miércoles, diciembre 09, 2009

Calderón sin inventiva, sin equipo, sin partido

Calderón apostó por el suicidio


Hijo de presidente, exsenador, exgobernador, militante priista de siempre, Miguel Alemán Velasco dice a Proceso que Felipe Calderón apuesta por el fracaso, tiene un equipo mediocre y carece de un plan de acción coherente y claro. Para 2012 vaticina el retorno del PRI a la Presidencia de la República, y menciona a una decena de aspirantes fuertes. Al PAN lo ve amodorrado; a la izquierda, sumida en el clientelismo, y al expresidente Carlos Salinas de Gortari… como a un Tehuacán sin gas.

A un cuando tendría capacidad para sacar al país del bache, el presidente Felipe Calderón le está apostando al suicidio, lo mismo en materia económica que en política, advierte el priista Miguel Alemán Velasco, exsenador y exgobernador de Veracruz.
“Eso de nada más apretarse el cinturón, ahorrar y no hacer nada más, es suicida. En este momento, cuando el país está como un avión en un punto de no retorno, es cuando hay que innovar, inventar algo, pero ya. Y no se está haciendo.
“Y es suicida, también, seguir trabajando con un equipo que no ha funcionado; el presidente debe cambiar ya a todos los muchos secretarios que no le están sirviendo.”
Alemán Velasco cuestiona la actitud de Calderón incluso frente a su partido, Acción Nacional, y le reclama darle una sacudida. El PAN, más que un partido, “para mí es un club político, como puede ser cualquier otro club –de golf, por ejemplo–, en el que unos tienen acciones de por vida, como fundadores, y otros que pues nada más se inscriben por computadora”.
Pero es un partido-club que vive en la modorra, en el que sus integrantes “no tienen los pies sobre la tierra, viven como en algo etéreo, quizá religioso, pensando en ideales, en buenos deseos, pero que no actúan y no le sirven al presidente”.
Y está tan mal el PAN que, “de momento”, no tiene a la vista presidenciable alguno, ni siquiera para decir que la caballada está flaca, como solía decirse en los tiempos priistas del tapadismo.

