24 septiembre 2009
“El problema del país no se resuelve con más impuestos (…) Con gobiernos tan torpes, México está cancelando su futuro”.
Ana María Aragonés.
I
Ya en 1984 y, luego, documentadamente en 1985, el sistema político mexicano, de tan aparente éxito ante los ojos de no pocos connacionales y los políticos y académicos de Nuestra América y Europa y en Estados Unidos, exhibía disfuncionalidad.
Esa disfuncionalidad era aguda, preocupante y conturbadora para los mexicanos lúcidos como don Jesús y otros ajenos al acervo formativo de aquél y empeñados en luchar por cambios en las trincheras disidentes y opositoras, civiles y armadas.
Éstos, dramáticamente, pagaron el precio más alto –extremo, trágico—por advertir la disfuncionalidad del sistema e intentar corregirlo o sustituirlo organizadamente imbuidos por nobles anhelos que no son históricamente utopías, sino verismos.
Empero, la disfuncionalidad no era advertida, registrada o identificada por los personeros del sistema, desde los más encumbrados --como los destinados al ungimiento tlatóanico sexenal— hasta los aspirantes a uncir su suerte al “sistema”.
Eran, pues, los más. Pero algunos otros –los menos--, los lúcidos, como Jesús Reyes Heroles, ya habían visto las fisuras de la disfuncionalidad en ese sistema que, por entonces (a fines de los 80) Mario Vargas Llosa denominó la “dictadura perfecta”.
¿Por qué era, para el señor Vargas Llosa, una dictadura perfecta? Su respuesta, años más tarde: “Por que es una perfecta dictadura”. ¿Juego de palabras y rejuego de sintaxis? No. El célebre novelista peruano-ibero era fiel a su fino oficio de describir.
Y así describió al sistema político mexicano con aura de leyenda. Por supuesto, don Mario tuvo que emprender las de Villadiego (había sido invitado a México por Televisa) y sin ofrecer disculpa pública al Huey Tlatoani en turno, Carlos Salinas.
II
Pero, ¿qué es el “sistema” o, por mejor preguntar, el Sistema Político Mexicano? Es el poder político del Estado mexicano que en los tiempos del presidencialismo omnímodo e infalible, autoritario y, ergo, arbitrario y represivo, era el gobierno.
Era, añadiríase en un rapto de precisión, una élite de ese gobierno o, si se quiere, del poder político del Estado. Mas para la definición exacta, apropiada, comprensible, el “sistema” era el poder político del Estado, insubordinado a su mandante, el pueblo.
Esa condición insubordinada del poder político respecto al pueblo –el elemento constitutivo más importante, por principal, del Estado— evidenciaba un correlato inverso a la lógica de la teoría política. En ese sistema, el mandante no mandaba.
Mandaba el mandatario –el poder político— insubordinado al pueblo desde hacía ya varios sexenios, mucho antes de que don Jesús advirtiese la aberración y sus secuelas de disfuncionalidad. La criatura –el poder político— era un monstruo; un Frankenstein...
Cierto. Cuando don Jesús afirmó que el sistema “ya no estaba funcionando”, el señor Salinas no había asumido la Presidencia de la República –que alcanzó en 1988 gracias a un golpe de Estado técnico-- , se aprestaba con frenesí a suceder a Miguel de la Madrid.
En ello se afanaban don Carlos y sus asociados, entre quienes figuraban con eminencia Manuel Camacho Solís, salinista entonces, epígono hoy de Andrés Manuel López Obrador y mentor de Marcelo Ebrard, poseedor del aura de la tlatoanidad.
Así, bajo esa potestad de su cercanía con el señor Salinas por su condición de operador político de éste, don Manuel se fue a ver a don Jesús, haciéndose acompañar de Alejandra Moreno Toscano, historiadora, ensayista, diplomática y política.
