Bajo la Lupa
*“Gulfo”: petrodivisa árabe del CCPAG para desplazar al dólar
El dólar estadunidense, en riesgo de ser desplazado como petrodivisa.Foto Reuters*“Gulfo”: petrodivisa árabe del CCPAG para desplazar al dólar
El clásico pequeño Medio Oriente” –a no confundir con el “gran Medio Oriente” de los geoestrategas israelíes, quienes lo extienden hasta Cachemira, el Cáucaso, Mauritania y Somalia (el cuerno de África)– exhibe un nuevo orden pentapolar regional que desplazó su centro de gravedad más al norte y noreste (el mar Caspio: la tercera reserva de hidrocarburos del mundo) y consta de tres añejas potencias –Egipto, Arabia Saudita e Israel–, ubicadas en el centro-sur, y dos nuevas potencias emergentes en el norte-centro (Turquía e Irán).
La debilidad de Turquía e Irán, dos medianas potencias militares, radica en el ámbito financiero dominado todavía por la dupla anglosajona (y su aliado israelí), mientras Arabia Saudita representa la máxima potencia financiera tanto del mundo árabe como islámico, lo cual se deriva de su sabio manejo de los hidrocarburos (al revés del “México neoliberal”, que se quedó prácticamente sin banca nacional, lo cual demuestra la validez de nuestro axioma sobre el inextricable binomio “hidrocarburos-banca”) y bajo cuya sombra se ha cobijado el restante de las otras cinco petromonarquías árabes del Golfo Pérsico, quienes han creado el bloque comercial CCPAG (Consejo de Cooperación de los Países Árabes del Golfo), que excluye a dos países ribereños: uno árabe, Irak (bajo ocupación anglosajona), y otro persa, Irán, ambos de mayoría chiíta.
No es ninguna novedad: en nuestro libro Hacia la desglobalización (Jorale Editores, 2007) expusimos la tendencia a nuevas “regionalizaciones” en que destacan los proyectos de divisas comunes tanto del Mercosur como del CCPAG, quien busca para 2010 la concreción de lanzar la divisa compartida “gulfo”, según los deseos de su reciente cumbre celebrada en Kuwait (An-Nahar, 16/12/09).
La crisis de Dubai y la feroz querella financiera entre Kuwait y el siniestro Grupo Carlyle –que controla el nepotismo dinástico texano de los Bush (su representante local es Luis Téllez Kuenzler, quien tanto daño le ha causado a México para beneficiar a Estados Unidos)–, catalizaron el nuevo arreglo para lanzar el “gulfo”, a lo que estaba reticente Kuwait, a quien siempre señalamos como una “gasolinera anglosajona en el desierto” y que ahora empieza a quitarse los grilletes de su dependencia, como fue notorio durante la conferencia anual FIKR (que significa “pensamiento” en árabe) y donde se realizó un correcto diagnóstico sobre la decadencia financiera y económica de Estados Unidos.
Sobra narrar que el hoy quebrado grupo petrolero texano Carlyle estafó enormes sumas de dinero a Kuwait (arabfinance, 2/12/09). ¿Cuánto no habrá saqueado el Grupo Carlyle al “México neoliberal”?
Las seis petromonarquías del CCPAG –Arabia Saudita, Kuwait, Qatar, Bahrain, Omán y los Emiratos Árabes Unidos (que comprenden Dubai y Abu Dhabi)–, creado hace 28 años, tienen un territorio de casi 2.7 millones de kilómetros cuadrados, una población total de 40 millones, un PIB (nominal) de 1.1 billones de dólares y, sobre todo, detentan alrededor de 45 por ciento de las reservas de petróleo y 25 por ciento del gas a escala planetaria.
En la fase de la “sequía crediticia” global la suma de sus reservas de divisas colocaría al CCPAG en el cuarto lugar mundial con 476 mil 943 millones de dólares, detrás de China, Japón y la eurozona, y por delante de Rusia, India, Corea del Sur y Brasil.
Arabia Saudita sola (que de por sí ya ostenta el cuarto lugar mundial) aporta 83 por ciento de todas las reservas; de allí que su capital Riad sea la sede del nuevo banco central de la unión monetaria del CCPAG.
El polémico analista británico Ambrose Evans-Pritchard, portavoz oficioso de los intereses financieros de la City, considera que el “gulfo”, basado en el modelo del euro, constituye “la más reciente amenaza a la hegemonía del dólar” (The Daily Telegraph, 15/12/09).
Lo peor: es probable que “desplace potencialmente (sic) al dólar como la divisa para cotizar los contratos de petróleo”, además de gozar una enorme “influencia en los intercambios mundiales de divisas y en los mercados de capitales”. A su juicio, “su influencia financiera sería igual a la de China”, lo cual suena muy exagerado.
Ambrose Evans-Pritchard amarra las clásicas navajas balcanizadoras entre sunitas y chiítas, así como entre árabes y persas: “los países sunitas (sic) del Golfo están profundamente preocupados sobre las grandes (sic) ambiciones de poder del chiíta Irán y su búsqueda de armas nucleares, al punto de que el tema de una posible guerra (¡súper-sic!) entre Irán y una constelación (sic) de países encabezados por Arabia Saudita ha irrumpido en los debates de los medios”.