Bailar con la más fea

Miguel Alemán Velasco es un personaje harto conocido de la vida pública nacional. Es hijo de Miguel Alemán Valdés, el primer presidente civil tras la Revolución, de extracción universitaria, luego de décadas de regímenes militares, que dirigió los destinos del país entre diciembre de 1946 y noviembre de 1952.
Aunque nadie le regatea sus prendas propias, sin duda ese hecho le facilitó una carrera exitosa en la política, pero sobre todo en los negocios. Pionero de la televisión comercial mexicana, por décadas fue socio y directivo principal de Televisa, de la que fue presidente ejecutivo. Hoy preside el Consejo 
de Administración de Interjet, la aerolínea de bajo costo que dirigen sus hijos, y que compite con Volaris, de Pedro Aspe, Carlos Slim y Emilio Azcárraga Jean.
Abogado por la UNAM, Alemán Velasco tuvo un paso efímero por el sector público: fue asesor del presidente Luis Echeverría (1970-1976) en asuntos de radio y televisión. Luego, embajador de México para “Asuntos Especiales” de la Presidencia de la República.
En el PRI, al que se afilió en 1953, a los 21 años de edad (hoy tiene 77), ha sido delegado, secretario auxiliar del presidente del CEN, miembro del Consejo Consultivo del hoy extinto IEPES, director de Relaciones Públicas del CEN, secretario de Finanzas y presidente del patronato de la Fundación Colosio.
Hombre de negocios al fin, desde finales de los cincuenta ha conseguido financiamiento para las campañas electorales de su partido. Él mismo fue senador de la República de 1991 a 1998 y, de ese año a 2004, gobernador de Veracruz, cargo desde el que promovió activamente la creación de la Conago, la Conferencia Nacional de Gobernadores.
Recientemente Alemán Velasco volvió a los reflectores. En Monterrey se realizó la séptima edición de la reunión del Mexico Business Summit (México Cumbre de Negocios, organización que fundó cuando era gobernador), que reúne cada año a la clase empresarial del país y a la que normalmente asiste el presidente de la República en turno.
Sólo que ahora el encuentro estuvo marcado por los reproches.
Calderón había acusado días antes a los empresarios de no pagar debidamente sus impuestos y hasta de haber boicoteado su propuesta fiscal. Las respuestas fueron secas. El propio Alemán Velasco reprochó que el presidente cambiara las reglas del juego en materia impositiva a la mitad del camino; que era absurda la pretensión de desaparecer la Secretaría de Turismo; que el país se veía sin rumbo, a la deriva...
En entrevista con Proceso, Miguel Alemán Velasco afina la crítica.
Es mucho lo que le preocupa y lo que le desespera, dice, pero una obsesión no lo deja en paz: el equipo tan mediocre del presidente Calderón, que “no le ayuda en nada”, y del que sólo se salvan unos cuantos.
Evoca y cita las palabras de su padre, aún candidato presidencial, en 1945, que se referían precisamente a lo indispensable que es, para un presidente, no actuar en solitario.
Decía Miguel Alemán Valdés, el “cachorro de la Revolución Mexicana”, como lo llamó Vicente Lombardo Toledano:
El programa que la próxima administración desarrolle no puede ser el que un solo individuo o un solo grupo elabore en el secreto de su propia inteligencia, sino el que resulte como fruto de una campaña en que el candidato dialogue con el pueblo, consulte con los técnicos, estudie los diversos aspectos de cada problema, logre un plan de acción coherente, y llegue con la nación entera a convicciones firmes y compromisos concretos.
Alemán Velasco no se anima a hacer comparaciones directas. Pero a lo largo de la plática desliza que el actual gobierno no tiene equipo ni un plan de acción coherente y claro.
Recuerda que la presidencia de su padre tampoco fue fácil. El mundo estaba destruido, material y emocionalmente, por la recién concluida Segunda Guerra Mundial; las economías estaban en la lona, peor que ahora, y la mexicana no era la excepción, asfixiada por múltiples carencias y dificultades.
Aun así, Alemán Valdés emprendió un proceso de industrialización rápido, a través de la sustitución de importaciones; impulsó una febril construcción de infraestructura, que dio trabajo a millones, impulsó el crecimiento de la empresa mexicana, incentivó el turismo, hizo crecer a la clase media…
Y a pesar de los excesos reconocidos –control de los medios de comunicación, sometimiento de gobernadores, represión sindical, corrupción, privilegios a empresarios, entre otros–, el presidente Alemán Valdés encaró de manera solvente su circunstancia, que se complicó aún más por la persistente rebelión de generales que se sintieron desplazados por la llegada de un civil a la Presidencia de la República.
“Mi padre decía que la política es una ciencia de conciencia, constancia y circunstancia; y que ésta última pesaba más que las otras”, dice Alemán Velasco, quien reconoce que a Felipe Calderón le ha tocado bailar con la más fea.
Explica: “Primero, llegar a la Presidencia con la duda de que haya ganado la elección, que ha implicado gobernar un país partido a la mitad, cosa que es muy difícil; luego, cargar con el descrédito que le heredó el gobierno anterior. El presidente Fox llegó con una simpatía enorme, con una carga de esperanza impresionante, y la desperdició.
“Después, una crisis económica inédita, diferente, que nos pegó más a nosotros porque estamos más cerca de Estados Unidos, pero que hizo perder la confianza de la gente en el gobierno porque al principio nos dijeron que sólo nos iba a dar un catarrito.
“Ha sido un rosario de calamidades. Crisis, narcotráfico, violencia, sequías, inundaciones… Todo ha ocurrido al mismo tiempo; ya nomás falta un terremoto. Todo se le ha venido encima al presidente. Cosa que la oposición aprovecha para decir que la culpa de todo la tiene el gobierno. Y la mayoría de la gente lo repite: pues sí, el gobierno es el culpable.”
Pero el presidente, dice, no se ayuda ni le ayuda su gabinete. Alemán Velasco no se arredra para señalar a quiénes han funcionado y a quiénes no.
“Del gabinete –dice– sólo rescataría al secretario de Hacienda; al de Gobernación, al actual –precisa–; al de Comunicaciones y Transportes, y a la de Relaciones Exteriores. Bueno, quizá al del Trabajo también, porque cada vez que hay pleito saca la cabeza y defiende al presidente. Pero ninguno más.”
Ni los dirigentes, ni los legisladores del PAN, ni los miembros de su equipo le ayudan al presidente, insiste el entrevistado. “Tienen muchas fallas. No le ayudan a enderezar el rumbo del gobierno, y ni siquiera cuidan su imagen”.
E insiste: “Lo que debería hacer el presidente es revisar urgentemente su equipo y sacar al que no esté funcionando”, que son varios, dice, pero pone la mira en dos, sin mencionarlos por su nombre, aunque sí su cargo:
El secretario de Salud, José Ángel Córdova Villalobos, por el “pésimo tratamiento” que se le ha dado al caso de la influenza. “Nosotros dimos la voz de alerta en el mundo, y fuimos los últimos en recibir las vacunas, pocas, dirigidas sólo a grupos escogidos y con dudas sobre su efectividad. No hay una información clara.”
Y el secretario de Economía, Gerardo Ruiz Mateos, de los más cuestionados por su falta de presencia en las decisiones para remontar la crisis. “La economía es la economía. Esta crisis dejó de ser financiera y ahora es social y económica. Es la economía de todos nosotros, el bolsillo de cada quien”. Y al secretario no se le ve. No asoma ningún plan industrial, de empuje a las empresas.
Y ante el poco tino que ha tenido el presidente para elegir a su equipo de trabajo, a Alemán Velasco le sorprende aún más la duda que tiene Calderón para decidir quién quedará al frente del Banco de México, ante la que parece inminente salida de Guillermo Ortiz, quien no goza de las simpatías del presidente, pero al que Alemán Velasco defiende: “Para mí ha sido un excelente gobernador del BdeM; no conozco a alguien mejor que pudiera estar ahí. Debería quedarse”.

