior escribí que estábamos de nuevo en el sin ley, lejano y salvaje oeste de duelos de pistoleros donde cada cual se las arreglaba como podía, aunque ahora se trate de que las legislaciones protejan los paraísos fiscales y los especuladores que vacían descaradamente los ahorros de las mayorías y además reciben ayuda del gobierno, es decir de los mismos fondos de los contribuyentes estafados.
Mientras que la gente de a pie es dejada totalmente desamparada y a su merced. Pero ahora me encuentro en las noticias que también están volviendo los indios y sus carpas o tiendas. El oeste está retornando completo. Nada menos que en los parques y plazas de Sacramento, California, uno de los estados emblemáticos del estilo neoliberal moderno de vida.
Indigentes, (¿derivará de indígenas la palabrita?), y desempleados están acampando con tiendas y todo, porque han perdido sus casas y no tienen donde vivir. Sin servicios de agua, luz o gas, sin baños ni cloacas. Por lo cual las autoridades sanitarias previenen ya posibles plagas y enfermedades y proponen establecer esos servicios. ¡Qué tal! ¿No es maravilloso?
Ahora Hollywood no tendrá que invertir millones de dólares sin respaldo en extras, y podremos ver muchas más superproducciones. Mientras tanto, en Venezuela hemos elegido caminos mucho más esforzados y engorrosos, ajenos a esta liviana atmósfera de la modernidad, la inmediatez, la impunidad por lo que hagas ya se trate de consecuencias en el reino natural o humano.
En otras palabras somos retrógrados, queremos volver a un pasado que se ha demostrado inviable, somos trogloditas, “Trucutrus”. Así el gobierno invierte en carreteras, represas para electricidad, canalización para riego, maquinaria, tecnología, semilla, capacitación, préstamos a bajísimos intereses con años muertos y 20 años para pagar.
Produce o genera electricidad, agua, gas, combustible y abonos a muy bajos precios. Esto ha incidido positivamente en la producción agraria y pecuaria, los campos abandonados comienzan a ser nuevamente cultivados y culturizados, porque hasta hoy no conocían los avances de las tecnologías. Ya nos autoabastecemos en varios rubros y ganamos terreno en otros.
Así que cuando los campesinos sacan hasta la carretera todo lo producido a bajos costos con su esfuerzo y la ayuda del gobierno, felices los esperan los camiones de los intermediarios para comprárselos nuevamente a precios irrisorios y multiplicar sus ganancias al revenderlos, contrabandearlos, acapararlos, especular.
Y por supuesto sus medios de comunicación informan imparcialmente a los usuarios, que es el gobierno el que tiene la culpa del desabastecimiento y la inflación. Los terratenientes con toda razón gritan histéricamente contra la reforma agraria que expropia y distribuye tierra a los campesinos. Las corporaciones lo acusan de inconstitucionalidad al intervenir sus procesadoras de alimentos para asegurar la dieta básica de las mayorías.
Los contrabandistas, delincuentes, los traficantes de droga, órganos y esclavos, a quienes gobernaciones anteriores entregaron carreteras, puertos y aeropuertos para administrar, (también construidos por el gobierno), van a acudir a la OEA y la ONU para dar testimonio de que se están violando flagrantemente sus derechos humanos, son minorías groseramente discriminadas.
Estamos atentando contra la sacrosanta libre empresa y mercado, contra la divina propiedad privada, contra el todopoderoso privilegio de que cada cual, siempre y cuando tenga dinero y poder, o al menos un apellido que le de cierta clase y estilo, haga con el ecosistema, el ambiente y la gente, lo que le venga en gana. Violamos el libre albedrío. ¡Vaya osadía!
Y todo para darle de comer a unos menesterosos pata en el suelo, sin ninguna distinción ni “look de moda” que nada agradecerán, porque creen que son dueños y merecedores de todo sin haber hecho jamás ningún esfuerzo, como no haya sido el de hacerlos ricos a ellos.
Ahora el gobierno central o nacional, ha decidido recuperar la administración y mantenimiento de esas carreteras, puertos y aeropuertos totalmente deteriorados. Y por supuesto los gobernadores que reciben su tajada de ese pastel se sienten molestos. Porque eso siempre se ha considerado parte de la “cartera” y era el objetivo de la descentralización.
