26 enero 2010
”Los políticos nos han traicionado”.
Gonzalo Tablada.
I
Que los personeros del poder político del Estado mexicano en los ámbitos federal y locales e incluso municipales han traicionado a la ciudadanía --que, por lo menos en lo formal, los ha elegido-- es percepción que no escapa de su propio verismo.
Dígase de otro estilo que esos personeros –panistas, priístas, perredistas, etc.— ejercen el poder para perpetuar un statu quo de opresión que nos damnifica cada vez más y sella las espitas por las que escaparían, si acaso, las presiones societales.
Visto así, eso es traición. La opresión es dramáticamente trágica y, por ende, lacera el alma nacional, haciéndola sangrar con profusión y, como secuela inevitable, debilitando nuestro alcance cognitivo y nuestros albedríos societales.
La opresión adquiere sus visos veros cuando el oprimido no registra ni discierne ni mucho menos identifica el verismo de su propia condición opresa. Por ello, su conciencia yace subsumida y es, así, ajena a la noción mera de desasirse de la opresión.
La opresión tiene los rostros de un carnaval macabro. Simulas. Y reprime.
II
Por ajena a la conciencia del cuerpo societal, esa noción se representa en parálisis que, en el caso de los pueblos de México, es evidente. Esa perlesía social es insoslayable a la perspicacia de aquellos connacionales con conciencia despierta.
Ello nos habla de la eficacia de los mecanismos o medios de control social o, a fuer de precisos, de los personeros del poder político del Estado mexicano. Esos personeros cincelan, mediante metodologías milenarias probadas, la idiosinsacrasia del mexicano.
Esa idiosincrasia contribuye decisivamente al inmovilismo. Nuestra idiosincrasia nos conduce a la pasividad estoica y a la aceptación paciente de una realidad que se nos oferta como predeterminada y, por lo mismo, inmutable.
Así, un crimen de Estado como el asesinato de 49 niños en la guardería ABC, del IMSS, subrogada por el poder político panista a particulares amigos y parientes de los “hombres de pro” no nos conmueve ni mueve a la acción. Indiferencia. Parálisis, pues.
Para cerciorarse de que la parálisis continúe, allí está pronta la disuación militar.
III
Los “hombres de pro” –desde el Presidente de la República, sus secretarios, legisladores, procurantes e impartidores de justicia, gobernadores, alcaldes, etc.—verifican que nuestra indiferencia se traduzca en anuencia implícita a sus crímenes.
Por esa acera deambulamos. Las fuerzas que esculpen y burilan nuestra idiosincrasia son constantes, reiterativas, fomentadoras de la ignorancia (y los prejuicios, supersticiones y supercherías) y la ubícua y omnipresente pobreza.
La ignorancia –la media nacional de escolaridad es patéticamente baja— y la pobreza son administradas, regenteadas y manejadas como un recurso estratégico de control social. La ignorancia y la pobreza nos hace vulnerables y, por ende, dependientes.
Y lo que suponemos parálisis del poder político panista, priísta, perredista, etc., del Estado es, en realidad, descomposición. A mayor descomposición, uso intensivo, más amplio, desesperado incluso, de los mecanismos de control social.
Así estamos los mexicanos. Sin esperanzas de una esperanza. Empero…
ffponte@gmail.com
Gonzalo Tablada.
I
Que los personeros del poder político del Estado mexicano en los ámbitos federal y locales e incluso municipales han traicionado a la ciudadanía --que, por lo menos en lo formal, los ha elegido-- es percepción que no escapa de su propio verismo.
Dígase de otro estilo que esos personeros –panistas, priístas, perredistas, etc.— ejercen el poder para perpetuar un statu quo de opresión que nos damnifica cada vez más y sella las espitas por las que escaparían, si acaso, las presiones societales.
Visto así, eso es traición. La opresión es dramáticamente trágica y, por ende, lacera el alma nacional, haciéndola sangrar con profusión y, como secuela inevitable, debilitando nuestro alcance cognitivo y nuestros albedríos societales.
La opresión adquiere sus visos veros cuando el oprimido no registra ni discierne ni mucho menos identifica el verismo de su propia condición opresa. Por ello, su conciencia yace subsumida y es, así, ajena a la noción mera de desasirse de la opresión.
La opresión tiene los rostros de un carnaval macabro. Simulas. Y reprime.
II
Por ajena a la conciencia del cuerpo societal, esa noción se representa en parálisis que, en el caso de los pueblos de México, es evidente. Esa perlesía social es insoslayable a la perspicacia de aquellos connacionales con conciencia despierta.
Ello nos habla de la eficacia de los mecanismos o medios de control social o, a fuer de precisos, de los personeros del poder político del Estado mexicano. Esos personeros cincelan, mediante metodologías milenarias probadas, la idiosinsacrasia del mexicano.
Esa idiosincrasia contribuye decisivamente al inmovilismo. Nuestra idiosincrasia nos conduce a la pasividad estoica y a la aceptación paciente de una realidad que se nos oferta como predeterminada y, por lo mismo, inmutable.
Así, un crimen de Estado como el asesinato de 49 niños en la guardería ABC, del IMSS, subrogada por el poder político panista a particulares amigos y parientes de los “hombres de pro” no nos conmueve ni mueve a la acción. Indiferencia. Parálisis, pues.
Para cerciorarse de que la parálisis continúe, allí está pronta la disuación militar.
III
Los “hombres de pro” –desde el Presidente de la República, sus secretarios, legisladores, procurantes e impartidores de justicia, gobernadores, alcaldes, etc.—verifican que nuestra indiferencia se traduzca en anuencia implícita a sus crímenes.
Por esa acera deambulamos. Las fuerzas que esculpen y burilan nuestra idiosincrasia son constantes, reiterativas, fomentadoras de la ignorancia (y los prejuicios, supersticiones y supercherías) y la ubícua y omnipresente pobreza.
La ignorancia –la media nacional de escolaridad es patéticamente baja— y la pobreza son administradas, regenteadas y manejadas como un recurso estratégico de control social. La ignorancia y la pobreza nos hace vulnerables y, por ende, dependientes.
Y lo que suponemos parálisis del poder político panista, priísta, perredista, etc., del Estado es, en realidad, descomposición. A mayor descomposición, uso intensivo, más amplio, desesperado incluso, de los mecanismos de control social.
Así estamos los mexicanos. Sin esperanzas de una esperanza. Empero…
ffponte@gmail.com
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