15 diciembre 2009
Y ha sido, si se puede, todavía más fársico que aquél que definía don Jacinto Benavente. Con la diferencia que éste no tiene siquiera pizca de gracioso. Si acaso por momentos melodramático. Pero eso sí, al menos entretenido, por la cantidad de personajes variopintos que pisan y pasan por el escenario de la política mexicana.
Los días recientes son la muestra mejor de que todos desempeñan un papel que el poder superior les ha asignado y que a su vez sigue el guión de uno más arriba como una adaptación del juego de las matrioshkas a las marionetas.
O díganme si no es el caso de la reciente designación de Raúl Plascencia en la Comisión Nacional de Derechos Humanos: un funcionario light, que no dé tanta lata y al que se le pueda poner en paz con un grito de panistas y priístas que lo colocaron ahí. En paralelo nos perdimos de un ombudsman de a de veras como Emilio Álvarez Icaza por el doble pecado de ser de izquierda y no dejarse mangonear por nadie.
En condición similar se encontró el quijotesco Arturo González de Aragón que no fue ratificado en la Auditoría Superior de la Federación porque los señores de los partidotes querían a un muñeco manipulable y no a un hombre probo y fuerte.
Y qué decir del numerito del relevo en el Banco de México. Y de los ingenuos que apostaban a que sería una decisión de Estado y nunca un capricho personal, porque la permanencia de todos en sus puestos era la mejor señal para los mercados. Y ni modo, a apechugar la realidad: el Sr. Ortiz se va del Banco de México —a pesar de sus altísimas calificaciones dentro y fuera— porque le es antipático al presidente, porque no lo obedeció con lo de las tasas de interés y porque no es un habitué de Los Pinos; en cambio el Sr. Carstens se va al Banco de México —a pesar de sus bajísimas calificaciones dentro y fuera— porque como secretario de Hacienda le aguantó todos sus gritos al presidente y porque en su nueva chamba seguirá siendo obsecuente con todos sus dictados y con un agradecimiento infinito. La cosa estaba tan planchada con sus aliados priístas que Calderón ni siquiera guardó las formas para esperar el trámite de la aprobación senatorial para nombrar relevos: en Hacienda otro cuate incondicional, a quien los empresarios dicen que están dispuestos a ayudar… a que les cobre menos impuestos; y de quien se especula fue puesto ahí para catapultarlo o eliminarlo de la grande, según anden los humores.
Y a propósito de escenarios, la foto en primera del sábado en EL UNIVERSAL puede ser engañosa: pareciera que “Juanito” en El Blanquita está por alzar el vuelo. Pero no, en realidad empieza a desmadejarse. Como un muñeco al que sus titiriteros cortaron sus hilos.
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