En otras palabras, ¿qué sentido tiene toda una esforzada trayectoria política, si cuando finalmente te ganas democráticamente un puestito no puedes meter la mano en la cartera y resolverte de por vida? No se trata de que sean gobernadores de oposición y se quejen de todo lo que haga el tiránico y totalitario gobierno central, no,
Es solo que todos tenemos nuestro corazoncito y nuestras justas aspiraciones humanas. Y si cuando luego de la esforzada carrera, cuando estás llegando a la meta y crees que lo has logrado, te alejan la señal de llegada por varios kilómetros, ¿cómo esperan que uno se sienta? Por otra parte, cuando el presupuesto es limitado y no te permite hacer todo lo que deseas con tanto afán por tu pueblo, ¿no es hasta heroico que entregues la administración de las obras y servicios públicos al mejor postor, para hacer que esos dividendos se conviertan en circulante y lleguen por goteo hasta a las más alejadas aldeas y caseríos?
Que los que puedan hacer mejores ofertas sean los narcotraficantes para lavar su dinero, es un detalle secundario cuando se sopesa con el noble principio que los guía. Además ni siquiera lo sabías, fuiste vilmente engañado como todos. O tal vez fueron deslumbrados por el sonido de las tintineantes monedas deslizadas subrepticiamente en sus bolsillos. Un pecadillo menor.
A fin de cuentas, ¿somos humanos no? ¿Y a quien no le gusta recibir dinerillo rápido y fácil? Vivimos en una época donde hemos superado las estúpidas, arbitrarias y discriminatorias limitaciones que nos imponía la naturaleza, (¿o es que acaso nos consultó democráticamente si deseábamos sufrir hambre y sed y trabajar para satisfacerlas?). Ahora nuestros héroes son los Madoff y Stanford, que nos han mostrado el camino para vivir sin esfuerzo especulando con papeles e hipotecas sin respaldo, comprando en cualquier supermercado lo necesario.
¿No resulta retrógrado y obsoleto querer volver al campo a producir alimentos, expropiando y estropeando además para ello las magníficas haciendas de miles de hectáreas improductivas? ¿Qué importa que mientras declamamos acuerdos para combatir el narcotráfico este nos infiltre crecientemente y se convierta en paraestado? ¿Qué importa que cualquier día de estos nuestros hijos tengan que prostituirse y drogarse para poder comer? ¿Qué importa que irreflexivamente se destruya al ambiente y al ser humano para ganar más dólares?
Lo único relevante es aliviar el esfuerzo aquí y ahora, aunque miles de millones de seres humanos, sin perder el tiempo en mencionar el agotamiento creciente de todas las especies de los demás reinos, estén enfermando y muriendo por contaminación e inanición.
En esta atmósfera de liviandad moderna, que ya supera la densa y molesta gravedad a que están sujetos nuestros cuerpos, cada vez más cercanos a ingrávidos paraísos, ¿no es acaso retrógrado el gobierno Venezolano y otros cuantos que apuntalan la misma dirección de esfuerzo, contra la cual ha luchado la especie humana durante todo su historia?
¿Cómo es que se atreven a querer naturalizarnos, zoologizarnos otra vez? ¿Cómo osan poner irritantes despertadores que nos sobresalten en medio de nuestro hermoso sueño? Imagínense no más. En el último Aló Presidente festejaban con la anuencia y complacencia de la FAO, el ser el primer país que eliminaba la pesca de arrastre. ¿Y ahora qué? ¿Otra vez a pescar?
Comentaban que junto con el gobierno de Noruega, están experimentando jaulas marinas en las que cultivan peces con una producción de 80.000 kilos anuales, mientras un pescador artesanal solo recoge 25.000 al año. Decían que así, intermediando inteligentemente con la naturaleza se aliviaba al hombre, al mar y sus especies en vías de extinsión. ¿De qué inteligencia nos hablan, cuando hasta ahora todo lo que teníamos que pensar y hacer era ir al supermercado por pescados?
