18 febrero 2010
“Estamos despertando”.
María Francisca Cedros.
María Francisca Cedros.
I
Antójase verismo que los personeros panistas, priístas, perredistas et al del poder político del Estado mexicano y sus patrones, los que se ostentan dueños de México y asì rapiñan al país, tendrían pesadillas de indicios de que la gente se alza para quitarlos.
Y no en vano. Los mexicanos se están concientizando rápidamente acerca de la realidad que los oprime y, por ello, por esa toma de conciencia, registran, disciernen e identifican a cabalidad lo que hace apenas unos meses no les parecía insoslayable.
La concientizaciòn tiene su propia dialéctica: identificado el problema, lo siguiente es imposponible: conocer sus causas en gradación variopinta de objetividad. En esa secuencia se accede a otro estadio de conciencia: resolver uno mismo el problema.
Y en ello estamos. Muchos estratos y sustratos de la sociedad mexicana –las clases medias principalmente— reacios otrora a justificar la opresiva realidad o, de plano, negarla, u otorgarle el beneficio de la duda al poder político, tienen ya otra percepción.
Y esa percepción es la de que la causal del problema que nos aqueja a todos –excepto a los sedicentes propietarios de México, los oligarcas de impunidad ofensiva y cinismo arrogante-- es la actuación de Felipe Calderón, que consideran inepta.
Así se explican ciertos sucedidos dramáticos de reciente cuño, emblematizados en los reclamos airados de las dolientes y valerosas madres de los 16 adolescentes asesinados en la mártir Ciudad Juárez hace unas semanas y la insensibilidad del poder político.
II
Empero, hay otros casos emblemáticos también, ocurridos con triste espectacularidad: los 49 niños muertos en la guardería ABC, en Hermosillo, por un incendio causado por la irresponsabilidad y avaricia de empresarios de poca monta cercanos al poder político.
A esa violencia súmase otra, la de la vertiente sangrienta del crimen organizado, la del narcotráfico, más visible que otras vertientes, como, v.gr., la de los bancos y casas de bolsa y otros oficios igualmente antisociales, como vender la impartición de justicia.
Ese acervo de ominosidades se engrosa, a saber: las prácticas antisociales –antipueblo, antiMéxico-- del poder político en materia de economía y desarrollo humano, cuyas secuelas (desempleo, pobreza, incertidumbre, etc.) son brutales.
En ese contexto de exacción y violencia económica en agravio de la población civil se insertan ciertas políticas para disuadir e inhibir la disidencia e incluso la mera discrepancia organizadas por los estratos y sustratos sociales más politizados.
Tal es, dígase sin tapujos, la misión de las Fuerzas Armadas de tierra, mar y aire que comanda el Presidente de Facto, el señor Calderón, quien utiliza a aquellas con un evidente fin político: legitimar su presidencialado ilegítimo. Y reprimir. O cohechar.
Reprimir a los trabajadores cuyos derechos el mismo poder político del Estado conculca y viola –mineros, electricistas, etc.— o, como en el caso de reclamos ardorosos de juarenses, intentar cohecharlos con 500 millones de pesos.
III
Todas esas prácticas antisociales diseñadas y ejercidas por un poder político del Estado mexicano que muéstrase, confirmadamente, poseído por patologías que oscilan entre psicopatía y sociopatía. Hay una vena criminógena en ese poder político.
Sin embargo, exigir la renuncia del señor Calderón e incluso deponerlo por cualesquier vías, incluyendo la de la fuerza (moraleja del “grito” de Hidalgo en 1810 y el llamado a las armas de Madero en 1910 para derrocar a Díaz) no es la solución.
Ello, sin duda, no es óbice para que don Felipe y los demás personeros del poder político y de los que representan y abanderan, los oligarcas, no sientan temores y sufran pesadillas de una ciudadanía tomando conciencia y darse así a resolver el problema.
La mafia del poder (políticos y burócratas de alta ralea al servicio del poder real, el del dinero, local o trasnacional español, canadiense o estadunidense) le teme al despertar de la conciencia de quienes que, como las madres juarenses, son insobornables.
Por supuesto, esas madres juarenses y las de los niños de la ABC no van a derrocar al señor Calderón, pero su bravura es contagiosa y, dado ese atributo, se convierte en un agente muy poderoso de catálisis e inspiración de valor civil detonantes de cambio.
