Por Ricardo Monreal Avila
Lo único que faltaba en el cuadro de descomposición que vive el país: células paramilitares de “limpieza” o exterminio de presuntos delincuentes, con la complacencia de un sector del poder público y la bendición ideológica de grupos de extrema derecha. Esto es lo que se puso en evidencia el pasado fin de semana en la toma de posesión del alcalde de San Pedro Garza García, en Nuevo León, Mauricio Fernández Garza.
En su discurso inaugural anunció públicamente que el capo del municipio, un delincuente apodado “El Negro” Saldaña, presunto jefe de bandas de secuestradores y narcomenudistas, había amanecido muerto en el DF. El hecho sería irrelevante, de no ser porque el alcalde supo de estas ejecuciones varias horas antes que las propias autoridades de la Ciudad de México. El alcalde informaría después que él supo de este hecho debido a una “coincidencia”. En los días previos, “El Negro” habría amenazado a Mauricio Fernández por el anuncio de que durante su gestión “operarían equipos de limpieza y trabajo rudo para eliminar grupos criminales”. (Reforma, 1 de noviembre).Un día después de tan peculiar revelación, la Procuraduría del DF confirmaría la identidad de cuatro hombres encontrados muertos con el tiro de gracia dentro de una camioneta con placas de Nuevo León, en el cruce de Periférico y Sóstenes Rocha, único dato que omitió mencionar el alcalde en su reporte informativo. Se trataba, en efecto, de “El Negro” Saldaña, su hermano Alan Saldaña, un presunto medio hermano, Carlos Saldaña, y César Rodríguez (Milenio.com, 1 de noviembre). Una cartulina fúnebre explicaba la ejecución: “Por secuestradores”. Aquí surge una interrogante. La información sensible en poder del alcalde, ¿fue producto de una casualidad o, por el contrario, fue el debut de los anunciados “grupos de limpieza” al mando de una autoridad municipal? Esto es algo que la investigación de las autoridades judiciales debe dejar en claro.El surgimiento de “grupos de autodefensa”, “autoprotección”, “limpieza”, “extinción” o “exterminio” de presuntos criminales se ha generalizado en el país. En Sinaloa, desde hace un par de meses, actúan “comandos de limpieza” que asesinan a jóvenes de colonias marginadas en Mazatlán y Culiacán, acompañados de cartulinas que dictaminan su presunto delito: “Por robar autos”.A principios de 2009, un grupo autodenominado Comando Ciudadano por Juárez (CCJ) hizo llegar su proclama a los medios de comunicación en el que se erigía como justiciero de la sociedad. “Patria y justicia”, su lema. Su objetivo era “terminar cada 24 horas con la vida de un criminal... (porque) más vale la muerte de una mala persona a que esta mala persona continúe contaminando nuestra región”. Más aún, en una reunión reciente de empresarios de esta ciudad con el señor Felipe Calderón, trascendió que el Ejecutivo federal les habría insinuado integrar grupos de seguridad privada, “contratar exmilitares, de preferencia extranjeros, y mejor si son estadounidenses o israelíes” (Milenio, 4 de noviembre 2009, p.14). En Veracruz recientemente debutó el grupo de los Matazetas con un video en youtube donde se grabó el interrogatorio y ejecución de sicarios de este grupo. Según publicó Proceso en su especial El México Narco, en Tijuana y el Distrito Federal operan grupos armados dedicados a eliminar a presuntos delincuentes, algunos auspiciados por empresarios ante el aumento de la inseguridad. Dichos grupo serían una especie de comandos blancos, justicieros semejantes a los llamados Pepes colombianos. Sin embargo, al final se supo que el grupo llamado Perseguidos por Pablo Escobar (PPE), no eran ni tan ciudadanos, ni tan justicieros. Se integraban con mercenarios de la DEA, la CIA y la milicia colombiana. Los ejecutados de Nuevo León, depositados en el DF para su mayor exposición, se inscriben en ese patrón de actuación de los “grupos de limpieza” que ya actúan abiertamente en diversas partes, y hasta se promueven en internet mediante comunicados de prensa, como el caso de la corporación “Jax Desmond Worldwide” que acaba de ofrecer sus servicios al gobierno mexicano para enfrentar a los Zetas, con exmilitares de élite de los ejércitos norteamericano e israelí (NOTIMEX, 13 de octubre 2009).Sin embargo, una cartulina encontrada en el vehículo de Nuevo León hace la diferencia en esta espiral de descomposición social: “JOB 38:15” (entonces a los malvados se los priva de su luz y se quiebra el brazo que se alzaba). Si la existencia de “comandos de la muerte” es de por sí preocupante (como en su momento los hubo en Argentina, Brasil y Colombia), la actuación de una especie de “escuadrón de la santa muerte”, con la complicidad de un sector del poder público y la extrema derecha (y la complacencia de una sociedad agraviada), debe alertarnos a todos. Quiere decir que de la guerra laica contra la delincuencia estamos transitando a una guerra santa contra el crimen, donde en el nombre de Dios y de “la razón de Estado” se extermina, aniquila y limpia de la faz de la tierra a delincuentes y a inocentes por igual. Hoy son los enemigos de la sociedad, mañana serán las minorías sociales y, pasado mañana, los adversarios políticos. Es la historia de Las Cruzadas y el Fascismo. Desde esa época, la historia ha dejado lecciones inequívocas. Una de ellas: cuando la Biblia sustituye al Código Penal, es decir, cuando la justicia por propia mano desplaza a la justicia institucional, las guerras justas devienen en exterminios colectivos y las guerras fallidas en santos genocidios.El silencio que han mantenido las autoridades federales (Sedena, PGR, SSPF) en torno al surgimiento de los “grupos de limpieza y trabajo rudo” anunciados por el alcalde de San Pedro, de extracción panista, podría interpretarse como una complacencia de las mismas al surgimiento de virtuales escuadrones de la muerte en el país. De ser así, que Dios nos agarre confesados, porque estos Frankestein armados primero arremeten contra los enemigos de la sociedad, pero después terminan volteándose contra sus creadores, el Estado, y contra quienes dicen defender, los ciudadanos.
ricardo_monreal_avila@yahoo.com.mx
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