Barómetro Internacional
Por Jordi Santiago Flores Martínez*
Lo ocurrido en Honduras nos deja una reflexión: por un lado, que la derecha reaccionaria está constantemente buscando trajes a su medida para perpetuarse en el poder, y por el otro, que el imperio norteamericano en decadencia, vive una de sus mutaciones más abominables, manifestándose ya no más como el presidente (aparato de Estado) mal hablado y ofensivo pregonando la titularidad del mundo a nombre de los Estados Unidos – Bush – sino el presidente (aparato de Estado), académico, simpático y gentil, cuyo discurso descansa en la no intromisión en los asuntos de otros países bajo el marco de una especie de silencio cómplice o pronunciamiento tácito – Obama – vamos a abordar entonces las anteriores afirmaciones.
En el caso de la derecha reaccionaria hondureña, ésta ha venido tejiendo su traje desde hace ya bastante tiempo, en primer lugar se encuentra un sector empresarial que domina política y económicamente al país, con una influencia determinante en el parlamento hondureño y en las instituciones económicas del poder ejecutivo.
En segundo lugar, vemos un parlamento fuertemente ligado a la derecha, el cual ostenta atribuciones constitucionales que le da un gran poder en la toma de decisiones de alto gobierno. Recordemos que esta constitución fue aprobada en el año de 1982 y contiene los llamados artículos pétreos – escritos sobre piedra – los cuales no pueden ser sujetos a modificación bajo ningún caso. Pero lo más importante que debemos resaltar, es que en la preparación y finalmente en la aprobación de la norma suprema hondureña, estuvo la mirada, y, por supuesto, la mano de los Estados Unidos representados por el entonces embajador John Negroponte quien veló por el fortalecimiento de esta clase empresarial en el poder legislativo.
Finalmente, encontramos un sector militar hondureño golpista representado por militares de alto rango formados en la Escuela de las Américas, espacio por excelencia para preparar milicias que posteriormente llevarían a cabo golpes militares para derrocar a gobiernos progresistas y nacionalistas como fueron los casos de: Jacobo Arbenz en Guatemala (1954), Noriega en panamá (1989), Aristide en Haití (2004), de igual manera; la invasión de Bahía de Cochinos en Cuba (1960) y la lucha contra las fuerzas sandinistas nicaragüenses en los 80´s. Todas estas misiones fueron orquestadas por la casa blanca y ejecutadas desde la base de operaciones militares que poseen los Estados Unidos en suelo hondureño.
Vemos entonces como Honduras ha sido un enclave militar importantísimo para los intereses norteamericanos. No podemos olvidar que la Casa Blanca mantiene su firme disposición de consolidar el plan Puebla-Panamá. Este fungiría como un corredor comercial – político, militar, subversivo – desde Norteamérica hasta Centroamérica, situación que dejaría a los EEUU a un paso para operar en la región suramericana. Entonces nos preguntamos: ¿es cierto que los Estados Unidos no tienen interés en que Zelaya sea reemplazado por un presidente lacayo?
Parece irónico entonces, que hasta los momentos, continua la ayuda económica que mantienen los Estados Unidos hacia Honduras. Además de eso, el embajador norteamericano sigue en territorio hondureño, marcando un firme reconocimiento diplomático y político al gobierno de facto de Micheletti por parte de la Casa Blanca.
Peor aún, qué lectura podríamos darle a declaraciones como las pronunciadas por Micheletti en la rueda de prensa transmitida el domingo 28 de Junio por Sula TV en la cual expresaba: “Se acabaron los gobiernos que le cerraban las puertas a los Estados Unidos, nosotros somos un país pobre, no tenemos petróleo, y por eso tenemos que abrirle más las puertas a la inversión norteamericana”; mientras escuchamos declaraciones recientes de Obama desde Rusia tales como: “apoyo la vuelta de Zelaya aunque esté en desacuerdo con él”. Pareciera que hay feeling en esas declaraciones.
A pesar de que toda la comunidad internacional ha manifestado su rechazo al golpe de Estado en Honduras, y de manera categórica han cortado relaciones tanto comerciales como diplomáticas con el gobierno golpista de Micheletti, el gobierno de los Estados Unidos no ha tomado medidas concretas más allá del tácito discurso de condena a los hechos. ¿Por qué hacemos tanto hincapié en lo determinante que podrían ser los Estados Unidos?, veamos.
El aspecto económico de Honduras refleja una altísima dependencia de su relación comercial con los Estados Unidos. En este sentido, si revisamos la balanza comercial hondureña en el año 2008, observamos que las cifras en miles de millones de dólares que importó Honduras de EEUU fueron de 925,513 (m/m $) mientras que las importaciones provenientes del resto del mundo fueron de 846,415 (m/m $). En cuanto a las exportaciones, se registró un monto de 445,922 (m/m $) con destino hacia EEUU, en tanto que se contabilizaron 340,261 (m/m $) hacia el resto del mundo. Estos datos, muestran que en ambos casos, la relación comercial que mantiene Honduras con el resto del mundo, no alcanza la que mantiene con EEUU.
Aunado a esto, se suma la ayuda económica que el gobierno norteamericano mantiene con el país centroamericano. Además, alrededor de un 30% de su PIB lo conforman las remesas provenientes de Estados Unidos. En este sentido, mientras la clase empresarial hondureña no sienta amenazada sus inversiones, ésta seguirá apoyando al gobierno de facto. Un ABC de la real polítik.
Ahora la casa blanca se toma la atribución de proponer – imponer – una mesa de diálogo encabezada por el presidente de Costa Rica, Oscar Arias, para fomentar la discusión en aras de solucionar el conflicto entre el presidente Zelaya y el golpista Micheletti. Esto no sugiere otra cosa, que una ratificación del gobierno de facto como poder instituido. Qué podríamos esperar entonces de este encuentro.
Finalmente, notamos que a diferencia del golpe de Estado ocurrido en Venezuela en el 2002, la derecha reaccionaria en Honduras ha sabido calzarse un traje construido a su medida a través de los años. A su vez, este traje se encuentra amparado por lo que calificamos como una de las facetas más macabras del imperialismo norteamericano en decadencia, no es más que la ya conocida política del garrote y la zanahoria disfrazada de hermano afroamericano, el cual se le nota –sin ánimos de victimizarlo– arropado por el aparataje imperial norteamericano (empresarial, militar, comunicacional, político).
La situación en Honduras nos hace pensar entonces, en un traje hecho a la medida y en una mutación del imperio.
*Investigador de CENIT-IDEA
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