Ahora ya no están conformes con llamarle Venezuela bolivariana, agregarle estrellas a las banderas y cambiar la dirección de los caballos en los escudos, se inventaron una “Venezuela Azul”. Dicen que dos tercios de la superficie planetaria son aguas, más del 50% de sus especies están diezmadas, y 99% de nuestros alimentos los obtenemos de una tierra agotada. En otras palabras, ¡ahora a trabajar en el mar, el doble de superficie y de esfuerzo! ¡No mejora nada el enfermo!
Casi al mismo tiempo una fundación alemana sin fines de lucro, que hiede a pescado descompuesto y comunismo le da un premio a Chávez porque supuestamente democratizó la música. Ese premio se llama nada menos que Planeta Azul. Díganme uds. si no es demasiada casualidad. Es que repartiendo petrodólares todo es posible.
¡Y para colmo se dan el lujo de hablar del nuevo hombre y la nueva tierra! Se apropian de Jesús bajándolo del Cielo y convirtiéndolo en un barbudo revolucionario. Cuando lo que han hecho es dividir al país en dos. Los dueños de todo y todos, sus medios de producción y comunicación, gracias a los cuales podemos trabajar, comer y enterarnos de sus marramucias.
Y las grandes mayorías engañadas y puestas en contra de sus benefactores, como hicieron hace doscientos años con Bolívar que terminó solo, expatriado, abandonado, enfermo. Y el resultado son estos diez años de creciente conflicto, en lugar del tranquilo país en el que vivíamos como hermanos sin importar clases, razas ni religiones.
¿Qué motivación o sentido tiene ahora cualquier iniciativa y esfuerzo, si todo te lo quitan para dárselo a los ignorantes e improductivos que tendrán lo mismo que tú? ¿Cuándo y cómo entonces terminará o se mitigará al menos nuestro esfuerzo y sufrimiento?
¿O es que ahora todo pasará a manos de un ineficiente y torpe Estado y nos impondrán un nuevo mito y culto, por el cual tendremos que aspirar a “su realización” en lugar de la nuestra y adorarlo en lugar de los dioses? Y para peor, parece que aún con la desinteresada ayuda de nuestros amigos usamericanos, esta irracionalidad no solo no termina sino que crece y crece.
Acaba de ganar otro candidato en el Salvador que aparenta, (Dios quiera me equivoque), seguir esos mismos locos caminos, financiado por Chávez que será quien gobierne también allá. ¡Si hasta la Corte Electoral del Salvador decía públicamente que Chávez era el tercer candidato! La locura nos está rodeando crecientemente sin que nada podamos hacer. Tal vez como los dioses indígenas en la época del salvaje oeste, nuestros dioses se han vuelto ciegos y sordos también, dejándonos desamparados y por nuestra cuenta.
Tendremos que echar mano al alcohol, las drogas, la pornografía, el nihilismo, el epicureismo, el estoicismo, los palos de fuego, para aliviar este insoportable estrés, asesinando y suicidándonos, ya que somos impotentes víctimas de este manicomio que se lleva por delante hasta a los más poderosos.
No mi hermano, la historia no se terminó, se volvió loca. Está de remate. Y nosotros somos sus prisioneros. Justo cuando teníamos al alcance de las manos la eternidad. ¿Por qué a nosotros? ¿Qué pecado hemos cometido? ¿Cómo es que de repente sucedió, irrumpió todo esto? Si vivíamos tan pacíficamente como los primeros grupos humanos y todo parecía ir de maravilla. ¿De dónde salió esta pesadilla que como una oscura atmósfera de tormenta nos rodea, persigue y penetra como la misma respiración al aire? ¡Pellízcame, dame una bofetada, lastímame por favor!, a ver si la intensidad del dolor supera el sopor de este mal sueño y me despierta.
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Así más o menos corren los acelerados tiempos presentes en la confundida y divagante conciencia colectiva. Los argumentos dramáticos van cambiando como los vestidos de cada época, pero el guión esencial es siempre el mismo. En algún momento, de algún modo la conciencia humana despertó de su niñez sintiéndose atrapada en un cuerpo, en un mundo natural. “Como semidioses caídos de su patria original con un planeta por prisión”.
