EDITORIAL. De las vacunas.

Año 8, número 3538
Viernes 19, noviembre del año 2010

El informar que las vacunas contra la influenza (la que al principio fue porcina, pero como protestaron quienes crían a los infelices chanchos, le cambiaron el nombre) no fueron todas utilizadas por Canadá, que fue quien nos las vendió, debido a las reacciones secundarias que sufrieron algunas personas a quienes se las aplicaron, es en sí una obligación periodística.

Y de hecho, quien se deje convencer de los supuestos beneficios de la citada vacuna, y por ello permitan y hasta busquen que se las apliquen, es lamentable, pero muy su problema. Uno solo informa.

Si hay quienes se convencen y compran todos esos productos más que mágicos, milagrosos, con los que van a bajar de peso y rejuvenecer, sin hacer nada y seguir comiendo lo mismo; el que crean que la vacuna contra la influenza es buena, es pecata minuta.

Pero el que las Autoridades pretendan que la citada vacuna sea ¡¡obligatoria!! con multas en caso de no aplicársela, eso sí que ya es otra cosa; y se llama dictadura, con tufo de genocidio.

Pandemias o no pandemias, no puede permitirse, de ninguna manera, que siquiera se les ocurra a nuestros “representantes” proponer semejante atropello.


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