*Entrevista con el rector José Narro en el contexto del festejo por el centenario de la UNAM
*Sueño una mejor universidad en todo; no podemos bajar la guardia
*Destaca la vocación social transmitida a sus estudiantes a partir de valores laicos y cívicos
Aún no hay fecha para inscribir el nombre de la máxima casa de estudios en el muro de honor de la Secretaría de Educación PúblicaFoto Marco Peláez
Emir Olivares y Rosa Elvira Vargas
Periódico La Jornada
A punto de cumplir tres años de gestión y aún sin decidir si se postulará para un segundo periodo, José Narro Robles, rector de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), puntualiza: me preocupa la calidad de la institución frente a la competencia nacional e internacional. No podemos bajar la guardia y por ello pretendo dejar una universidad preparada para contender con los retos del siglo XXI.
En la UNAM se ultiman detalles para los festejos por los 100 años de su refundación, el próximo 22. Los gobiernos locales y los poderes Legislativo y Judicial han manifestado beneplácito ante tal efeméride, pero no ha sido así de evidente el gobierno federal, aunque hay la intención de inscribir el nombre de la universidad en el muro de honor de la Secretaría de Educación Pública.
Platiqué con el Presidente y me hizo el planteamiento. Por supuesto que acepté y lo agradecí. En la reunión estaba el secretario Alonso Lujambio. Entiendo que él lo debe haber interpretado como una instrucción de su jefe, pero aún no hay fecha, comenta.
Narro rechaza que ante tan señalado acontecimiento haya un olvido de la administración federal, pero admite que no se han visto alusiones explícitas ni siquiera en términos discursivos. La verdad, a quienes les corresponde celebrar el centenario es a nosotros, los universitarios.
En entrevista con La Jornada, destaca la vocación social transmitida a los estudiantes de la UNAM a partir de valores laicos y cívicos, muchas veces en franca contraposición a los inculcados de manera preponderante en las instituciones privadas.
En estas últimas se presta más interés y apoyo al tema de la ganancia. Se establece casi una igualdad entre lo que se acumula como capital, como bienes materiales, y el valor de cada cual como persona: tener para parecer. Eso es un gravísimo error. Las universidades, sobre todo las públicas, tenemos la responsabilidad de enseñar a los jóvenes que, más allá de la ciencia o de la técnica que dominen, deben sentir afecto, cercanía, contacto y preparación en las áreas humanistas, y viceversa.
–A 100 años de distancia, ¿cuáles considera las mayores aportaciones de la UNAM al país?
–La institución ha estudiado al país desde múltiples perspectivas: sus problemas, recursos y posibilidades. El siglo XX mexicano está repleto de esas aportaciones y hemos formado a cientos de miles de profesionales. La universidad ha sido pródiga en la elaboración de propuestas para solucionar los dilemas de la nación. Además, hemos influido en la formación de muchas de las instituciones y los servicios orientados siempre a favorecer a la sociedad, como institutos nacionales de salud, el Mexicano del Seguro Social, el Mexicano del Petróleo, entre otros.
–¿Los estudiantes de la UNAM están en desventaja frente a los de algunas instituciones privadas donde se privilegia la capacitación para el lucro? ¿Esto los margina en el mercado laboral?
–No, porque formamos muy bien a nuestros estudiantes. No tengo duda de que en el sector privado hay buenas instituciones de educación superior, pero tampoco tengo empacho en decir que las mejores corresponden, en altísimo porcentaje, a las públicas.
“Afortunadamente la mayor parte de los estudiantes todavía se forman en el sistema público. Nos preocupa que parte del incremento de instituciones privadas no necesariamente esté ligado a la calidad; la mayoría se llaman universidades y en realidad de tal condición sólo tienen el nombre.
A la par de su preparación, nuestros estudiantes tienen un compromiso social y se incorporan al mercado laboral. Una encuesta reciente revela que 69 por ciento de los egresados en 2001 tiene un trabajo permanente, 13 por ciento ocupa puestos eventuales, 9 por ciento no trabaja porque estudia o se dedica a la familia, y sólo 8 por ciento no encuentra trabajo.
–¿En qué momento la UNAM quedó fuera de la aportación de los cuadros directivos para el país? ¿Sus egresados ya no responden a los intereses del sistema actual?
–Honestamente no lo creo así. En 2000 México votó por la alternancia. Con el aumento de instituciones de educación superior se ha ampliado también el espectro de formación de cuadros dirigentes. Pero puedo dar datos de que la UNAM es semillero de líderes en los sectores público, social, privado, económico, político, cultural y comercial.
–Su gestión está por completar los tres años. ¿Qué tanto avance lleva su proyecto? ¿Cuál es el legado que desea dejar? ¿Ya piensa en el siguiente periodo?
–Empiezo por la última. No he tomado ninguna decisión; esos temas deben analizarse cuando se acerquen los tiempos y faltan todavía muchos meses. No me siento satisfecho, pero sí contento por lo que hemos hecho; trabajamos a todo vapor y en un ambiente adecuado. Se ha mejorado el bachillerato, la infraestructura, el equipamiento docente y se ha privilegiado la formación de recursos humanos desde ese nivel de enseñanza hasta el posgrado.
Tenemos proyectos que a veces quisiéramos fueran más de prisa, pero no siempre es posible porque la realidad es muy canija. Tengo la satisfacción de tener gran cercanía con la comunidad universitaria. Sueño una mejor universidad en todo; cada día hay mayor competencia y no podemos bajar la guardia.
Respecto de la polémica que enfrentó con el titular de la SEP sobre el número de jóvenes en México que no estudian ni trabajan, y en la que finalmente se le otorgó a él la razón, Narro Robles porfía en su planteamiento: “la respuesta está en fomentar los sísis”.
Fuente: La jornada
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