Por Ricardo Rocha
23 noviembre 2010
Tan sólo las noticias de los cinco días recientes están como para salir corriendo. A ver quién apaga la luz y cierra la puerta.
En un elegante hotel de Reforma, se monta la farsa de una subasta de compradores no identificados. Se rematan anillos, relojes y hasta aviones de millones de pesos; todos manchados por la sangre del narco. Pero hay, por supuesto, quienes no le hacen asquitos a comprarse una camionetota para ir al súper con los niños. ¿Y las mansiones, apá? Ah, esas se subastan en privado para altos funcionarios y ex procuradores que disfrutan de la Navidad en una casotota con toda la familia. Ahí mismo donde se contaban las drogas, las pacas de dinero sucio, las chamaconas y los gruperos.
Mientras, siguen el duelo y las lágrimas por el nuevo retenazo donde dos jóvenes fueron baleados y muertos en Tabasco por un montón de soldados y marinos. Igual pasó en Sinaloa, Tamaulipas, Nuevo León o en el Tec de Monterrey: familias enteras, chavos y niños inocentes asesinados por las balas del Ejército. En premio, el mandamás de seguridad propone que sean los militares quienes entrenen a los policías estatales para “más alcance en el combate anticrimen”. O sea que habrá más retenazos en todo el territorio. Y a esta guerra que vamos ganando —aunque no lo parezca— agréguele usted la iniciativa presidencial para que todo el personal de la Sedena se sume a la lucha antinarco. Así que los médicos, los ingenieros y los administradores dejarán de hacerse guajes detrás de un escritorio para reforzar a los combatientes en las calles.
Y para completar los expedientes de esta locura colectiva uno se entera que los bancos que operan en este país ganan aquí más que en ningún otro lugar del mundo: 58 mil millones nada más en este 2010; 18% más que el año pasado, pero que a pesar de todo no prestan y que pagan una ridiculez de tres pesos de intereses por cada mil ahorrados.
Simultáneamente, nos avergüenza que en este país se duplicaron los hogares donde se padece hambre. Un dato que no proviene de algún socialista desvelado, sino de la ONU y el Coneval: de 1 millón 600 mil familias con menores de 17 años desnutridos en 2008, la cifra se fue a más del doble —3 millones 400 mil hogares— en 2009, lo que significa un total de 16 millones de hambrientos cada día. En pocas palabras, bancos gordos y mexicanos flacos.
Díganme, por favor, si algo parecido ocurre en algún otro país del mundo. Por eso el dicho bravucón ahora se llena de tristeza: como México no hay dos.
En un elegante hotel de Reforma, se monta la farsa de una subasta de compradores no identificados. Se rematan anillos, relojes y hasta aviones de millones de pesos; todos manchados por la sangre del narco. Pero hay, por supuesto, quienes no le hacen asquitos a comprarse una camionetota para ir al súper con los niños. ¿Y las mansiones, apá? Ah, esas se subastan en privado para altos funcionarios y ex procuradores que disfrutan de la Navidad en una casotota con toda la familia. Ahí mismo donde se contaban las drogas, las pacas de dinero sucio, las chamaconas y los gruperos.
Mientras, siguen el duelo y las lágrimas por el nuevo retenazo donde dos jóvenes fueron baleados y muertos en Tabasco por un montón de soldados y marinos. Igual pasó en Sinaloa, Tamaulipas, Nuevo León o en el Tec de Monterrey: familias enteras, chavos y niños inocentes asesinados por las balas del Ejército. En premio, el mandamás de seguridad propone que sean los militares quienes entrenen a los policías estatales para “más alcance en el combate anticrimen”. O sea que habrá más retenazos en todo el territorio. Y a esta guerra que vamos ganando —aunque no lo parezca— agréguele usted la iniciativa presidencial para que todo el personal de la Sedena se sume a la lucha antinarco. Así que los médicos, los ingenieros y los administradores dejarán de hacerse guajes detrás de un escritorio para reforzar a los combatientes en las calles.
Y para completar los expedientes de esta locura colectiva uno se entera que los bancos que operan en este país ganan aquí más que en ningún otro lugar del mundo: 58 mil millones nada más en este 2010; 18% más que el año pasado, pero que a pesar de todo no prestan y que pagan una ridiculez de tres pesos de intereses por cada mil ahorrados.
Simultáneamente, nos avergüenza que en este país se duplicaron los hogares donde se padece hambre. Un dato que no proviene de algún socialista desvelado, sino de la ONU y el Coneval: de 1 millón 600 mil familias con menores de 17 años desnutridos en 2008, la cifra se fue a más del doble —3 millones 400 mil hogares— en 2009, lo que significa un total de 16 millones de hambrientos cada día. En pocas palabras, bancos gordos y mexicanos flacos.
Díganme, por favor, si algo parecido ocurre en algún otro país del mundo. Por eso el dicho bravucón ahora se llena de tristeza: como México no hay dos.
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