viernes, agosto 07, 2009

La tormenta perfecta

Julio Pimentel Ramírez

En lo que algunos califican como “la tormenta perfecta”, los problemas se acumulan en el país, con índices de la actividad económica que no hacen sino confirmar la profunda crisis que la mayoría de los mexicanos padecen en carne propia y comprenden a pesar de los esfuerzos propagandísticos del cada vez más disminuido Felipe

Calderón y su gabinete que insiste en subrayar que vamos bien, al tiempo que salen a la luz pública nuevos escándalos que desnudan el círculo vicioso de la corrupción y la impunidad.
A casi cien años de la gesta revolucionaria de 1910, de la que solamente quedan en pie algunas de sus instituciones erosionadas por las administraciones priístas y panistas, los resultados entregados por la clase dominante y el entramado de intereses en el poder está a la vista: más de la mitad de la población sobrevive en la pobreza, en un país devastado por el neoliberalismo y en el que la sociedad en su conjunto es víctima de la violencia criminal, en la que con frecuencia se confunden delincuentes y funcionarios.
Llama la atención la declaración, en Madrid, sede de los nuevos conquistadores españoles que fueron llamados a tierra azteca por los apátridas neoliberales –valga el pleonasmo-, del consejero delegado del Banco Bilbao Vizcaya Argentaria (BBVA), cuya filial en México es BBVA-Bancomer, José Ignacio Girigolzarri, quien con la sinceridad y cinismo de quien se sabe dominante dijo que “La situación de México en este semestre, pero sobre todo en el segundo trimestre me recuerda a aquella película de La tormenta perfecta, en la que todo se unía para crear una situación de máximo peligro, de máximo estrés. Pues ha sido en el segundo trimestre cuando se ha registrado la caída del PIB sumado a lo de la gripe, que me hace recordar esta película. Pero en la cinta el bote se va a pique y aquí, BBVA-Bancomer, está aguantando muy bien la situación”.
Sin duda los banqueros pueden estar tranquilos pues los gobiernos neoliberales mexicanos les tienen garantizadas sus altas tasas de ganancias respaldadas por los pagarés del FOBAPROA, descomunal fraude que varias generaciones de mexicanos están condenadas a cubrir, en detrimento de recursos que con una visión diferente a la de la administración en turno podrían canalizarse al desarrollo nacional.
Siguiendo el símil del banquero español, en las procelosas aguas de la crisis el buque que representa a la sociedad mexicana en su conjunto aún está amenazado con irse a pique mientras los poderosos y agentes a su servicio se aprestan a abandonarlo de ser necesario. Corresponderá a los mexicanos que viven de su trabajo y esfuerzo rescatar a la nación del naufragio en que la han colocado la crisis capitalista y la errática conducción de quienes usurpan la conducción de la nave.
Las últimas cifras publicadas dan cuenta de la catastrófica situación que padecemos. El Banco de México anticipó que el Producto Interno Bruto (PIB) tendrá una contracción este año de entre 6.5 y 7.5 por ciento, tres puntos más que lo anticipado en abril pero menor a la caída que pronostican otras fuentes, que la colocan incluso cerca del 10 por ciento.
Una de las consecuencias inmediatas es la destrucción esperada de 735 mil fuentes de trabajo en el sector formal de la economía en 2009, el doble de los que fueron creados en los dos primeros años de la administración del autollamado “presidente del empleo” Felipe Calderón.
La crisis mundial, reconoció el banco central tardía y tímidamente, puso en evidencia debilidades de la economía mexicana. Una que identificó puntualmente fue la elevada dependencia de México del ciclo económico de Estados Unidos, uno de los pilares donde los gobiernos neoliberales han basado la concepción de la política económica. El organismo planteó la necesidad de explorar mecanismos para depender menos de la economía estadounidense.
La información precisa que el desempeño de la economía en el segundo trimestre fue peor que en el primero, cuando el PIB se contrajo a una tasa anual de 8.2 por ciento. Para el periodo abril a junio pasados, el Banco de México estimó que la caída del PIB alcanzó una magnitud de entre 10.5 y 11 por ciento, la más pronunciada en siete décadas.
Otros indicadores dan cuenta de la recesión tanto tiempo negada: una contracción de 33.3 por ciento anual en las importaciones de mercancías durante el segundo trimestre de 2009, que supera a la observada durante la crisis de 1995. Una fuerte caída de 14.9 por ciento anual de los ingresos tributarios entre enero y mayo pasados. En el caso del impuesto al valor agregado (IVA), un gravamen al consumo, la caída fue de 20 por ciento.
La caída económica se da en todos los rubros, incluyendo el de las remesas que envían los mexicanos que laboran en Estados Unidos hacia México, que en los primeros seis meses del año sumaron 11 mil 79 millones de dólares, lo que significó una caída de 11.94 por ciento comparado con los 12 mil 580 millones registrados en igual lapso de 2008. En el segundo trimestre de 2009, la tendencia de las remesas continuó siendo negativa, lo cual es congruente con la contracción que ha registrado la economía de Estados Unidos y en particular, su sector de la construcción de vivienda, expuso el banco central. La dependencia, pues.

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