29 diciembre 2009
“Haremos cambios profundos en 2010”.
Felipe Calderón.
I
Los años tercero y cuarto de un sexenio, son, con arreglo a la tradición presidencialista mexicana, los años de consolidación de lo diseñado y emprendido en los primeros dos o, a fuer de exactos, los primeros cien días.
La experiencia histórica nos consigna que lo que no se haya hecho en esos primeros cien días –o, si se quiere, en los primeros dos años--, no suele hacerse ni el tercero ni cuarto, no obstante que éstos son los períodos de pináculo del poder de un Presidente.
Así, contra ese telón de fondo de la experiencia histórica lo que piense hacer e incluso emprenda Felipe Calderón lisa y llanamente no podrá hacerlo; cuando mucho, lo que sería dable, si acaso, es diseñar cambios, mas no tendrá tiempo para realizarlos.
Ante eso, las promesas –o amenazas, a nuestro ver— de “cambios profundos” proferidas por el señor Calderón antójanse falsas, es decir, demagógicas, ajenas a cualesquier nociones de posibilidad, probabilidad y verismo factual. Puro cuento.
Mas en el remoto caso de que don Felipe intentare realizar esos cambios, éstos, sábese, serán para consolidar un proyecto de país diseñado en 1982 por Carlos Salinas, a la sazón el secretario de despacho del enclenque de ánimo Miguel de la Madrid.
Dada esa factualidad histórica, fehaciente por documentada, el señor Salinas es el progenitor del neoliberalismo mexicano; es decir, es el padre y autor material de nuestra triste realidad omnipresente de debacle. No olvídese que don Carlos es priísta.
II
Don Carlos y su hermano mayor, Raúl, coquetearon alguna vez con la izquierda ideológica, primero, y luego, política, e incluso financiaron con propósitos de ejercer presión al poder, la creación de organizaciones campesinas de choque.
Para ello, el mayor de los hermanos se rodeó de ex guerrilleros de endeble condición vocativa y naturaleza inclinada a la molicie, con quienes organizó esos grupos de choque encendiendo teas de organizaciones para iluminar la mezquindad del personaje.
Esas organizaciones de choque y de presión política aún persisten, ocultando su origen artificial y ajenas a la inspiración raulista, pues el primogénito Salinas parece volcado hoy a su pasión original, la de los negocios al amparo del poder.
Cuando arribó a Los Pinos, don Carlos traía viada, pues como secretario secuestrador de la voluntad y el albedrío del débil de entereza don Miguel, vendió sus servicios a quien, desde estudiante en Stanford, lo había contratado como su agente en México.
Y como agente del imperialismo estadunidense instalado en la Presidencia de la República, don Carlos entregó México a consorcios trasnacionales y abrió las puertas a la privatización de las empresas sociales vía el TLCAN. Vendió Telmex. Y bancos.
III
Así, México se convirtió en provincia económica de EU, statu quo aun vigente y con consecuencias dramáticas por trágicas: gran desempleo, más pobreza, rampante inflación y alto costo de la vida, terrible inseguridad pública y social, e incertidumbre.
El Tratado de Libre Comercio de la América del Norte obliga a México a ser saqueado del todo; lo obliga a ser víctima cautiva pillaje, rapiña y despojo, en un contexto de capitalismo salvaje y, por tanto, brutal. Nos condena a la pobreza.
Nos obliga ese Tratado a la dependencia ignominiosa de la economía mexicana con respecto a la de EU y a la dependencia en la toma de decisiones estratégicas del Estado; nos obliga a ser comparsa de EU. A hacer guerras al narco. Y al pueblo mismo.
Nos obliga a mantener draconiamente un régimen de relaciones de producción y fuerzas productivas sin rectoría ni planificación del Estado, nada menos que financiado por nosotros mismos. Nos lleva a un statu quo opuesto a nuestros intereses.
En ese contexto,¿cuáles serían los “cambios profundos” que nos ofrece? ¿Nos liberará de seguir financiando nosotros nuestra propia victimización? ¿Que paguen impuestos los ricos? Nada de eso. Los cambios ofrecidos son para empeorar. Así será el 2010.
ffponte@gmail.com
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