Por Gilberto Balam Pereira
Ya resulta un Perogrullo señalar que el desempleo es la principal causa de la miseria con sus consecuencias apocalípticas que ésta conlleva, como la drogadicción, la violencia familiar y la delincuencia.
Este es uno de los puntos programáticos esenciales que propone López Obrador: la creación real de empleos mediante el desarrollo de obras públicas para contrarrestar la pobreza y sus referentes. .
Estoy de acuerdo en que la drogadicción no se atiende con represión sino con la creación de empleos y programas de salud y educativos.
El gobierno de Fecal insiste en que el desempleo en México bajó en 5%, pero no observamos ningún signo de recuperación. Hasta en EU donde la recuperación muestra síntomas de despunte, el desempleo llega a 10%.
La Agencia Central de Inteligencia (CIA) dice que la población en edad de trabajar en México es de 47 millones de personas y que el desempleo es de 5.6%. Estos datos son a todas luces falsos, es una concesión a la política del gobierno espurio.
La información que tengo de otras fuentes nos habla de que el subempleo puede ser tan alto como 25%. Sumando desempleo y subempleo, la tasa real de desempleo llegaría a 30.6%. O sea el equivalente a casi 15 millones de personas sin empleo formal y no 2 y fracción como asegura el régimen.
Según el diario La Jornada (26/04/10) “México está en el lugar 177 de los 200 que abarca el Factbook, es uno de los países con mayor desempleo del planeta”.
Según otros cálculos, encontramos que en los últimos 25 años la pobreza se ha disparado, pese a supuestos gastos multimillonarios que asegura el gobierno pelele le dedica en México.
Por supuesto que el padrón del programa federal no es transparente y permite la exclusión de millones de desamparados que carecen de un sistema de protección social.
Vamos, para ser más concretos, aún con el gasto de casi 200 mil millones de dólares en programas sociales contra la pobreza, durante los últimos 25 años, el número de pobres pasó de 20 por ciento de la población a cerca de 50 por ciento, unos 53 millones de mexicanos, según cifras conservadoras, aunque otros expertos revelan que hay unos 70 millones de personas en esa condición en el país.
Oportunidades, el principal programa del gobierno federal contra la pobreza, no cumple con llegar a la gente que está en el nivel más bajo del ingreso, es limitado en cuanto al número de beneficiarios y tampoco es transparente en la forma de definir el padrón de éstos. No existe ningún ordenamiento jurídico que permita la inclusión de los verdaderos marginados.
A diferencia de México, en Brasil hay leyes que permiten que muchos pobres exijan su inclusión a los programas asistenciales.
Según datos del Banco Mundial difundidos la semana pasada, los escasos programas asistenciales en México como Oportunidades y Procampo no están diseñados en función de los más pobres.
Hay que considerar también que la pobreza no se resuelve con programas asistenciales. Según AMLO, el camino debe ser un modelo económico que fomente la creación de empleos bien remunerados y de manera sistemática, y no sólo de carácter temporal.
La inversión de los últimos años no ha servido para revertir la miseria, sino que el modelo económico adoptado privilegia las reglas del mercado y la macroeconomía y no crea mecanismos para abatir la pobreza.
Quienes se encargan de integrar el padrón de Oportunidades, Sagarpa y de Procampo en las comunidades o en las colonias, son los líderes panistas y caciques que por lo general excluyen a los verdaderamente necesitados, sino que incluyen a sus familiares, amigos y correligionarios de partido. De todos modos, estas escasas acciones sociales son temporales de campañas políticas, por tanto son insuficientes para combatir energéticamente la pobreza.
En virtud de que se carece de mecanismos de control ciudadano y transparencia en la ejecución de los recursos, en vez de atacar la pobreza, se profundizan las desigualdades en las poblaciones.
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