Evans-Pritchard padece la obsesión tanto por una tercera guerra mundial como por una guerra regional medioriental con el fin de que prevalezcan los intereses financieros israelí-anglosajones. Nada más que se equivoca vulgarmente al tildar al CCPAG de “sunita” en su totalidad, cuando la isla de Bahrain exhibe una notable mayoría chiíta (casi 70 por ciento de chiítas frente a 30 por ciento de sunitas del total islámico), lo cual confiesa hasta el gobierno británico (British Foreign and Commonwealth Office), a quien no consultó en su intrépida propaganda bélica.
La percepción regional cuenta y llama la atención el enfoque militar de The Daily Times (de Pakistán: gran aliado de Arabia Saudita; 16/12/09), quien afirma que las seis petromonarquías árabes “aliadas de Estados Unidos (sic)”, quienes “comparten los temores de Washington sobre el programa nuclear iraní”, acordaron formar “una fuerza conjunta de intervención rápida contra las amenazas a su seguridad”, como sucede ahora en Yemen.
Al Jazeera (15/12/09), con sede en Qatar, se centra en la unión monetaria del CCPAG, que produce 15 millones de barriles al día, pero tampoco pasa por alto que varios de ellos “hospedan bases militares de Estados Unidos” –a las que habría que agregar la más reciente de Francia en los Emiratos Árabes Unidos (ver “Radar Geopolítico”, Contralínea, 13/12/09)– y “han gastado miles de millones de dólares para robustecer sus fuerzas militares después de la invasión de Irak a Kuwait”.
Se desprende la alta vulnerabilidad militar del CCPAG, paradójicamente una potencia geoeconómica y geofinanciera.
El rotativo libanés An-Nahar (16/12/09) se enfocó más a desechar las amenazas económicas de Irak “en elevar en forma masiva su producción”, que pasaría de 2.5 a 12 millones de barriles al día, a la par de Arabia Saudita, en los próximos años.
La cumbre del CCPAG consistió en un arte acrobático entre el apoyo irrestricto a Arabia Saudita en su combate contra la secesión de la tribu “houthi” chiíta de Yemen (supuestamente apuntalada por Irán) y la “oposición a cualquier acto militar contra Irán” en represalia a su programa nuclear.
En medio de la hipercomplejidad situacional se asoma el triunfo de Irán en Irak (a mayoría chiíta árabe), el nuevo competidor religioso y petrolero de Arabia Saudita, mientras una guerra de Israel contra Irán, con la bendición tácita de Estados Unidos y la OTAN, afectaría al CCPAG como a nadie.
Nada es tan linealmente maniqueo ni simplista en el Golfo Pérsico ni en el mar Rojo. Mucho menos, cuando se trata de lanzar una divisa global como el “gulfo”, que afecta intereses “hegemónicos”.
La debilidad de Turquía e Irán, dos medianas potencias militares, radica en el ámbito financiero dominado todavía por la dupla anglosajona (y su aliado israelí), mientras Arabia Saudita representa la máxima potencia financiera tanto del mundo árabe como islámico, lo cual se deriva de su sabio manejo de los hidrocarburos (al revés del “México neoliberal”, que se quedó prácticamente sin banca nacional, lo cual demuestra la validez de nuestro axioma sobre el inextricable binomio “hidrocarburos-banca”) y bajo cuya sombra se ha cobijado el restante de las otras cinco petromonarquías árabes del Golfo Pérsico, quienes han creado el bloque comercial CCPAG (Consejo de Cooperación de los Países Árabes del Golfo), que excluye a dos países ribereños: uno árabe, Irak (bajo ocupación anglosajona), y otro persa, Irán, ambos de mayoría chiíta.
No es ninguna novedad: en nuestro libro Hacia la desglobalización (Jorale Editores, 2007) expusimos la tendencia a nuevas “regionalizaciones” en que destacan los proyectos de divisas comunes tanto del Mercosur como del CCPAG, quien busca para 2010 la concreción de lanzar la divisa compartida “gulfo”, según los deseos de su reciente cumbre celebrada en Kuwait (An-Nahar, 16/12/09).
La crisis de Dubai y la feroz querella financiera entre Kuwait y el siniestro Grupo Carlyle –que controla el nepotismo dinástico texano de los Bush (su representante local es Luis Téllez Kuenzler, quien tanto daño le ha causado a México para beneficiar a Estados Unidos)–, catalizaron el nuevo arreglo para lanzar el “gulfo”, a lo que estaba reticente Kuwait, a quien siempre señalamos como una “gasolinera anglosajona en el desierto” y que ahora empieza a quitarse los grilletes de su dependencia, como fue notorio durante la conferencia anual FIKR (que significa “pensamiento” en árabe) y donde se realizó un correcto diagnóstico sobre la decadencia financiera y económica de Estados Unidos.
