15 marzo 2010
“Hay que reconocer que los ciudadanos están insatisfechos de nosotros, los políticos”.
Felipe Calderón.
Felipe Calderón.
I
En inusitado e inédito mea culpa incurrió el Presidente de Facto, el señor Calderón, el jueves pasado, 11 de marzo, en Pueblo Nuevo, Durango, al reconocer que la ciudadanía siente “insatisfacción” acerca de la conducta de los políticos.
La afirmación de don Felipe –a quien millones de sus connacionales consideran un mandatario espurio, por haber surgido de un desaseado y fraudulento proceso electoral en 2006— es acertada. Pero muy tardía. Y simplista en exceso. Superficial, además.
Pero la ciudadanía no está únicamente insatisfecha; ya superó esa fase. Está ya en franco descontento e irritación –ambas emociones tienen correlatos vinculantes-- y decididos a no confiar más en los políticos para superar la peligrosa situación que vive.
Por supuesto, cabría descontar del cúmulo de descontentos e irritados y desconfiados al grueso de ciudadanos cuyo registro de la realidad es discernido con arreglo a percepciones regidas por los agentes del contexto de marginación social.
Cierto. Empero, los marginados también padecen las consecuencias de las conductas y actuaciones aberrantes de los políticos, pero sus prioridades son distintas a partir de que la supervivencia en la jungla societal es más dificil que para los de otros estratos.
II
Don Felipe, pues, acepta una consecuencia del quehacer deficiente, promiscuo, corrupto, egoísta y opaco de los políticos del hogaño, aunque los del antaño también son corresponsables históricamente de la debacle que nos trajeron.
Más la aceptación tardía carece de mérito por la sencilla razón de que fue acompañada de una propuesta para superar el problema enunciado –o reconocido— por don Felipe. A ese problema ha contribuido el propio señor Calderón.
En 2006, el Presidente de Facto y su predecesor, Vicente Fox –un verdadero céfalo de chorlito, ignorante y prejuiciado en extremo— se condujeron de guisa tan facciosa y criminógena que emblematizaron un hito histórico en cuanto a fraudes electorales.
Ello le retira a don Felipe cualesquier visos mínimos de autoridad moral, aunque reconozca públicamente una realidad insoslayable que matizó con “insatisfechos”. El fraude comicial fue la proverbial gota que derramó el vaso. Hartó a la ciudadanía.
Por ello –por ese hartazgo--, la ciudadanía le da la espalda a los políticos, lo cual se confirma tras un exhaustivo análisis de la conducta electoral abstencionista en 2009. La mayoría de los votantes se quedó en su casa ese domingo 2 de julio.
III
No son, señálese, los escándalos de pactos escritos para traicionar a los mexicanos y los pleitos patieriles entre panistas y priístas los que “insatisfacen” al ciudadano, aunque esos desencuentros revelen acuerdos para dañar deliberadamente al pueblo.
Lo que “insatisface” verdaderamente a los ciudadanos no es solo que éstos conozcan a quienes los han traicionado y continúan treaicionando y el cinismo del que hacen gala y alarde esos traidores. Así nos aumentaron los impuestos. Acordaron perjudicarnos.
Lo que “insatisface” a la ciudadanía es que los políticos no quieran darse cuenta de que aquella no los quiere, que desconfía de ellos, que está harta de ellos y que, pese a todo eso, no se quieran ir a sus casas. Hasta complotan para reelegirse.
¿Cuál es el significado de ello? ¿Y qué causó esa situación tan lamentable? El señor Calderón es obvio que no lo sabe pues lejos de sentirse responsable de ello se considera a sí mismo “salvador de la humanidad”, según dijo en junio del año anterior.
¿El significado? Una descomposición ya rampante del poder político. Las causas son el ensanchamiento y la hondura del divorcio entre el poder político y la ciudadanía. Hoy, políticos y ciudadanos se ven uno al otro como enemigos mortales. Lo son.
