Ricardo Andrade Jardí
Apenas el fin de semana pasado, en un círculo de estudios que tenemos cada semana, un grupo de los compañeros se sentían esperanzados por el regreso de Zelaya a Honduras y por el significativo apoyo de Brasil frente a la tibieza internacional que sólo de boca para afuera ha condenado el golpe, pero que sigue sin actuar contra la pandilla de oligarcas criollos que han emprendido la aventura golpista con la idea de que su hazaña sea repetida por todos los cretinos del continente haciéndole el favor a los conservadores gringos y a la jerarquía católica.
Algunos suponíamos que como nunca antes en el Continente los golpistas estaban más solos que Penélope, la de Serrat.
Sin embargo, alguno de los compañeros intentaba hacernos ver que la cosa aún no terminaba; que la brutalidad capitalista supera la lógica de las esperanzas y que los golpistas, si bien en apariencia repudiados mundialmente, aún seguían ahí, que aún la cosa no estaba escrita.
Atribuimos su desesperanza a su particular historia de exiliado argentino tras la persecución militar en 1979 que tan sólo en ese país dejó la vergonzosa cifra de 60 mil desaparecidos. Creímos que su visión se relacionaba más con su pasada historia que con la realidad contemporánea del Continente. Equivocados, los esperanzados, vamos recibiendo con tristeza las lamentables noticias de lo acontecido en las últimas horas en Honduras como el cierre de medios de comunicación.
Si Hugo Chávez con la ley en la mano les hubiera cancelado la vencida concesión, el Occidente hipócrita le haría las peores críticas.
En México algunos seudointelectuales ligados a la telebasura ya están intentado defender el golpe militar contra un Presidente electo por el pueblo como una “acción legítima y jurídicamente sustentable” y no obstante la violencia de los usurpadores, aún con cinismo, suponen que la cancelación de garantías decretada por el títere golpista Micheletti en las últimas horas es tan sólo una rayita en su contra.
La realidad en cambio es que la persecución y agresión a periodistas, la represión masiva contra las masivas protestas, la cancelación de garantías y las últimas declaraciones nefastas de los gringos en la OEA nos confirman la equivocación de nuestras esperanzas domingueras.
Las oligarquías antidemócratas renacen con toda su violencia y todo su desprecio. No decimos que están de regreso pues en realidad nunca se han ido. Y nuevamente resurgen con el apoyo moral y financiero del imperialismo yanqui. Está latente para todo el continente la imposición y la falaz representación popular que sólo representa a los grandes capitales, el conservadurismo y la noche sin fin, la tortura y la mentira, la cerrazón y la opresión sistémica.
Pero la acción de los cobardes golpistas no es un desafío al mundo, su acción violentamente represiva es efecto del saberse protegidos por el verdadero “eje del mal” compuesto en nuestro Continente por: los yanquis, la jerarquía de la Iglesia Católica, los separatistas “cristianos”, los grandes empresarios regionales acostumbrados al placer de Miami con todos sus gusanos y las mentirosas, descontroladas y grandes cadenas comerciales de radio, prensa y televisión.
No son buenas noticias para nadie. Ningún gobernante latinoamericano electo mayoritariamente por su pueblo bajo las reglas de la ley burguesa debe confiarse.
Los golpes militares, los fraudes y las imposiciones son la nueva-vieja regla. Son las patadas de ahogado que intentarán multiplicarse por toda Nuestra América ante la brutal caída financiera del capitalismo que pretende derrumbar con él toda esperanza de cambio que no responda a sus nefastas y estúpidas normas de mercado.
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