jueves, septiembre 03, 2009

Plan B. El estallido o la paz

Por Lydia Cacho






03 septiembre 2009


Ayer escuché a un niño de 10 años que azorado escuchaba las historias del 68 como un cuento de terror ¿Pero por qué los mataron por quejarse?, preguntó el pequeño.

A veces restamos importancia al contenido real y simbólico de las palabras. El niño imagina un estallido social como una guerra civil, y hubo que explicarle que en la guerra civil la población de un mismo país se mata entre sí; un estallido social es una manifestación generalizada de inconformidad, un acto de desesperación de grupos sociales convencidos de que todos los recursos del sistema se han agotado.

Cuando un gobierno persiste en negar la realidad a quienes la padecen, se dan marchas, huelgas, paros y manifestaciones tumultuarias. Cuando un gobierno opera adecuadamente, la sociedad se siente contenida y representada, en mayor o menor grado, y considera que el Estado administra bien sus impuestos y protege su seguridad. En ausencia de esa contención la sociedad busca salidas desesperadas. El estallido permite desahogar la ira contenida y la impotencia, pero también las alimenta. Puede ser el recurso que hace de antesala a una dictadura.

Empresarios advierten estallidos sociales en Oaxaca y Puebla, mientras Ulises Ruiz y Mario Marín reprimen más que nunca. El problema con advertir un estallido social incontrolable con catervas iracundas y violentas, que inundarán las calles y robarán para comer, es que se alientan y justifican las estrategias políticas que nutren la polarización social, que se fortalecen con la represión. El problema con buscar la utopía revolucionaria incitando a un estallido social violento es que el resultado será siempre contraproducente, la historia lo demuestra plenamente.

Plantear que tras el estallido vendrá la represión y a partir de esa represión la mayoría se rebelará y surgirá un cambio drástico es falso. Lo que acaba sucediendo es que las fuerzas políticas se unen para defender al Estado. Es decir, las acciones violentas fortalecen la represión y la justifican. Llamar a la violencia como respuesta es vaciar de contenido al pensamiento democrático. El gran acto político y revolucionario es educar para la paz y los derechos civiles.

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