13 noviembre 2009
"Es el momento de crear un Frente Nacional de Sindicatos (...) es el momento de refundar a México".
Napoelón Gómez Urrutia.
I
La enorme y espectacular --¡12 horas!-- manifestación de miles, si no es que millones, de mexicanos para protestar por la extinción por fiat presidencial de la empresa estatal Luz y Fuerza del Centro y el cese secuencial del contrato colectivo laboral con el Sindicato Mexicano de Electricistas, evidencia lo siguiente:
Uno, que un conflicto de naturaleza gremial-sindical se convierte, por una metamorfosis dialéctica, en un conflicto societal de carácter político-reivindicatorio e incluso revolucionario, pues se plantean no sólo la restitución de la fuente de empleo, sino también modificar el modelo económico vigente.
Otro, que esa misma naturaleza del conflicto originalmente entre un gremio sindicalizado y el patrón --en el caso, el Estado-- empeñado en someter a los trabajadores electricistas organizados desde 1914 y vectores de una cultura de reivindicaciones de derechos, es detonadora de un movimiento más amplio.
Y uno más, que la causa del SME hallóse de pronto en un campo de cultivo fértil, el de la degradada situación económica, social y, ahora, política, de millones de trabajadores desempleados o con empleos precarios o de baja calidad o subempleados, marginados e indefensos.
Ello explicaría la rápida adhesión popular al movimiento inicialmente reivindicador que hoy alienta anhelos revolucionarios --es decir, más amplios, más allá del ámbito sindical-- al plantear el uso táctico de la huelga general identificado como Paro Cívico Nacional.
La huelga general define al sindicalismo revolucionario histórico, pues no es una táctica a la cual se adhieran los sindicatos insertos en la cultura del "tradeunionismo" prevaleciente en Inglaterra, Estados Unidos, los paíes escandinavos, etc. No la preconizan los partidos políticos socialdemócratas, como el PRI.
Vastos estamentos de las clases sociales proletarias --así definidas por no poseer medios de producción y vender su fuerza de trabajo en un régimen de relaciones de producción asaz,brutalmente injusto, depredador y francamente antisocial-- ha asumido como propia la lucha del SME. Ello era previsible.
Dígase de otro estilo que el hecho, ya establecido, de que cundieran con insólita e inédita velocidad las adhesiones de los estratos sociales medios y bajos --según la taxonomía sociológica-- al SME nos describe que el conflicto accedió del plano gremial-patronal a uno más elevado, que abre grandes expectativas.
II
Napoelón Gómez Urrutia.
I
La enorme y espectacular --¡12 horas!-- manifestación de miles, si no es que millones, de mexicanos para protestar por la extinción por fiat presidencial de la empresa estatal Luz y Fuerza del Centro y el cese secuencial del contrato colectivo laboral con el Sindicato Mexicano de Electricistas, evidencia lo siguiente:
Uno, que un conflicto de naturaleza gremial-sindical se convierte, por una metamorfosis dialéctica, en un conflicto societal de carácter político-reivindicatorio e incluso revolucionario, pues se plantean no sólo la restitución de la fuente de empleo, sino también modificar el modelo económico vigente.
Otro, que esa misma naturaleza del conflicto originalmente entre un gremio sindicalizado y el patrón --en el caso, el Estado-- empeñado en someter a los trabajadores electricistas organizados desde 1914 y vectores de una cultura de reivindicaciones de derechos, es detonadora de un movimiento más amplio.
Y uno más, que la causa del SME hallóse de pronto en un campo de cultivo fértil, el de la degradada situación económica, social y, ahora, política, de millones de trabajadores desempleados o con empleos precarios o de baja calidad o subempleados, marginados e indefensos.
Ello explicaría la rápida adhesión popular al movimiento inicialmente reivindicador que hoy alienta anhelos revolucionarios --es decir, más amplios, más allá del ámbito sindical-- al plantear el uso táctico de la huelga general identificado como Paro Cívico Nacional.
La huelga general define al sindicalismo revolucionario histórico, pues no es una táctica a la cual se adhieran los sindicatos insertos en la cultura del "tradeunionismo" prevaleciente en Inglaterra, Estados Unidos, los paíes escandinavos, etc. No la preconizan los partidos políticos socialdemócratas, como el PRI.
Vastos estamentos de las clases sociales proletarias --así definidas por no poseer medios de producción y vender su fuerza de trabajo en un régimen de relaciones de producción asaz,brutalmente injusto, depredador y francamente antisocial-- ha asumido como propia la lucha del SME. Ello era previsible.
Dígase de otro estilo que el hecho, ya establecido, de que cundieran con insólita e inédita velocidad las adhesiones de los estratos sociales medios y bajos --según la taxonomía sociológica-- al SME nos describe que el conflicto accedió del plano gremial-patronal a uno más elevado, que abre grandes expectativas.