Desde entonces la vida se ha ido convirtiendo progresivamente en un peso, del que cada intento de alivio nos atrapa en nuevas, más amplias, engorrosas y pesadas redes de opresión. Esa arcaica pero siempre nueva sensación de esfuerzo, alienación, soledad, encerramiento, es la que estimula toda nuestra historia, sueños y luchas liberadoras contra todo tipo de opresión.
Todo pensamiento, por abstracto o elevado que sea ha de tener su correlato sensual, intracorporal, porque de otro modo las respuestas al mundo no tendrían la menor coherencia ni aliviarían los sistemas de tensión, el dolor que el hambre genera de no ser satisfecha por ejemplo. A medida que las respuestas se acumulan, se hacen más complejas, y se van organizando superestructuras intelectuales, teologías, filosofías, ideologías.
Estas visiones que dan dirección al humano accionar en y hacia el mundo, operan como nuevas resistencias a la expresión de la vitalidad, como mayor peso que exige más esfuerzo, que genera mayor cansancio. Esto es así, porque en una organización mental que posibilita la libertad de elegir, necesariamente opera la duda, desorientación, incertidumbre.
La vida, las actividades humanas oscilan entre las polaridades de este pensamiento ingenuo que intenta encontrar direcciones válidas, de alivio a su creciente tensión, en medio de la desorientación y confusión, pero que en la mayoría de los casos no logra sino traducir desapercibidamente a imágenes del paisaje, sus propios estados de ánimo y sensualidad exacerbada.
En un extremo tenemos al dogmatismo, correlato de la parálisis del pensamiento y la actividad, que se expresa como que Dios, un ser externo creó al mundo completo y para siempre. Por tanto hay o ha de haber una autoridad y leyes estrictas que obedecer, de no hacerlo sobrevienen los castigos, el dolor, el sufrimiento, la angustia mental, lo inesperado, la interrupción de los hábitos y creencias, de la “normalidad”.
En el otro extremo tenemos al anarquismo, expresión ingenua del deseo de liberarnos de esos estados de temor, depresión, ensimismamiento, separación, esfuerzo; intentos de dinamizar esa inercia resistente a la movilidad vital de la intimidad. Y en los hechos todo esto se expresa y puede estudiarse en las religiones, en las ideologías, en las organizaciones sociales, en los sentidos o direcciones temporales de vida. En el sueño y los ensueños diurnos.
Y por supuesto puede comprobarse como trasfondo operante y desapercibido, de las confrontaciones entre diferentes visiones de como podemos liberarnos de esas opresiones, esfuerzos, y los mundos que conciben o sueñan. Ya sea que hablemos de guerras entre pueblos o naciones, como de luchas entre clases, géneros, generaciones, razas, religiones.
En última instancia ambos extremos del pensamiento solo son ideales irrealizables, porque conciben y tratan de operar sobre una imagen externa y estática del mundo. No hemos logrado aún reconocer que todas esas visiones o modelos directrices de nuestro accionar colectivo, son traducciones intelectuales de nuestra sensaciones, íntimas, vegetativas, corporales.
En otras palabras, manejamos toda la información como proveniente de sentidos externos, sin comprender que tienen su correlato íntimo, sentido, visceral y sensual, es decir su información de sentidos internos también. En consecuencia intentamos cambiar nuestras sensaciones de esfuerzo, cansancio, soledad, temor, escepticismo, nuestros crecientes sistemas de tensiones manipulando intermediadamente al mundo.
Un ejemplo de ello es la resultante acumulativa de explotación de crecientes grupos humanos, que no es sino una transferencia de las sensaciones de esfuerzo, de estrés creciente del que deseamos desembarazarnos. De ese modo concebimos complejos modos de organizar las actividades sociales y ponerles precios a su productos para poder controlar los flujos de dinero.
Obviamente el sistema de tensiones íntimas no se procesa ni termina de ese modo, solo se reproduce como continuas y crecientes luchas o dialéctica histórica, como incertidumbre sin fin a futuro. Y si alguna duda podemos tener, basta con observar como esa violencia nos estalla ahora en la cara, pero también dentro de nuestros cuerpos como somatización en su clímax.