III
Por esos tiempos el contexto económico, político y social de México se caracterizaba por una crisis general que muchos identificaban como consecuencia de la decisión del señor De la Madrid de cambiar de caballo (el de la economía) justo a mitad del río.
Y uno de los promotores tras bambalinas de ese cambio de modelo económico era, precisamente, el señor Salinas, quien se desempeñó como secretario del despacho de Programación y Presupuesto del titular del Poder Ejecutivo, el señor De la Madrid.
Don Carlos habíase situado en la misma frecuencia de los intereses que, posteriormente, en 1989, diseñarían en Washington, la capital estadunidense, las estrategias de ajuste en Nuestra América, las que impondrían cual draconiano fiat.
A los ajustes propuestos por el “Establishment” del poder económico y político de Estados Unidos se le conocería desde entonces como el Consenso de Washington, por cuya filosofía y sus mandatos convertiría a México en lo que es, colonia estadunidense.
El cambio de caballo a mitad del río --el señor De la Madrid adhirió a México al mecanismo internacional de comercio y tarifas— acreció la crisis del poder político que en ciclos de latencia-virulencia-apogeos-perigeos venía al fin del sexenio cardenista.
Esa crisis del poder político del Estado alcanzó la cima --el ápice de la pirámide de la historia-- en la Matanza de Tlatelolco por Gustavo Díaz Ordaz y la “guerra sucia” de Luis Echeverría contra opositores y disidentes organizados e incluso sólo discrepantes.
Pero posteriormente, en el sexenio delamadridista, el señor Camacho, en su entrevista con don Jesús, planteó el imperativo salinista de “un cambio político fuerte”. El veracruzano presionó a don Manuel: “¿A qué se refiere con cambio político fuerte?”
Camacho: “Por todos lados tenemos fuerzas que ya no son parte del arreglo político, habrá que reconstituir el tejido político del país. Mi duda, don Jesús, es ¿quién lo debe hacer?
Reyes Heroles: “Mire, Camacho, que negocie el que pueda negociar: no todos pueden ni tienen los tamaños, pero ese no es el problema principal; lo que importa es el país. El sistema ya no está funcionando”.
Profetizó don Jesús: “(…) Piense usted que más temprano que tarde se va a necesitar un golpe de timón. Y en ese momento hay que ir al fondo. Si no se hace eso, se acaba la República”
Eso fue entonces --en 1985--. Don Carlos no dio el golpe de timón; tampoco lo dieron Ernesto Zedillo ni ese tonto de capirote que es Vicente Fox ni Felipe Calderón. Hoy, los indicios son ominosos: la República parece haberse acabado.
ffponte@gmail.com
www.faustofernandezponte.com
Glosario:
Consenso de Washington: grupo de planificadores económicos de EU que diseñaron e impusieron una severa política de ajustes a los países de América Latina. De todos esos países, México es el único que sigue todavía al pie de la letra esas políticas que sólo beneficia a los intereses estadunidenses y de algunos pudientes mexicanos.
“Guerra sucia”: campaña de represión durante el sexenio echeverrísta (1970-76), caracterizada por secuestros, desaparecidos, encarcelamientos ilegales y torturas en agravio de estudiantes, realizada por militares y policías. Se ha documentado en más de 500 el número de desaparecidos.
Matanza de Tlatelolco: el Ejército y grupos paramilitares y policíacos masacraron a cientos de estudiantes. Algunas fuentes sitúan el número de víctimas en más de 400. Díaz Ordaz reconoció sólo 40. La matanza, ocurrida el 2 de octubre de 1968, fue la culminación trágica de un movimiento reivindicador estudiantil que se propagó en meses a otros estratos sociales.
Mecanismo internacional de comercio y tarifas: General Agreement on Trade and Tariffs (Gatt). Éste organismo fue predecesor de la Organización Mundial de Comercio.
Sexenio cardenista (1934-40): presidencialado de Lázaro Cárdenas.
