lunes, agosto 30, 2010

Columna Asimetrías. La Masacre de Migrantes: Secuelas

Por Fausto Fernández Ponte





30 agosto 2010
ffponte@gmail.com

“Cuando se emigra a otro país pensamos que volveremos, pero la verdad es (la de) de que dejamos el corazón en nuestra tierra”.
Ángel Magaña.

I

Desde Chiapas hasta Tamaulipas e incluso Baja California, la presencia de migrantes centroamericanos es ya parte del paisaje demográfico urbano y rural; también lo es la persecución, maltrato y despojo de esos transeúntes por nuestro país.

Son ellos imberbes su mayoría, desde niños, adolescentes y adultos jóvenes –mujeres y varones—: el promedio de edad debe tener una media prospectiva estimada en unos 24 años, damnificados de un brutal modelo económico antisocial, como el de México.

Esa media de edad de miles y miles de varones y mujeres centroamericanos, ajenos a nuestros usos, costumbres y estilos e idiosincrasia y, por su condición de extranjeros sin documentos
migratorios, sumamente vulnerables al riesgo y al peligro.

Y el peligro se representa en sus depredadores: los grupos armados delincuenciales –como Los Zetas o equivalentes--, los policías de los municipios y estrados por los que atraviesan en su tránsito hacia EU, e incluso los agentes de Migración.

El drama de los centroamericanos indocumentados en ruta al norte –el llamado “sueño americano”-- no es reciente; de hecho, se remonta a varias décadas, pero se ha intensificado con espectacular dramatismo en los últimos 15 años.

II

De hecho, la misma sociedad civil mexicana ha instituido andamiajes y redes de protección y solidaridad de esos migrantes centroamericanos, a iniciativa de organizaciones populares. Así se
crearon y aun existen los “santuarios” del migrante.

Esos santuarios se localizan desde Chiapas, Tabasco, Veracruz, Puebla, el Distrito Federal (con apoyo del gobierno local) , el Estado de México y más allá, hasta la frontera norte. Pero los santuarios sólo protegen al migrante sólo en su perímetro.

A ese empeño no ha sido ajeno, señálese con justicia, José Jacques Medina, activistae histórico de mexicanos en EU, creador –junto con otros-- del Parlamento Migrante y un acuerdo entre entidades de migrantes de México y los países de América Central.

Otras vertientes de la sociedad civil han creado, en igual vena, otros santuarios no sólo para centroamericanos, sino también para mexicanos en su difícil peregrinaje a EU, movidos por los llamados “factores de empuje” y “factores de atracción”.

Y tanto centroamericanos como mexicanos en derrotero al septentrión son víctimas de depredadores, más la masacre de 72 migrantes de varios países de Nuestra América cometida, dícese, por Los Zetas, en San Fernando, Tamps., ha actualizado el tema.

III

Esas masacres son frecuentes y las autoridades deducen, no siempre con buena fe, que las víctimas son sicarios de los cárteles del tráfico ilícito de estupefacientes y psicotrópicos. En Tamaulipas se supo que son migrantes porque uno escapó ileso.

El ileso –un joven ecuatoriano que, empero, sufrió heridas graves, que le destruyeron el rostro— nos revela, entre muchas cosas, que los migrantes de Nuestra América en México son individuos sin muchas vivencias previas; son presa fácil.

Por supuesto, aprenden mucho de la vida durante su viaje, al enfrentar vicisitudes en tierra extraña, expuestos a la depredación organizada como la de los perpetradores de la matanza en San Fernando. Para los delincuentes, depredar a los migrantes es sencillo.

Así, se les secuestra –para trata de personas— y se les esclaviza, se les asalta y roba, se les asesina, se les coacciona; a los y las adolescentes y niños y niñas y a las mujeres maduras se les viola e incluso se les prostituye.

Esas prácticas –contra las que luchó infructuosamente el señor Jacques cuando fue diputado en la LX Legislatura, frente a intransigencias panista y priísta— nos descorren los velos de una terrible realidad en México: un país sin ley, sin Estado y sin gobierno.

ffponte@gmail.com

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