II
Así, la represión al SME bajo la guisa ya conocida --extinguir a LyFC-- por su historia de independencia y, por tanto, obstáculo a la privatización ocurrente del patrimonio nacional, permite eslabonar las fuerzas sociales y sus expresiones políticas independientes.
Crea ello, en consecuencia, una coyuntura política favorable para eclosionar energías populares. La represión al SME se ha convertido en el agente catalizador de fuerzas societales cuyas estructuras y culturas son indudablemente proletarias con arreglo a la definición sociológica enunciada párrafos atrás.
El SME es la proverbial cerilla que, encendida, hace arder al llano que ya estaba listo, por su abundante yesca, a manifestarse en humo y, luego, en llamas. Estamos viendo la humareda que nos barrunta la irrupción de las llamas; éstas arrasan, como bien lo dice la historia.
Éste es el contexto y el telón de fondo de los sucedidos desde que el Presidente de Facto Felipe Calderón --considerado espurio por millones de sus compatriotas-- decretó la extinción de LyFC como la vía para deshacerse del SME, a quien registra como "enemigo" de su proyecto desde 2004.
Para el señor Calderón y tal vez ni para la propia dirigencia del SME las reacciones populares de apoyo a éste e implícitamente de rechazo al propio mandatario y, por ende, al modelo económico que trata de consolidar a matacaballo --a toda prisa y a como dé lugar-- y cumplir así su misión, hoy obvia.
En ese contexto también se explica la urgencia de los dirigentes del SME de establecer un pacto social, enunciado que oculta, a nuestro ver, un propósito precisamente contrario a las expectativas populares de cambio de fondo, estructural, sustituyendo el modelo económico actual por uno societal.
Ésto nos lleva a las metas del SME --o de su dirigencia-- que persiguen convocando la solidaridad de las demás organizaciones gremiales-sindicales y sociales y políticas. El SME quiere la restitución de sus empleos y su participación legítima bajo cierta figura jurídica empresarial en el pastel del "triple play".
Esa restitución de los empleos y de la participación del SME en el "triple play" lograda contractualmente podría pasar a segundo término si las metas del Paro Cívico Nacional son las de cambiar el modelo económico anti-México, por otro, pro-México. La restitución inspira la propuesta del Pacto Social.
III
Éstas discrepancias en cuanto a metas --en las tácticas hay coincidencias, pero en los objetivos no-- ya han dejado de ser académicas y/o retóricas. Y ello, sin acuerdos, puede socavar la unidad que ha hecho posible la movilización de organizaciones de masas de apoyo al SME. Es, pues, el momento de actuar.
¿Frente Nacional de Sindicatos, como propone el líder minero Gómez Urrutia, quien en aparente contradicción sugiere también "refundar a México"? Tal vez don Napo habla de un nuevo Estado mexicano fundado por el proletariado que es aquí el conjunto de los pueblos de México.
Avecínanse, pues, por la misma dialéctica del proceso que se emblematiza en el Paro Cívico Nacional, peligros internos del propio movimiento, que se sumarían a los externos --los del calderonismo y sus patrones los oligarcas locales y trasnacionales-- y lo dividirían hasta debilitarlo y destruirlo.
Un Pacto social, como el propuesto por el SME-- es coyuntural, entre grupos políticos de la sociedad, no entre las fuerzas mismas de ésta. Los pactos, por lo general y según la experiencia histórica, son para asegurar el empleo de tácticas en pos de un objetivo de interés estratégico de cortísimo plazo.
Ante ello, lo que procede es una actuación decidida en pos de un contrato social, no político. Esa enorme masa societal no exhibió en vano músculo --poder popular-- y abrumadora energía el miércoles La vía fue abierta en 1814 en Apatzingán por Morelos y en 1911 en Ayala por Zapata. Un plan.
Un plan a la manera de un programa constiutuyente alternativo que refleje el verismo incontrovertible: de que casi toda la población adulta es proletaria en mayor o menor grado y darse a sí misma, socialmente, la propiedad de los medios de producción y cesar la venta, en opresiva mengua, de su fuerza de trabajo al capital.
¿Utopía? Los líderes del movimiento --más allá del Paro Cívico Nacional-- que no piensen en términos de coyunturas revolucionarias serán rebasados por los movilizados mismos. Éstos quieren un Estado nuevo, no un Estado reformado. Un Estado justo, rector de una economía societal planificada, sin corruptos.
ffponte@gmail.com
www.faustofernandezponte.com
Glosario:
Crea ello, en consecuencia, una coyuntura política favorable para eclosionar energías populares. La represión al SME se ha convertido en el agente catalizador de fuerzas societales cuyas estructuras y culturas son indudablemente proletarias con arreglo a la definición sociológica enunciada párrafos atrás.
El SME es la proverbial cerilla que, encendida, hace arder al llano que ya estaba listo, por su abundante yesca, a manifestarse en humo y, luego, en llamas. Estamos viendo la humareda que nos barrunta la irrupción de las llamas; éstas arrasan, como bien lo dice la historia.