Lecturas recomendadas:
Los intelectuales y el poder, de Gabriel Careaga.SEP Setentas/Diana.
Ana María Aragonés.
I
Ya en 1984 y, luego, documentadamente en 1985, el sistema político mexicano, de tan aparente éxito ante los ojos de no pocos connacionales y los políticos y académicos de Nuestra América y Europa y en Estados Unidos, exhibía disfuncionalidad.
Esa disfuncionalidad era aguda, preocupante y conturbadora para los mexicanos lúcidos como don Jesús y otros ajenos al acervo formativo de aquél y empeñados en luchar por cambios en las trincheras disidentes y opositoras, civiles y armadas.
Éstos, dramáticamente, pagaron el precio más alto –extremo, trágico—por advertir la disfuncionalidad del sistema e intentar corregirlo o sustituirlo organizadamente imbuidos por nobles anhelos que no son históricamente utopías, sino verismos.
Empero, la disfuncionalidad no era advertida, registrada o identificada por los personeros del sistema, desde los más encumbrados --como los destinados al ungimiento tlatóanico sexenal— hasta los aspirantes a uncir su suerte al “sistema”.
Eran, pues, los más. Pero algunos otros –los menos--, los lúcidos, como Jesús Reyes Heroles, ya habían visto las fisuras de la disfuncionalidad en ese sistema que, por entonces (a fines de los 80) Mario Vargas Llosa denominó la “dictadura perfecta”.
¿Por qué era, para el señor Vargas Llosa, una dictadura perfecta? Su respuesta, años más tarde: “Por que es una perfecta dictadura”. ¿Juego de palabras y rejuego de sintaxis? No. El célebre novelista peruano-ibero era fiel a su fino oficio de describir.
Y así describió al sistema político mexicano con aura de leyenda. Por supuesto, don Mario tuvo que emprender las de Villadiego (había sido invitado a México por Televisa) y sin ofrecer disculpa pública al Huey Tlatoani en turno, Carlos Salinas.
II
Pero, ¿qué es el “sistema” o, por mejor preguntar, el Sistema Político Mexicano? Es el poder político del Estado mexicano que en los tiempos del presidencialismo omnímodo e infalible, autoritario y, ergo, arbitrario y represivo, era el gobierno.
Era, añadiríase en un rapto de precisión, una élite de ese gobierno o, si se quiere, del poder político del Estado. Mas para la definición exacta, apropiada, comprensible, el “sistema” era el poder político del Estado, insubordinado a su mandante, el pueblo.
Esa condición insubordinada del poder político respecto al pueblo –el elemento constitutivo más importante, por principal, del Estado— evidenciaba un correlato inverso a la lógica de la teoría política. En ese sistema, el mandante no mandaba.
Mandaba el mandatario –el poder político— insubordinado al pueblo desde hacía ya varios sexenios, mucho antes de que don Jesús advirtiese la aberración y sus secuelas de disfuncionalidad. La criatura –el poder político— era un monstruo; un Frankenstein...
Cierto. Cuando don Jesús afirmó que el sistema “ya no estaba funcionando”, el señor Salinas no había asumido la Presidencia de la República –que alcanzó en 1988 gracias a un golpe de Estado técnico-- , se aprestaba con frenesí a suceder a Miguel de la Madrid.
En ello se afanaban don Carlos y sus asociados, entre quienes figuraban con eminencia Manuel Camacho Solís, salinista entonces, epígono hoy de Andrés Manuel López Obrador y mentor de Marcelo Ebrard, poseedor del aura de la tlatoanidad.
Así, bajo esa potestad de su cercanía con el señor Salinas por su condición de operador político de éste, don Manuel se fue a ver a don Jesús, haciéndose acompañar de Alejandra Moreno Toscano, historiadora, ensayista, diplomática y política.
III
Por esos tiempos el contexto económico, político y social de México se caracterizaba por una crisis general que muchos identificaban como consecuencia de la decisión del señor De la Madrid de cambiar de caballo (el de la economía) justo a mitad del río.