Es que no solo tú o un grupo, desean liberarse de la opresión y esfuerzo que les imponen sus cuerpos y sociedades. Ese anhelo vive, palpita en todo ser humano. Por lo cual la formación de bandos sociales y su confrontación creciente es inevitable a medida que aumenta la opresión y el sufrimiento, los sistemas de tensión, la violencia interna. El desmoronamiento del modelo, la desorganización social y la desintegración orgánica son entonces su correlato inevitable
Solo cuando reconozcamos que la violencia que sentimos, vemos y sufrimos en el mundo, es el correlato intelectual y conductual de la que sentimos en la intimidad, comenzaremos a rechazar todo tipo de violencia visceralmente, corporalmente. Porque comprenderemos que la reproducimos, la contagiamos en nuestras visiones y conductas.
Entonces finalmente dejaremos de buscar autoridades y responsables externos, castigadores y premiadores. Estaremos ya en capacidad de comenzar a intentar organizar visiones del mundo y sociedades más justas, pacíficas, solidarias. La oscura y tormentosa noche de la atmósfera que respiramos ahora, comenzará a descargarse y amanecerán días más calmos, relajados.
Si alguien me dice que ese proceso será sumamente conflictivo y que la humanidad y el planeta completo puede perecer en el intento. Le recordaré que todo pensamiento, visión y conducta, tiene su correlato sentido y sensual. Es en la traducción ingenua de esas sensaciones internas a imagen que dispara y direcciona conductas, que se produce y multiplica el error o el acierto.
Por lo tanto es en la actividad despierta e intensificada de la conciencia, que esta puede apercibir su actividad, sus operaciones, puede hacerse conciente de sí y ganar el manejo de su energía, de sus imágenes. Por tanto el conflicto, el elevado nivel de tensiones puede convertirse en el combustible apropiado para una visión del mundo que impulse con fe las nuevas conductas solidarias.
Las visiones esenciales de estas dos direcciones, la del error y la del acierto, son sencillas. ¿Adónde puede conducir una dirección de vida evasiva de nuestra violencia íntima, donde lo único que importa es acumular dinero como si nos comprara el pasaje al paraíso y sin importar los medios para conseguirlo? La respuesta la tienes enfrente de ti, está sucediendo.
¿Donde alternativamente puede conducirnos una visión de solidaridad donde todos compartamos generosamente nuestros dones o habilidades y sus frutos, donde todos nos ocupemos de todos, y por tanto no haya temor al futuro desamparo ni necesidad de ponerle precio a cada cosa, salvo para facilitar los intercambios?
Simplemente experimenta lo que cada dirección de la imaginación desencadena en tu intimidad y decide cual es la libre elección más apropiada para ti. Pero no la dejes a nivel de ideas y palabras, ni siquiera a nivel de voto por opciones políticas dadas. Practícala en tu accionar cotidiano, descubre las resistencias que ello moviliza y aprende a superarlas renunciando a opciones violentas, impositivas.
La vida es aquí ahora en dinámica relación, acción tras acción, elección tras elección. No hay personas ni mundos estáticos, hechos para siempre, iguales a sí mismos eternamente. Sino consecuencias conductuales o reacciones a cada una de tus acciones, gracias a las cuales, si te mantienes atento y sensible, puedes reconocer errores y corregirlos, así como aciertos y entonces afirmarlos. Así es como abres o cierras caminos a tus intenciones y acciones.
Un pequeño detalle como epílogo para los que aún ensoñamos mundos salvajes, sin ley. Las leyes del ecosistema universal no son resultantes de la experiencia y conocimiento humano, sino la condición de su existencia. Por lo cual el único modo de que esas leyes dejaran de limitarnos, sería que las interiorizáramos haciéndolas concientes,
En otras palabras que fuésemos en pensamiento y conducta esas leyes. Si existiera la posibilidad de anularlas sin interiorizarlas, no sobrevendría un mundo liberal, sino el caos y la desintegración. La libertad es como un colibrí, como un pez que nada río arriba. La conciencia ha de aletear a suficiente velocidad o intensidad , para permanecer en una dirección o lugar.
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