El PRI ya aprendió

Las fallas e inconsistencias del PAN, sus dirigentes y legisladores, y del equipo de trabajo del presidente, involuntariamente están allanando el camino para que el PRI regrese a la Presidencia, sugiere Alemán Velasco.
“Ya aprendimos y reconocimos lo que hicimos bien y lo que hicimos mal en 70 años de gobierno. Nos alejamos mucho de la gente y no atendimos a satisfacción la cuestión social. Por eso perdimos la Presidencia; la gente ya no quería ver las mismas caras.”
Pero hoy, asegura, su partido está muy fuerte. “Tiene muchos y muy buenos jóvenes, preparados y con muchas ganas y conocimientos”.
–El PRI tiene presidenciables muy visibles y muy activos. Para usted, ¿cuáles son los que tienen posibilidades reales?
–Pues yo veo a varios, sobre todo a nivel de gobernadores y de senadores, y del partido también. Veo tendido a Enrique Peña Nieto…
–También Fidel Herrera, su sucesor en Veracruz, se apunta…
–Pero antes que Fidel, veo más bien al de Hidalgo (Miguel Ángel Osorio Chong); a la gobernadora de Yucatán (Ivonne Ortega), que podría dar la sorpresa; al exgobernador de Nuevo León (Natividad González) y al actual (Rodrigo Medina), que va a ser un excelente gobernador. Hay otro, que me parece que su trabajo habla por él: el de Coahuila (Humberto Moreira), que no está mal.
–¿Y de los senadores?
–Sin duda, Manlio Fabio Beltrones. Pero también está la senadora María de los Ángeles Moreno, que es muy buena en economía y muy buena administradora, aunque no tiene ese ángel que tienen otros candidatos.
–¿Y de la estructura del partido?
–Por supuesto, Beatriz Paredes. Es la cabeza más inteligente que actualmente tenemos en el partido, que espero no la pierda como el anterior presidente (Roberto Madrazo). Si se mantiene con la inteligencia que tiene y dirige al partido, gana.
–Sin embargo, es la que más golpes bajo la mesa recibe: le acusan de estar muy pegada a Felipe Calderón…
–Pues tiene que estar pegada al presidente de la República, sea quien sea, y al secretario de Gobernación. Esa es la labor de un presidente de partido.
–Y su gallo, ¿quién es?
–Se lo digo en 2011.
–¿Será Carlos Salinas un factor clave en la gran decisión del PRI?
–Los expresidentes tienen el mismo poder que un Tehuacán sin gas.
–No me diga… Salinas es un verdadero animal político. Va al Estado de México, a Oaxaca, a Veracruz, aquí mismo en el Distrito Federal. Se la pasa tejiendo, armando redes, tendiendo puentes…
–Pero no es más que un gran maestro de la comunicación…