Sobra narrar que el hoy quebrado grupo petrolero texano Carlyle estafó enormes sumas de dinero a Kuwait (arabfinance, 2/12/09). ¿Cuánto no habrá saqueado el Grupo Carlyle al “México neoliberal”?
Las seis petromonarquías del CCPAG –Arabia Saudita, Kuwait, Qatar, Bahrain, Omán y los Emiratos Árabes Unidos (que comprenden Dubai y Abu Dhabi)–, creado hace 28 años, tienen un territorio de casi 2.7 millones de kilómetros cuadrados, una población total de 40 millones, un PIB (nominal) de 1.1 billones de dólares y, sobre todo, detentan alrededor de 45 por ciento de las reservas de petróleo y 25 por ciento del gas a escala planetaria.
En la fase de la “sequía crediticia” global la suma de sus reservas de divisas colocaría al CCPAG en el cuarto lugar mundial con 476 mil 943 millones de dólares, detrás de China, Japón y la eurozona, y por delante de Rusia, India, Corea del Sur y Brasil.
Arabia Saudita sola (que de por sí ya ostenta el cuarto lugar mundial) aporta 83 por ciento de todas las reservas; de allí que su capital Riad sea la sede del nuevo banco central de la unión monetaria del CCPAG.
El polémico analista británico Ambrose Evans-Pritchard, portavoz oficioso de los intereses financieros de la City, considera que el “gulfo”, basado en el modelo del euro, constituye “la más reciente amenaza a la hegemonía del dólar” (The Daily Telegraph, 15/12/09).
Lo peor: es probable que “desplace potencialmente (sic) al dólar como la divisa para cotizar los contratos de petróleo”, además de gozar una enorme “influencia en los intercambios mundiales de divisas y en los mercados de capitales”. A su juicio, “su influencia financiera sería igual a la de China”, lo cual suena muy exagerado.
Ambrose Evans-Pritchard amarra las clásicas navajas balcanizadoras entre sunitas y chiítas, así como entre árabes y persas: “los países sunitas (sic) del Golfo están profundamente preocupados sobre las grandes (sic) ambiciones de poder del chiíta Irán y su búsqueda de armas nucleares, al punto de que el tema de una posible guerra (¡súper-sic!) entre Irán y una constelación (sic) de países encabezados por Arabia Saudita ha irrumpido en los debates de los medios”.
Evans-Pritchard padece la obsesión tanto por una tercera guerra mundial como por una guerra regional medioriental con el fin de que prevalezcan los intereses financieros israelí-anglosajones. Nada más que se equivoca vulgarmente al tildar al CCPAG de “sunita” en su totalidad, cuando la isla de Bahrain exhibe una notable mayoría chiíta (casi 70 por ciento de chiítas frente a 30 por ciento de sunitas del total islámico), lo cual confiesa hasta el gobierno británico (British Foreign and Commonwealth Office), a quien no consultó en su intrépida propaganda bélica.
La percepción regional cuenta y llama la atención el enfoque militar de The Daily Times (de Pakistán: gran aliado de Arabia Saudita; 16/12/09), quien afirma que las seis petromonarquías árabes “aliadas de Estados Unidos (sic)”, quienes “comparten los temores de Washington sobre el programa nuclear iraní”, acordaron formar “una fuerza conjunta de intervención rápida contra las amenazas a su seguridad”, como sucede ahora en Yemen.
Al Jazeera (15/12/09), con sede en Qatar, se centra en la unión monetaria del CCPAG, que produce 15 millones de barriles al día, pero tampoco pasa por alto que varios de ellos “hospedan bases militares de Estados Unidos” –a las que habría que agregar la más reciente de Francia en los Emiratos Árabes Unidos (ver “Radar Geopolítico”, Contralínea, 13/12/09)– y “han gastado miles de millones de dólares para robustecer sus fuerzas militares después de la invasión de Irak a Kuwait”.
Se desprende la alta vulnerabilidad militar del CCPAG, paradójicamente una potencia geoeconómica y geofinanciera.
El rotativo libanés An-Nahar (16/12/09) se enfocó más a desechar las amenazas económicas de Irak “en elevar en forma masiva su producción”, que pasaría de 2.5 a 12 millones de barriles al día, a la par de Arabia Saudita, en los próximos años.
La cumbre del CCPAG consistió en un arte acrobático entre el apoyo irrestricto a Arabia Saudita en su combate contra la secesión de la tribu “houthi” chiíta de Yemen (supuestamente apuntalada por Irán) y la “oposición a cualquier acto militar contra Irán” en represalia a su programa nuclear.
En medio de la hipercomplejidad situacional se asoma el triunfo de Irán en Irak (a mayoría chiíta árabe), el nuevo competidor religioso y petrolero de Arabia Saudita, mientras una guerra de Israel contra Irán, con la bendición tácita de Estados Unidos y la OTAN, afectaría al CCPAG como a nadie.
Nada es tan linealmente maniqueo ni simplista en el Golfo Pérsico ni en el mar Rojo. Mucho menos, cuando se trata de lanzar una divisa global como el “gulfo”, que afecta intereses “hegemónicos”.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario