13 abril 2010
“Las cadenas que esclavizan a los pueblos no son siempre de hierro ni tienen grilletes; la peor esclavitud es la de la conciencia”.
Regis Debray.
I
En diciembre del año pasado, una mayoría de diputados federales del PRI y el PAN –motejado PRIÁN-- creó nuevos impuestos, elevaron los ya existentes y, de paso, autorizaron aumentos escalonados en el precio de los combustibles.
Aprobaron, por añadidura y como colofón, aumentar los gastos corrientes de los Poderes de la Unión y los salarios y prestaciones –incluyendo los “bonos de productividad” y viáticos-- de sus personeros de alta y mediana jerarquías.
En el aumento en el presupuesto de egresos del Estado, una partida considerable, sin precedentes, fue asignada a las Fuerzas Armadas, para financiar una guerra fraticida que, dice el Poder Ejecutivo, no existe, aunque tiene ya casi 20 mil bajas.
Esos legisladores panistas, priístas y “verdes” y del Panal –éstos últimos considerados grupos de interés y de presión facciosa-- redujeron presupuestos a la educación pública y a la educación media y superior (universitaria y/o técnica).
También redujeron los presupuestos a la promoción de la cultura y de la ciencia. Esos recortes ya tienen consecuencias funestas. El desarrollo económico y social de un país es inconcebible sin el desarrollo educativo, de la cultura y de la ciencia.
II
Esas decisiones atentatorias a los intereses populares –de los votantes-- reflejan, sin duda, la irreprimida tendencia del poder político del Estado a insertar al mexicano en un contexto de oscurantismo y yugo. Ya no se enseña historia.
Y en lo laboral, así como en lo político –véanse, si no, las propuestas panistas y priístas de reforma política— adviértense intenciones hacia el establecimiento del oscurantismo. Un pueblo pobre e ignorante es fácil de esclavizar y oprimir.
Hoy, algunos de esos legisladores que atentaron de esa manera contra los intereses populares, son candidatos a gobernadores. El abanderado priísta en Veracruz, cierto diputado Duarte, votó a favor de perjudicar a sus coterráneos.
Y, así es en los 12 de los 31 Estados Unidos Mexicanos que renovarán poderes locales y los tres en los que serán elegidos ediles. Atentaron contra el pueblo y, como candidatos, pretenden continuar agraviándolo. Monstruoso.
Esas medidas son impecables según la lógica legislativa. Pero esa impecabilidad deja de serlo si se toma en cuenta que elevar impuestos, crear nuevos, subir el precio de combustibles y el gasto público en una crisis económica es expresión de sociopatía.
Exaccionar a los causantes de impuestos –v. gr., el aplicado al valor agregado, o IVA, lo pagamos casi todos los adultos e incluso los niños— e imponer ciertas medidas como la cédula de identidad, control de celulares, etc., es opresión.
III
Opresión, llanamente. Nos oprime el poder político del Estado. Y nos oprimen los intereses creados detrás de dicho poder, cuyas actuaciones son, dicho sin tapujos, plutocráticas. No gobiernan para nosotros, sino para los ricos; una élite.
Ese poder político se ha dado a la dispensa, sin autorización plebiscitaria de la ciudadanía, de nuestras riquezas patrimoniales a particulares, algunos de los cuales son mexicanos y los más son extranjeros. Gringos, canadienses, iberos.
Por éstos días, la Comisión Federal de Electricidad está implantando, sin autorización de la ciudadanía (y con la oposición de ésta) un nuevo esquema de exacción del usuario cautivo. El mecanismo para esa exacción también es avieso.
El mexicano vive, así, en un país muy caro vis-a-vis sus ingresos y sus altísimos índices de desempleo y pobreza. El costo de la vida en México ya alcanza los de Estados Unidos y va que vuela para empatarse con los de Europa.
Ello nos describe y, así, define también un statu quo de opresión. Quejarnos, nos advierte el Presidente de Facto, Felipe Calderón, es “hablar mal de México”. Ello explica con limpidez la razón por la cual el Ejército está armado en las calles.
ffponte@gmail.com
Regis Debray.