La izquierda también puede

En el caso de los partidos de izquierda, en cambio, Miguel Alemán no se anima a señalar “presidenciables” con posibilidades reales. Menciona, más en tono de cortesía, a la gobernadora de Zacatecas, Amalia García, de quien dice “ha hecho el mejor gobierno” en ese estado. También a los gobernadores de Baja California Sur, Narciso Agúndez, que “ha hecho muy buen trabajo”, y al de Guerrero, Zeferino Torreblanca, que, aunque el estado “es muy difícil”, “no lo ha hecho mal”.
–¿Y Andrés Manuel López Obrador, que ya se autodestapó?
–Le voy a decir una locura: si López Obrador fuera presidente, en vez de estar haciendo y diciendo todo lo que hace y dice, lo del petróleo ya estaría caminando, igual que con Lula en Brasil.
–Pues sí que sorprende lo que dice. Muchísima gente, los empresarios por delante, le acusan de ser anacrónico, de ser fundamentalista en el discurso y en los hechos; de decir no a todo. Sobre todo en relación con el petróleo, que para él y su movimiento, no se toca ni con el pensamiento. En Brasil, la paraestatal petrolera, Petrobras, cotiza en bolsa, explora y explota con empresas extranjeras y comparte con ellas la renta petrolera. Aquí, primero muertos…
–Pues así eran en Brasil. Lula mismo y su gente. Cuando era gobernador de Sao Paulo me tocó verlo allá, en varios viajes que hicimos con Porfirio Muñoz Ledo, y era pecado también allá tocar el petróleo. Pero llegó a la Presidencia y dijo: no, me equivoqué.
–¿Cree que López Obrador tendría esa capacidad de cambiar, de ver hacia adelante?
–Con un peligro: que podría hacerlo al estilo de Hugo Chávez, en Venezuela. Pero lo que quiero decirle es que si ya vimos lo que hizo la izquierda en España antes, y lo que ha hecho ahora en Brasil… ¿por qué no pensar que también aquí la izquierda puede hacerlo?
–La pregunta es, más bien, si realmente hay una izquierda en el país…
–La izquierda está cometiendo exactamente el mismo error que cometió el PRI al final de sus 70 años en el poder: sólo buscar clientelas; estar en contra de todo; echarle la culpa a otros, siempre…