Y uno de los promotores tras bambalinas de ese cambio de modelo económico era, precisamente, el señor Salinas, quien se desempeñó como secretario del despacho de Programación y Presupuesto del titular del Poder Ejecutivo, el señor De la Madrid.
Don Carlos habíase situado en la misma frecuencia de los intereses que, posteriormente, en 1989, diseñarían en Washington, la capital estadunidense, las estrategias de ajuste en Nuestra América, las que impondrían cual draconiano fiat.
A los ajustes propuestos por el “Establishment” del poder económico y político de Estados Unidos se le conocería desde entonces como el Consenso de Washington, por cuya filosofía y sus mandatos convertiría a México en lo que es, colonia estadunidense.
El cambio de caballo a mitad del río --el señor De la Madrid adhirió a México al mecanismo internacional de comercio y tarifas— acreció la crisis del poder político que en ciclos de latencia-virulencia-apogeos-perigeos venía al fin del sexenio cardenista.
Esa crisis del poder político del Estado alcanzó la cima --el ápice de la pirámide de la historia-- en la Matanza de Tlatelolco por Gustavo Díaz Ordaz y la “guerra sucia” de Luis Echeverría contra opositores y disidentes organizados e incluso sólo discrepantes.
Pero posteriormente, en el sexenio delamadridista, el señor Camacho, en su entrevista con don Jesús, planteó el imperativo salinista de “un cambio político fuerte”. El veracruzano presionó a don Manuel: “¿A qué se refiere con cambio político fuerte?”
Camacho: “Por todos lados tenemos fuerzas que ya no son parte del arreglo político, habrá que reconstituir el tejido político del país. Mi duda, don Jesús, es ¿quién lo debe hacer?
Reyes Heroles: “Mire, Camacho, que negocie el que pueda negociar: no todos pueden ni tienen los tamaños, pero ese no es el problema principal; lo que importa es el país. El sistema ya no está funcionando”.
Profetizó don Jesús: “(…) Piense usted que más temprano que tarde se va a necesitar un golpe de timón. Y en ese momento hay que ir al fondo. Si no se hace eso, se acaba la República”
Eso fue entonces --en 1985--. Don Carlos no dio el golpe de timón; tampoco lo dieron Ernesto Zedillo ni ese tonto de capirote que es Vicente Fox ni Felipe Calderón. Hoy, los indicios son ominosos: la República parece haberse acabado.
ffponte@gmail.com
www.faustofernandezponte.com
Glosario:
Consenso de Washington: grupo de planificadores económicos de EU que diseñaron e impusieron una severa política de ajustes a los países de América Latina. De todos esos países, México es el único que sigue todavía al pie de la letra esas políticas que sólo beneficia a los intereses estadunidenses y de algunos pudientes mexicanos.
“Guerra sucia”: campaña de represión durante el sexenio echeverrísta (1970-76), caracterizada por secuestros, desaparecidos, encarcelamientos ilegales y torturas en agravio de estudiantes, realizada por militares y policías. Se ha documentado en más de 500 el número de desaparecidos.
Matanza de Tlatelolco: el Ejército y grupos paramilitares y policíacos masacraron a cientos de estudiantes. Algunas fuentes sitúan el número de víctimas en más de 400. Díaz Ordaz reconoció sólo 40. La matanza, ocurrida el 2 de octubre de 1968, fue la culminación trágica de un movimiento reivindicador estudiantil que se propagó en meses a otros estratos sociales.
Mecanismo internacional de comercio y tarifas: General Agreement on Trade and Tariffs (Gatt). Éste organismo fue predecesor de la Organización Mundial de Comercio.
Sexenio cardenista (1934-40): presidencialado de Lázaro Cárdenas.
Lecturas recomendadas:
Los intelectuales y el poder, de Gabriel Careaga.SEP Setentas/Diana.
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