Por Javier Solórzano
09 julio 2010
No pareciera que Ignacio del Valle y Felipe Álvarez guarden rencor a pesar de haberse pasado más de 4 años en el penal de Alta Seguridad del Altiplano. Es evidente que les está costando trabajo reintegrarse al mundo de la “libertad”. Durante 4 años no se pudieron ver ni ante un espejo, dice juguetonamente Ignacio quien cuando por fin lo hizo no se “encontraba”. Su mirada del conflicto que lo llevó a la cárcel no ha cambiado. Tiene claro que después de encabezar una lucha como la de los habitantes de San Salvador Atenco tenía que pagarlo de alguna forma.
A la distancia va quedando claro que si algo prevaleció fue el autoritarismo. Querían construir un aeropuerto bajo una consulta amañada y cuando ésta se hizo en serio llegó la negativa, no sólo de los atenquenses sino también de otras comunidades. Las autoridades optaron por ofrecer miserias por tierras que para los habitantes son su historia y vida. Para la autoridades era un pedazo de tierra más en las que les daba igual colocar un aeropuerto que un centro comercial. Nunca entendieron el valor que para una comunidad puede tener desde el árbol de la esquina hasta el kiosco. Es su pasado y es su forma de vida. Las autoridades se aparecieron bajo el signo de la modernidad sin imaginar que la defensa de la tierra iba a cohesionar aún más a la población.
A menos de una semana de haber salido de la cárcel Ignacio y Felipe están intentando ubicarse. Dice Felipe que en lugar de que la cárcel sea un centro de rehabilitación “es un centro de perdición”. Ignacio recuerda con dolor lo que vivió y la importancia de recargarse en la escritura y la lectura. Tiene un cuaderno de frases, suyas algunas y tomadas de libros otras, las cuales compartía como podía con “seres humanos”, como define a sus compañeros en el penal. Son frases cortas que bajo las circunstancias en las que estaba adquieren una importancia y significado. A Felipe le dio por cantar y es particularmente entonado. (Esta mañana en radio 13, 1290 am, entre 8:30 y 9:00 tendremos a Ignacio leyendo lo que escribe y a Felipe cantando).
San Salvador Atenco fue visto por mucho tiempo como un conflicto entre un gobierno que buscaba la modernidad y una bola de intransigentes. Los medios tuvimos mucho que ver en todo esto. A la pregunta sobre si son privilegiados por la decisión de la Corte, prefieren no entrar en la polémica y recuerdan que “la protesta no debe criminalizarse”, cuestionando los intereses que pueden estar detrás de estas opiniones.
Es evidente que de no haberse dado la movilización que se dio, los 12 detenidos seguirían en la cárcel. Más que un acto de justicia lo que se hizo fue liberarlos. La justicia vendrá cuando los responsables de la tortura, las detenciones fuera de la ley, y los violadores y abusadores sexuales de las mujeres de Atenco respondan por lo que decidieron e hicieron.
Ignacio y Felipe, junto con sus extraordinarias mujeres doña Trini y doña Catalina, empiezan a descansar después de más 4 de años. Lo que pasó en Atenco no le viene bien a nadie. Lo importante es la reconciliación. Está en todos: en las autoridades estatales, federales y en los atenquenses. En Atenco lo que quieren, como hace 9 años, es que los dejen trabajar, que respeten su tierra y que los dejen vivir.
¡OOOUUUUCHCHCH! Era el inicio de una celebración contenida. De repente un personaje acaparó la atención. “Ya cayó, ya cayó, Ulises ya cayó” gritaba. Gabino no estaba en su proclama. Estuvo no más de 10 minutos y desapareció con su larga melena inconfundible.
A la distancia va quedando claro que si algo prevaleció fue el autoritarismo. Querían construir un aeropuerto bajo una consulta amañada y cuando ésta se hizo en serio llegó la negativa, no sólo de los atenquenses sino también de otras comunidades. Las autoridades optaron por ofrecer miserias por tierras que para los habitantes son su historia y vida. Para la autoridades era un pedazo de tierra más en las que les daba igual colocar un aeropuerto que un centro comercial. Nunca entendieron el valor que para una comunidad puede tener desde el árbol de la esquina hasta el kiosco. Es su pasado y es su forma de vida. Las autoridades se aparecieron bajo el signo de la modernidad sin imaginar que la defensa de la tierra iba a cohesionar aún más a la población.
A menos de una semana de haber salido de la cárcel Ignacio y Felipe están intentando ubicarse. Dice Felipe que en lugar de que la cárcel sea un centro de rehabilitación “es un centro de perdición”. Ignacio recuerda con dolor lo que vivió y la importancia de recargarse en la escritura y la lectura. Tiene un cuaderno de frases, suyas algunas y tomadas de libros otras, las cuales compartía como podía con “seres humanos”, como define a sus compañeros en el penal. Son frases cortas que bajo las circunstancias en las que estaba adquieren una importancia y significado. A Felipe le dio por cantar y es particularmente entonado. (Esta mañana en radio 13, 1290 am, entre 8:30 y 9:00 tendremos a Ignacio leyendo lo que escribe y a Felipe cantando).
San Salvador Atenco fue visto por mucho tiempo como un conflicto entre un gobierno que buscaba la modernidad y una bola de intransigentes. Los medios tuvimos mucho que ver en todo esto. A la pregunta sobre si son privilegiados por la decisión de la Corte, prefieren no entrar en la polémica y recuerdan que “la protesta no debe criminalizarse”, cuestionando los intereses que pueden estar detrás de estas opiniones.
Es evidente que de no haberse dado la movilización que se dio, los 12 detenidos seguirían en la cárcel. Más que un acto de justicia lo que se hizo fue liberarlos. La justicia vendrá cuando los responsables de la tortura, las detenciones fuera de la ley, y los violadores y abusadores sexuales de las mujeres de Atenco respondan por lo que decidieron e hicieron.
Ignacio y Felipe, junto con sus extraordinarias mujeres doña Trini y doña Catalina, empiezan a descansar después de más 4 de años. Lo que pasó en Atenco no le viene bien a nadie. Lo importante es la reconciliación. Está en todos: en las autoridades estatales, federales y en los atenquenses. En Atenco lo que quieren, como hace 9 años, es que los dejen trabajar, que respeten su tierra y que los dejen vivir.
¡OOOUUUUCHCHCH! Era el inicio de una celebración contenida. De repente un personaje acaparó la atención. “Ya cayó, ya cayó, Ulises ya cayó” gritaba. Gabino no estaba en su proclama. Estuvo no más de 10 minutos y desapareció con su larga melena inconfundible.
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