Y lo que más le teme la mafia del poder es que la ciudadanía tome iniciativas y resuelva problemas que el Estado no ha sabido ni podido ni querido resolver. El poder político le teme al poder ciudadano.
ffponte@gmail.com
Antójase verismo que los personeros panistas, priístas, perredistas et al del poder político del Estado mexicano y sus patrones, los que se ostentan dueños de México y asì rapiñan al país, tendrían pesadillas de indicios de que la gente se alza para quitarlos.
Y no en vano. Los mexicanos se están concientizando rápidamente acerca de la realidad que los oprime y, por ello, por esa toma de conciencia, registran, disciernen e identifican a cabalidad lo que hace apenas unos meses no les parecía insoslayable.
La concientizaciòn tiene su propia dialéctica: identificado el problema, lo siguiente es imposponible: conocer sus causas en gradación variopinta de objetividad. En esa secuencia se accede a otro estadio de conciencia: resolver uno mismo el problema.
Y en ello estamos. Muchos estratos y sustratos de la sociedad mexicana –las clases medias principalmente— reacios otrora a justificar la opresiva realidad o, de plano, negarla, u otorgarle el beneficio de la duda al poder político, tienen ya otra percepción.
Y esa percepción es la de que la causal del problema que nos aqueja a todos –excepto a los sedicentes propietarios de México, los oligarcas de impunidad ofensiva y cinismo arrogante-- es la actuación de Felipe Calderón, que consideran inepta.
Así se explican ciertos sucedidos dramáticos de reciente cuño, emblematizados en los reclamos airados de las dolientes y valerosas madres de los 16 adolescentes asesinados en la mártir Ciudad Juárez hace unas semanas y la insensibilidad del poder político.
II
Empero, hay otros casos emblemáticos también, ocurridos con triste espectacularidad: los 49 niños muertos en la guardería ABC, en Hermosillo, por un incendio causado por la irresponsabilidad y avaricia de empresarios de poca monta cercanos al poder político.
A esa violencia súmase otra, la de la vertiente sangrienta del crimen organizado, la del narcotráfico, más visible que otras vertientes, como, v.gr., la de los bancos y casas de bolsa y otros oficios igualmente antisociales, como vender la impartición de justicia.
Ese acervo de ominosidades se engrosa, a saber: las prácticas antisociales –antipueblo, antiMéxico-- del poder político en materia de economía y desarrollo humano, cuyas secuelas (desempleo, pobreza, incertidumbre, etc.) son brutales.
En ese contexto de exacción y violencia económica en agravio de la población civil se insertan ciertas políticas para disuadir e inhibir la disidencia e incluso la mera discrepancia organizadas por los estratos y sustratos sociales más politizados.
Tal es, dígase sin tapujos, la misión de las Fuerzas Armadas de tierra, mar y aire que comanda el Presidente de Facto, el señor Calderón, quien utiliza a aquellas con un evidente fin político: legitimar su presidencialado ilegítimo. Y reprimir. O cohechar.
Reprimir a los trabajadores cuyos derechos el mismo poder político del Estado conculca y viola –mineros, electricistas, etc.— o, como en el caso de reclamos ardorosos de juarenses, intentar cohecharlos con 500 millones de pesos.
III
Todas esas prácticas antisociales diseñadas y ejercidas por un poder político del Estado mexicano que muéstrase, confirmadamente, poseído por patologías que oscilan entre psicopatía y sociopatía. Hay una vena criminógena en ese poder político.
Sin embargo, exigir la renuncia del señor Calderón e incluso deponerlo por cualesquier vías, incluyendo la de la fuerza (moraleja del “grito” de Hidalgo en 1810 y el llamado a las armas de Madero en 1910 para derrocar a Díaz) no es la solución.
Ello, sin duda, no es óbice para que don Felipe y los demás personeros del poder político y de los que representan y abanderan, los oligarcas, no sientan temores y sufran pesadillas de una ciudadanía tomando conciencia y darse así a resolver el problema.
La mafia del poder (políticos y burócratas de alta ralea al servicio del poder real, el del dinero, local o trasnacional español, canadiense o estadunidense) le teme al despertar de la conciencia de quienes que, como las madres juarenses, son insobornables.
Por supuesto, esas madres juarenses y las de los niños de la ABC no van a derrocar al señor Calderón, pero su bravura es contagiosa y, dado ese atributo, se convierte en un agente muy poderoso de catálisis e inspiración de valor civil detonantes de cambio.
Y lo que más le teme la mafia del poder es que la ciudadanía tome iniciativas y resuelva problemas que el Estado no ha sabido ni podido ni querido resolver. El poder político le teme al poder ciudadano.
ffponte@gmail.com
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