Julio Pimentel Ramírez
Sin que esto signifique solazarse en el dolor cabe subrayar que ni el más pesimista de los “catastrofistas” podría haber acertado con tanta precisión en el pronóstico sobre el fracaso total de la administración ilegitima de Felipe Calderón a treinta meses de acceder fraudulentamente a Los Pinos: una crisis económica que se encuentra en una alarmante recesión que se traduce en la destrucción de miles de millones de dólares de riqueza social y en el incremento del desempleo y la pobreza.
Otra realidad que desnuda el desastre de la estrategia del segundo gobierno federal panista es la de la seguridad pública, ámbito en el que, después del paréntesis que abrió la epidemia de influenza humana y su erróneo y manipulado manejo, retornan tanto la cuota diaria de sangrientas ejecuciones como significativas detenciones y espectaculares operativos del narcotráfico, que se explican por el entramado de complicidades y corrupción que involucra a funcionarios y policías estatales y federales.
De manera breve cabe observar que la Procuraduría General de la República pretende deslindarse de toda responsabilidad en la fuga de 53 delincuentes de la cárcel de Cieneguillas, Zacatecas (que, al estilo de la liberación del Chapo Guzmán, salieron por la puerta principal sin disparar un tiro), subrayando con pueril afán que los logotipos de las camionetas y uniformes de AFIs que portaban los integrantes del comando de narcotraficantes eran falsos.
Retornando al tema principal que nos ocupa en esta ocasión, el de la crisis económica que en estos días nos ha traído información que confirma las predicciones de quienes, como Andrés Manuel López Obrador, advertían que ante la debacle de la economía estadounidense el calderonismo no estaba actuando de manera pronta y oportuna, actitud con la que contribuiría a que los efectos de este “contagio” fuesen aún más nocivos.
Conocemos ahora oficialmente lo que la mayoría de los mexicanos, sobre todos quienes sobreviven de su trabajo, padecemos y sentimos directamente: tenemos ya 15 meses en recesión y en los primeros tres meses de este año el Producto Interno Bruto (PIB) cayó 8.2 puntos porcentuales, casi el mismo nivel del segundo trimestre de 1995.
El desplome del PIB ha sido resultado de la caída en la demanda de exportaciones y de una severa contracción en el mercado interno. Todo esto antes de los efectos negativos de la epidemia de influenza humana AH1N1 que afectaron a la economía en su conjunto y en especial a las actividades vinculadas al turismo, por lo que la economía mexicana aún no toca fondo.
Sin eludir que la crisis es global, es claro que las políticas neoliberales han colocado en una posición frágil a PEMEX, empresa de importancia estratégica en el presupuesto público. Así vemos que en un ámbito de parálisis de la economía mundial, que provocó el derrumbe de las exportaciones petroleras mexicanas durante los primeros cuatro meses del año, el país se vio afectado por un desplome de 60.4 por ciento en los ingresos generados por las ventas de crudo, al dejar de recibir 9 mil millones de dólares menos que en el mismo periodo del 2008.
De acuerdo con los indicadores petroleros dados a conocer por la paraestatal, en el primer cuatrimestre de 2009 se registraron los peores resultados en décadas de su intercambio comercial con el exterior.
Tratando de entender qué nos dice este frío indicador que mide el valor monetario de bienes y servicios finales producidos por la economía en un periodo determinado, anotemos que eso significa que se provocó una destrucción de riqueza en el país del orden de 716 mil 612 millones de pesos, unos 55 mil millones de dólares.
Otra de las formas de medir la situación económica de una nación es el de hacer referencia al PIB por habitante, es decir dividir el monto global por el número de individuos que viven en un país determinado. En nuestro caso es obvio que el pastel a repartir se redujo en el enorme monto mencionado al tiempo que la población sigue a la alta (en estos últimos 12 meses, según el Consejo Nacional de Población, el número neto de mexicanos aumentó en un millón 413 mil 104, si se toma en cuenta la diferencia entre las personas que nacieron y murieron en el periodo), por lo que la parte alícuota se hizo más pequeña.
Esta operación aritmética formal no se corresponde a la realidad porque todos sabemos que la mexicana es una de las sociedades en las que la distribución de la riqueza es más inequitativa: un puñado se queda con la mayor parte del pastel mientras a decenas de millones apenas les corresponde una mínima porción, mientras otros muchos ni siquiera son invitados al banquete.
Las dimensiones de la catástrofe son significativas, tal como queda de manifiesto con datos que señalan que entre junio de 2008 y marzo de 2009 el número de personas desocupadas aumentó en un millón, con lo que no es novedad destacar el fracaso del autollamado “Presidente del empleo”, quien debido a la carencia de un proyecto de desarrollo y de un auténtico programa de reactivación económica es en realidad el “destructor del empleo”.
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