Tampoco le importa a la coalición occidental que la mayor parte de los rebeldes de Cirenaica pertenezca a los jihadistas de Al Qaeda, que supuestamente combate Estados Unidos en el planeta entero, como ilustra un estudio de 2007 Harmony Project, del Centro del Combate al Terrorismo de la Academia Militar estadunidense de West Point (Al-Qaida’s foreign fighters in Iraq: a first look at the sinjar records).
Dejaremos de lado los cables secretos de 2008 (hace apenas poco más de dos años) de la embajada de Estados Unidos en Trípoli, exhumados por Wikileaks, sobre el “extremismo en la parte oriental de Libia” (léase: la Cirenaica y su capital Bengazi).
Más allá de la guerra desinformativa de los ubicuos cuan omnipotentes multimedia “occidentales”, la única constante es el petróleo que define la axiología de Occidente dependiendo de la identidad del controlador del “oro negro” y, por lo que se puede entender, la razón tanto de la intervención militar de la triada de Estados Unidos, Francia y Gran Bretaña en Libia, así como su pasividad pasmosa en Baréin y Arabia Saudita.
La intervención militar de la triada neocolonial consiguió levantar el sitio de las tribus de Bengazi por sus rivales de las tribus del coronel Gadafi, que se han replegado a su bastión en la parte oriental de Tripolitania (capital Trípoli), que concentra el 60 por ciento de la población.
El ministro de Relaciones Exteriores de Alemania, Guido Westerwelle –quien se soltó la lengua a sabiendas quizá de su derrota en las elecciones regionales teutonas–, fustigó la hipocresía “occidental” en búsqueda del vellocino de “oro negro” y su involucramiento en una lucha fratricida de tribus en Libia.
La intervención militar “occidental” propició no solamente el levantamiento del sitio de Bengasi, sino también la recaptura tanto de Brega, la principal terminal exportadora de petróleo en la parte oriental, así como de Ras Lanuf, su principal refinadora.
Prácticamente el 80 por ciento de los hidrocarburos de Libia, que Alá ha dispuesto se ubiquen del lado oriental, es ahora controlado por los jihadistas de Al Qaeda, apuntalados paradójica y/o coincidentemente (como guste) por la triada Estados Unidos, Francia y Gran Bretaña. Así las cosas, el mando militar puede ser trasladado ahora a manos de la Organización del Tratado del Atlántico Norte, que sale triunfante de su control de los hidrocarburos de Libia, la mayor parte concentrada en la parte oriental.
Los estrategas “occidentales” se rompen la cabeza montando diferentes escenarios sobre el epílogo del coronel Gadafi, replegado en su feudo de Tripolitania, lo cual, a estas alturas, resulta irrelevante cuando, más que la balcanización de facto de Libia, la triada controla el 80 por ciento de los hidrocarburos.
En la ecuación de Libia –que depende del 90 por ciento de sus ingresos petroleros–, la única constante son los hidrocarburos y los actores resultan sus variables en consecuencia.
¿Puede existir voltereta de las lealtades de las tribus, como ha sucedido en el pasado? Todo es posible.
Inmediatamente a la recuperación de los rebeldes jihadistas en el terreno militar, Qatar –una de las seis petromonarquías del Consejo de Cooperación del Golfo que participa conspicuamente al lado de la coalición “occidental”– se ha adelantado a comprar la producción petrolera de las tribus enemigas del coronel Gadafi. Se necesita mucho dinero para mantener inalterable la lealtad de las tribus del desierto libio.
Stratfor se basa en un reporte del 23 de febrero de varias empresas petroleras que expone la importancia del control del Golfo de Sidra desde cuyos puertos se exporta el 77 por ciento del petróleo libio: “El Golfo de Sidra es crucial para las exportaciones de energía de Libia. Los puertos de Sidra, Marsa el Brega, Ras Lanuf, Tobruk y Zuetina manejan aproximadamente el 77 por ciento de las exportaciones petroleras de Libia”.