Sin embargo, hay una diferencia. Los políticos necesitan a los ciudadanos, pues éstos son indispensables. Los políticos, en cambio, son dispensables. Por ello, es el momento de empezar a pensar en una nueva progenie de político. Ciudadanos políticos.
ffponte@gmail.com
En inusitado e inédito mea culpa incurrió el Presidente de Facto, el señor Calderón, el jueves pasado, 11 de marzo, en Pueblo Nuevo, Durango, al reconocer que la ciudadanía siente “insatisfacción” acerca de la conducta de los políticos.
La afirmación de don Felipe –a quien millones de sus connacionales consideran un mandatario espurio, por haber surgido de un desaseado y fraudulento proceso electoral en 2006— es acertada. Pero muy tardía. Y simplista en exceso. Superficial, además.
Pero la ciudadanía no está únicamente insatisfecha; ya superó esa fase. Está ya en franco descontento e irritación –ambas emociones tienen correlatos vinculantes-- y decididos a no confiar más en los políticos para superar la peligrosa situación que vive.
Por supuesto, cabría descontar del cúmulo de descontentos e irritados y desconfiados al grueso de ciudadanos cuyo registro de la realidad es discernido con arreglo a percepciones regidas por los agentes del contexto de marginación social.
Cierto. Empero, los marginados también padecen las consecuencias de las conductas y actuaciones aberrantes de los políticos, pero sus prioridades son distintas a partir de que la supervivencia en la jungla societal es más dificil que para los de otros estratos.
II
Don Felipe, pues, acepta una consecuencia del quehacer deficiente, promiscuo, corrupto, egoísta y opaco de los políticos del hogaño, aunque los del antaño también son corresponsables históricamente de la debacle que nos trajeron.
Más la aceptación tardía carece de mérito por la sencilla razón de que fue acompañada de una propuesta para superar el problema enunciado –o reconocido— por don Felipe. A ese problema ha contribuido el propio señor Calderón.
En 2006, el Presidente de Facto y su predecesor, Vicente Fox –un verdadero céfalo de chorlito, ignorante y prejuiciado en extremo— se condujeron de guisa tan facciosa y criminógena que emblematizaron un hito histórico en cuanto a fraudes electorales.
Ello le retira a don Felipe cualesquier visos mínimos de autoridad moral, aunque reconozca públicamente una realidad insoslayable que matizó con “insatisfechos”. El fraude comicial fue la proverbial gota que derramó el vaso. Hartó a la ciudadanía.
Por ello –por ese hartazgo--, la ciudadanía le da la espalda a los políticos, lo cual se confirma tras un exhaustivo análisis de la conducta electoral abstencionista en 2009. La mayoría de los votantes se quedó en su casa ese domingo 2 de julio.
III
No son, señálese, los escándalos de pactos escritos para traicionar a los mexicanos y los pleitos patieriles entre panistas y priístas los que “insatisfacen” al ciudadano, aunque esos desencuentros revelen acuerdos para dañar deliberadamente al pueblo.
Lo que “insatisface” verdaderamente a los ciudadanos no es solo que éstos conozcan a quienes los han traicionado y continúan treaicionando y el cinismo del que hacen gala y alarde esos traidores. Así nos aumentaron los impuestos. Acordaron perjudicarnos.
Lo que “insatisface” a la ciudadanía es que los políticos no quieran darse cuenta de que aquella no los quiere, que desconfía de ellos, que está harta de ellos y que, pese a todo eso, no se quieran ir a sus casas. Hasta complotan para reelegirse.
¿Cuál es el significado de ello? ¿Y qué causó esa situación tan lamentable? El señor Calderón es obvio que no lo sabe pues lejos de sentirse responsable de ello se considera a sí mismo “salvador de la humanidad”, según dijo en junio del año anterior.
¿El significado? Una descomposición ya rampante del poder político. Las causas son el ensanchamiento y la hondura del divorcio entre el poder político y la ciudadanía. Hoy, políticos y ciudadanos se ven uno al otro como enemigos mortales. Lo son.
Sin embargo, hay una diferencia. Los políticos necesitan a los ciudadanos, pues éstos son indispensables. Los políticos, en cambio, son dispensables. Por ello, es el momento de empezar a pensar en una nueva progenie de político. Ciudadanos políticos.
ffponte@gmail.com
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