Éste es el contexto y el telón de fondo de los sucedidos desde que el Presidente de Facto Felipe Calderón --considerado espurio por millones de sus compatriotas-- decretó la extinción de LyFC como la vía para deshacerse del SME, a quien registra como "enemigo" de su proyecto desde 2004.
Para el señor Calderón y tal vez ni para la propia dirigencia del SME las reacciones populares de apoyo a éste e implícitamente de rechazo al propio mandatario y, por ende, al modelo económico que trata de consolidar a matacaballo --a toda prisa y a como dé lugar-- y cumplir así su misión, hoy obvia.
En ese contexto también se explica la urgencia de los dirigentes del SME de establecer un pacto social, enunciado que oculta, a nuestro ver, un propósito precisamente contrario a las expectativas populares de cambio de fondo, estructural, sustituyendo el modelo económico actual por uno societal.
Ésto nos lleva a las metas del SME --o de su dirigencia-- que persiguen convocando la solidaridad de las demás organizaciones gremiales-sindicales y sociales y políticas. El SME quiere la restitución de sus empleos y su participación legítima bajo cierta figura jurídica empresarial en el pastel del "triple play".
Esa restitución de los empleos y de la participación del SME en el "triple play" lograda contractualmente podría pasar a segundo término si las metas del Paro Cívico Nacional son las de cambiar el modelo económico anti-México, por otro, pro-México. La restitución inspira la propuesta del Pacto Social.
III
Éstas discrepancias en cuanto a metas --en las tácticas hay coincidencias, pero en los objetivos no-- ya han dejado de ser académicas y/o retóricas. Y ello, sin acuerdos, puede socavar la unidad que ha hecho posible la movilización de organizaciones de masas de apoyo al SME. Es, pues, el momento de actuar.
¿Frente Nacional de Sindicatos, como propone el líder minero Gómez Urrutia, quien en aparente contradicción sugiere también "refundar a México"? Tal vez don Napo habla de un nuevo Estado mexicano fundado por el proletariado que es aquí el conjunto de los pueblos de México.
Avecínanse, pues, por la misma dialéctica del proceso que se emblematiza en el Paro Cívico Nacional, peligros internos del propio movimiento, que se sumarían a los externos --los del calderonismo y sus patrones los oligarcas locales y trasnacionales-- y lo dividirían hasta debilitarlo y destruirlo.
Un Pacto social, como el propuesto por el SME-- es coyuntural, entre grupos políticos de la sociedad, no entre las fuerzas mismas de ésta. Los pactos, por lo general y según la experiencia histórica, son para asegurar el empleo de tácticas en pos de un objetivo de interés estratégico de cortísimo plazo.
Ante ello, lo que procede es una actuación decidida en pos de un contrato social, no político. Esa enorme masa societal no exhibió en vano músculo --poder popular-- y abrumadora energía el miércoles La vía fue abierta en 1814 en Apatzingán por Morelos y en 1911 en Ayala por Zapata. Un plan.
Un plan a la manera de un programa constiutuyente alternativo que refleje el verismo incontrovertible: de que casi toda la población adulta es proletaria en mayor o menor grado y darse a sí misma, socialmente, la propiedad de los medios de producción y cesar la venta, en opresiva mengua, de su fuerza de trabajo al capital.
¿Utopía? Los líderes del movimiento --más allá del Paro Cívico Nacional-- que no piensen en términos de coyunturas revolucionarias serán rebasados por los movilizados mismos. Éstos quieren un Estado nuevo, no un Estado reformado. Un Estado justo, rector de una economía societal planificada, sin corruptos.
ffponte@gmail.com
www.faustofernandezponte.com
Glosario:
Apatzingán, Constitución de: emitida el 22 de octubre de 1814 por el Congreso de Anáhuac convocado en Apatzingán, hoy Michoacán, por José María Morelos. Se inspiraba en los principios de la Constitución de Cádiz, con la diferencia de que aquella establecía un gobierno republicano, con tres poderes. El poder real se depositaba en el Legislativo.
Ayala, Plan de: Documento emitido en Axoyuxtla, Puebla, por Emiliano Zapáta entre el 25 y el 28 de noviembre de 1911. Debe su nombre a que Anenecuilco, lugar de nacimiento de Zapata, se localiza en el municipio de Villa de Ayala, Morelos. Proclamaba la devolución de las tierras a los campesinos, sus verdaderos dueños, en su inmensa mayoría indígenas.
Lecturas recomendadas:
Capitalismo del siglo XXI, de Riobert Heilbroner. Nueva Imagen.
Capitalismo del siglo XXI, de Riobert Heilbroner. Nueva Imagen.
El socialismo del siglo XXI y la democracia participativa, de Heinz Dieterich. Paradigmas y Utopías.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario