miércoles, agosto 11, 2010

Columna Asimetrías. Un Contrato en Elaboración

Por Fausto Fernández Ponte




11 agosto 2010
ffponte@gmail.com

“Las bases del sistema político actual están cada vez más minadas”.

Pablo Moctezuma Barragán.

I

Si la afirmación del señor Moctezuma Barragán es verismo, la forma de organización política prevaleciente en México –de democracia simulada, inspirada en un bipartidismo ajeno a nuestra diversidad ideológica y política-- no es funcional..

No es funcional, aclárese, para el grueso de los pueblos de México. De hecho, el sistema político en “continuum” nunca ha sido funcional para los habitantes de éste país salvo durante cortos lapsos en los siglos XIX y XX, más no en el que corre.

Tampoco es funcional ya, a éstas alturas, para el propio poder político del Estado ni sus mentores putativos y patrones, los pudientes –la mafia en el poder— que, ya es muy sabido, son los posesionarios de los patrimonios de México y lo rapiñan impunemente .

Las causales de esa disfuncionalidad de las formas de organización históricas y corrientes son por un lado la ausencia de un contrato social vero y/o por otro, la degradación de las cimentaciones construidas con miras a un acuerdo societal amplio y específico

Hoy, la forma de organización política predominante no se inspira ni se nutre de un contrato social explícito ni mucho menos implícito, sino de una simulación que ha creado y desarrollado una cultura artificiosa y antidemocrática, v. gr., antipueblo.

II

Los efectos de la simulación, si bien fueron mágicos en los tiempos de la dictadura perfecta –los sexenios del priísmo antes de ’68-- han cesado y con ello exhibido la disfuncionalidad del andamiaje del ejercicio del poder político.

De allí la crisis. Al poder político del Estado no parece interesarle, a la luz de los hechos y sucedidos concurrentes, constituir una base sólida de anuencias sociales explícitas o implícitas ni adhesiones sobreentendidas o claramente manifiestas. No.

Y no. Opta, en cambio, por el uso intensivo de los mecanismos de control social, afanes en los que tienen muchos asociados: la oligarquía y sus medios de difusión para las masas, el sistema educativo, la religión organizada con fines de poder, etc.

Así, el poder político preside, prevalece y se consolida sin ninguna clase o estilo o forma de sobreentendimiento tácito real u otra guisa contractual con los gobernados, a quienes se les hace creer que el gobierno se constituye por voluntad de éstos.

Debido a esa soberbia y a tal arrogancia de los personeros del poder político, éstos, sin tapujos y con la mayor inmunidad, incurren en ejercicios criminógenos de potestades constitucionales e incluso metaconstitucionales propias de una plutocracia.

III

Y plutocracia –gobierno de los ricos-- es el conjunto de instituciones que conforman la superestructura del país cuya tarea es la de cohesionar a la sociedad y a la cultura en torno a la base económica y asegurar la reproducción óptima de ésta y saquearla.

Ningún partido político, predeciblemente, se atreve a darse a la búsqueda de un consenso social. El sórdido estado que guarda el de la Revolución Democrática —adherido a la vertiente ultra del conservadurismo bipartidista— es emblemático.

En ese contexto de puja entre las propias vertientes conservadoras –la ultra, panista; la maquillada, la priísta— por los gajes, prebendas, sinecuras y cotos del ejercicio del poder sólo Andrés Manuel López Obrador busca un contrato social.

Busca, organizando a grupos e incluso estratos sociales enteros, ser llevado a Los Pinos por un abrumador ímpetu volitivo de la ciudadanía manifestado en las urnas. La interrogante es la de si éste poder político en crisis lo dejará ser candidato.

Don AMLO ya identificó al adversario, el cual, descubierto, puede despojarse de las apariencias y los convencionalismos e impedir que el tabasqueño acceda al poder. Un sistema político en crisis –agonizante, diríase-- es capaz de vender cara su derrota.

ffponte@gmail.com

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