I
En diciembre del año pasado, una mayoría de diputados federales del PRI y el PAN –motejado PRIÁN-- creó nuevos impuestos, elevaron los ya existentes y, de paso, autorizaron aumentos escalonados en el precio de los combustibles.
Aprobaron, por añadidura y como colofón, aumentar los gastos corrientes de los Poderes de la Unión y los salarios y prestaciones –incluyendo los “bonos de productividad” y viáticos-- de sus personeros de alta y mediana jerarquías.
En el aumento en el presupuesto de egresos del Estado, una partida considerable, sin precedentes, fue asignada a las Fuerzas Armadas, para financiar una guerra fraticida que, dice el Poder Ejecutivo, no existe, aunque tiene ya casi 20 mil bajas.
Esos legisladores panistas, priístas y “verdes” y del Panal –éstos últimos considerados grupos de interés y de presión facciosa-- redujeron presupuestos a la educación pública y a la educación media y superior (universitaria y/o técnica).
También redujeron los presupuestos a la promoción de la cultura y de la ciencia. Esos recortes ya tienen consecuencias funestas. El desarrollo económico y social de un país es inconcebible sin el desarrollo educativo, de la cultura y de la ciencia.
II
Esas decisiones atentatorias a los intereses populares –de los votantes-- reflejan, sin duda, la irreprimida tendencia del poder político del Estado a insertar al mexicano en un contexto de oscurantismo y yugo. Ya no se enseña historia.
Y en lo laboral, así como en lo político –véanse, si no, las propuestas panistas y priístas de reforma política— adviértense intenciones hacia el establecimiento del oscurantismo. Un pueblo pobre e ignorante es fácil de esclavizar y oprimir.
Hoy, algunos de esos legisladores que atentaron de esa manera contra los intereses populares, son candidatos a gobernadores. El abanderado priísta en Veracruz, cierto diputado Duarte, votó a favor de perjudicar a sus coterráneos.
Y, así es en los 12 de los 31 Estados Unidos Mexicanos que renovarán poderes locales y los tres en los que serán elegidos ediles. Atentaron contra el pueblo y, como candidatos, pretenden continuar agraviándolo. Monstruoso.
Esas medidas son impecables según la lógica legislativa. Pero esa impecabilidad deja de serlo si se toma en cuenta que elevar impuestos, crear nuevos, subir el precio de combustibles y el gasto público en una crisis económica es expresión de sociopatía.
Exaccionar a los causantes de impuestos –v. gr., el aplicado al valor agregado, o IVA, lo pagamos casi todos los adultos e incluso los niños— e imponer ciertas medidas como la cédula de identidad, control de celulares, etc., es opresión.
III
Opresión, llanamente. Nos oprime el poder político del Estado. Y nos oprimen los intereses creados detrás de dicho poder, cuyas actuaciones son, dicho sin tapujos, plutocráticas. No gobiernan para nosotros, sino para los ricos; una élite.
Ese poder político se ha dado a la dispensa, sin autorización plebiscitaria de la ciudadanía, de nuestras riquezas patrimoniales a particulares, algunos de los cuales son mexicanos y los más son extranjeros. Gringos, canadienses, iberos.
Por éstos días, la Comisión Federal de Electricidad está implantando, sin autorización de la ciudadanía (y con la oposición de ésta) un nuevo esquema de exacción del usuario cautivo. El mecanismo para esa exacción también es avieso.
El mexicano vive, así, en un país muy caro vis-a-vis sus ingresos y sus altísimos índices de desempleo y pobreza. El costo de la vida en México ya alcanza los de Estados Unidos y va que vuela para empatarse con los de Europa.
Ello nos describe y, así, define también un statu quo de opresión. Quejarnos, nos advierte el Presidente de Facto, Felipe Calderón, es “hablar mal de México”. Ello explica con limpidez la razón por la cual el Ejército está armado en las calles.
ffponte@gmail.com
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