La refinería de Marsa el Brega, hoy en manos de los jihadistas de Al Qaeda, destila 200 mil barriles al día.
Los tres campos petroleros –Nafura, Messla y Sarir– están en manos de la tribu zawiya (enemiga de las tribus aún leales a Gadafi). El campo de Sarir nutre el puerto de Tobruk (donde combatieron el alemán Rommel y el británico Montgomery en la Segunda Guerra Mundial).
Ras Lanuf, en manos de los rebeldes jihadistas, aliados paradójica y/o coincidentemente de la coalición” occidental”, constituye la mayor refinería de exportación libia (220 mil barriles al día). El peso de la refinería de Ras Lanuf es enorme en la economía libia.
La relevancia de Ajdabiya (también bajo control jihadista, aliada paradójica y/o coincidentemente de la coalición “occidental”) –cerrojo de la principal carretera costera entre Bengazi y Trípoli a lo largo del Golfo de Sidra– radica en su cercanía al estratégico puerto de Zuetina.
La ráfaga de disparos de los misiles Tomahawk, al unísono de los bombardeos de los aviones de Francia y Gran Bretaña para “llevar a cabo” la zona de exclusión aérea, permitieron la recaptura de Ajdabiya por los jihadistas de Al Qaeda.
Stratfor, centro de pensamiento texano-israelí, es muy veloz para las cuentas: “Las tres cuartas partes de los ingresos petroleros de Libia, del orden de 30 mil millones de dólares en 2009, son exportados al extranjero a través del Golfo de Sidra”.
A través del prisma inamovible de los hidrocarburos, la balcanización de Libia ha resultado exitosa para la triada “occidental”, que al corte de caja de hoy controla el 80 por ciento de su producción y reservas, mientras deja el restante 20 por ciento en manos de las tribus de Gadafi, que se pudieran quedar con el yacimiento petrolero de Elephant (producción de 110 mil barriles al día) para subsistir penosa y puniblemente el tiempo que se decanta la situación.
Vale la pena consultar las fotos, publicadas por Réseau Voltaire (“Un Festival de Hipocresía”, www.voltairenet.org/article169090.html), que exhiben sin rubicundez al hoy pestilente coronel Gadafi con sus amigos aliados de ayer, los hipócritas mandatarios de Occidente, que en su infausto “pacto faustiano” hace mucho le vendió su alma a Mefistófeles, y quienes hoy, después de haber exprimido sus capitales, lo arrojan inmisericordemente a las aves de rapiña de las trasnacionales petroleras que merodean en el desierto libio.
¿Pasarán las tribus de Gadafi a una prolongada guerra de guerrillas con sus aliados de Chad y Níger?
¿Qué advendrá de los pletóricos capitales del coronel Gadafi depositados en Occidente? Estados Unidos ha congelado 32 mil millones de dólares y Gran Bretaña, otro tanto. Se recuerda que ambos países padecen una severa insolvencia financiera.
¿Tendremos una nueva narrativa “occidental” para depurar a los rebeldes de Bengazi de sus matrices jihadistas y así conservar los capitales congelados en una nueva edición de las Mil y dos noches que agregó su capítulo final más inverosímil: la salvación del género humano en el Golfo de Sidra?
¿Qué pasará con los suculentos “fondos soberanos de riqueza” (Wealth Sovereign Funds) de Libia, que superan los 100 mil millones de dólares?
Por lo pronto, los bancos “occidentales” los podrán usar ad libitum y especular con ellos las alzas del petróleo y los alimentos para cerrar su círculo vicioso.
En caso de la defenestración del coronel Gadafi, el control “occidental” de los hidrocarburos libios pasaría a un ciento por ciento. As simple as that. Lo demás es literatura barata.
*Catedrático de geopolítica y negocios internacionales en la Universidad Nacional Autónoma de México
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