Palabras y cifras ficticias de Calderón


En lugar de impulsar medidas que resuelvan o aminoren los más graves problemas del país –empezando por reconocerlos–, el presidente Felipe Calderón, quien parece confundir la tarea de gobernar con la oratoria, se encuentra sobre todo preocupado por el optimismo o pesimismo, por las expectativas o el desaliento que sus palabras –y sus cifras– puedan generar.
Por ejemplo, en diciembre de 2008, durante una entrevista televisiva señaló que para enfrentar la crisis económica que se avecinaba tenía que atenderse “también la parte de expectativas, de liderazgo adaptativo que nos permita enfrentar y superar esta adversidad”.
Y en enero de 2009, al discrepar (en Davos, Suiza) del pronóstico de decrecimiento que expresó el gobernador del Banco de México, Guillermo Ortiz (quien por cierto fue más certero en su cifra que Calderón), el presidente sentenció:
“Yo creo que tan malo es generar expectativas sobradas o infundadas, infundadamente optimistas, como también generar expectativas cada vez más negativas y deterioradas que también puedan carecer de fundamentos sólidos (…) Yo prefiero ubicarme en un escenario equilibrado, realista; es la instrucción que le he dado a mi gobierno…”
Para confirmar su convicción de que se puede vencer la adversidad generando expectativas, en sus más recientes mensajes presidenciales exhibe un sorprendente afán transformador cuando, justamente, hay una mayoría opositora en la Cámara de Diputados y, por lo mismo, sus posibilidades de concretarlo se reducen de manera notable.
El 2 de septiembre, en el mensaje que dirigió con motivo de su tercer informe de gobierno, Calderón propuso un decálogo transformador; y el pasado domingo 29 de noviembre refrendó dicho compromiso y anunció algunas de sus propuestas en el ámbito político.
Parece haber olvidado que incluso cuando su partido era la primera fuerza legislativa en ambas cámaras sus proyectos de reforma sufrieron modificaciones sustanciales. En la actualidad este fenómeno seguramente se acentuará (como acaba de suceder con su propuesta de reforma fiscal y su presupuesto de egresos para 2010). Cuando tenga en sus manos los resultados legislativos, aunque éstos se hallen muy lejos de sus propuestas, lo más probable es que, además de congratularse por lo conseguido, advierta que es necesario avanzar más a fondo en las reformas de segunda generación.
Por lo pronto, en sus actuales mensajes –infundadamente optimistas– destaca los presuntos logros de su gobierno y asegura que hubo un adecuado manejo de la crisis económica, con el que “pudo aminorarse” su impacto sobre el empleo y el ingreso de las familias. Además de que no tiene ninguna responsabilidad, pues, de acuerdo con sus palabras, “no estaba en manos de México el poder evitar una crisis internacional que no sólo no se evitó a nivel mundial –nadie podía hacerlo, quizá–, sino que ni siquiera, honestamente, nadie la previó en esa magnitud. Esa es la verdad”.
Si eso ocurre con las palabras, veamos algunos ejemplos de lo que pasa con las cifras.
En sólo tres meses de su guerra contra el narco (del 2 de septiembre al 29 de noviembre), el número de vehículos decomisados subió de “casi 22 mil vehículos” a “25 mil”, mientras que la droga incautada pasó de ser el equivalente a “80 dosis” para cada joven mexicano entre los 15 y 30 años de edad, según el primer discurso, a “casi 100 dosis”, de acuerdo con el segundo.
En el campo de la educación no ocurre nada diferente, pues si en septiembre se habían remodelado 16 mil escuelas, para noviembre el número ascendía a más de 20 mil.
Igualmente, si en el primer mensaje la pobreza extrema afectaba a “uno de cada cinco mexicanos”, es decir, a 21 millones de pobladores, en el segundo ya eran sólo 19 millones.
Y, desde luego, el lacerante problema del desempleo tuvo también, en las palabras y cifras de Calderón, una disminución tan veloz como asombrosa. En septiembre señaló que mientras en la crisis de 1995 se perdieron más de 10% de las plazas formalmente ocupadas, en 2009 sólo habían disminuido en un porcentaje “menor de 2%: 1.6% para ser exactos”, aunque para noviembre únicamente había desaparecido “…uno de cada 100 empleos formales en el país”.
Al respecto, cabe advertir que mientras en enero de este año el secretario de Economía, Gerardo Ruiz Mateos, declaró que en 1995 “se perdieron 750 mil trabajos”, las cifras del IMSS establecieron que de octubre de 2008 a agosto de 2009 el número de trabajadores asegurados –por contar con un empleo formal– disminuyó en 646 mil. (La Secretaría del Trabajo calculó que los despedidos habían sido 621 mil.)
Pese a todo, los anuncios y cifras alentadores de los discursos de Calderón no le permitieron modificar la percepción de los mexicanos, pues de acuerdo con la última encuesta del periódico Reforma, más de la mitad de la población, 52% para ser exactos, considera que el país va por mal camino, y únicamente 27% (poco más de una cuarta parte) piensa que va por buen camino. Son las peores cifras para Calderón desde que él hace declaraciones y cálculos desde el gobierno.

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