El brutal asesinato de mi hijo Juan Francisco, de Julio César Romero Jaime, de Luis Antonio Romero Jaime y de Gabriel Anejo Escalera, se suma a los de tantos otros muchachos y muchachas que han sido igualmente asesinados a lo largo y ancho del país a causa no sólo de la guerra desatada por el gobierno de Calderón contra el crimen organizado, sino del pudrimiento del corazón que se ha apoderado de la mal llamada clase política y de la clase criminal, que ha roto sus códigos de honor.
No quiero, en esta carta, hablarles de las virtudes de mi hijo, que eran inmensas, ni de las de los otros muchachos que vi florecer a su lado, estudiando, jugando, amando, creciendo, para servir, como tantos otros muchachos, a este país que ustedes han desgarrado. Hablar de ello no serviría más que para conmover lo que ya de por sí conmueve el corazón de la ciudadanía hasta la indignación. No quiero tampoco hablar del dolor de mi familia y de la familia de cada uno de los muchachos destruidos. Para ese dolor no hay palabras –sólo la poesía puede acercarse un poco a él, y ustedes no saben de poesía–. Lo que hoy quiero decirles desde esas vidas mutiladas, desde ese dolor que carece de nombre porque es fruto de lo que no pertenece a la naturaleza –la muerte de un hijo es siempre antinatural y por ello carece de nombre: entonces no se es huérfano ni viudo, se es simple y dolorosamente nada–, desde esas vidas mutiladas, repito, desde ese sufrimiento, desde la indignación que esas muertes han provocado, es simplemente que estamos hasta la madre.
Estamos hasta la madre de ustedes, políticos –y cuando digo políticos no me refiero a ninguno en particular, sino a una buena parte de ustedes, incluyendo a quienes componen los partidos–, porque en sus luchas por el poder han desgarrado el tejido de la nación, porque en medio de esta guerra mal planteada, mal hecha, mal dirigida, de esta guerra que ha puesto al país en estado de emergencia, han sido incapaces –a causa de sus mezquindades, de sus pugnas, de su miserable grilla, de su lucha por el poder– de crear los consensos que la nación necesita para encontrar la unidad sin la cual este país no tendrá salida; estamos hasta la madre, porque la corrupción de las instituciones judiciales genera la complicidad con el crimen y la impunidad para cometerlo; porque, en medio de esa corrupción que muestra el fracaso del Estado, cada ciudadano de este país ha sido reducido a lo que el filósofo Giorgio Agamben llamó, con palabra griega, zoe: la vida no protegida, la vida de un animal, de un ser que puede ser violentado, secuestrado, vejado y asesinado impunemente; estamos hasta la madre porque sólo tienen imaginación para la violencia, para las armas, para el insulto y, con ello, un profundo desprecio por la educación, la cultura y las oportunidades de trabajo honrado y bueno, que es lo que hace a las buenas naciones; estamos hasta la madre porque esa corta imaginación está permitiendo que nuestros muchachos, nuestros hijos, no sólo sean asesinados sino, después, criminalizados, vueltos falsamente culpables para satisfacer el ánimo de esa imaginación; estamos hasta la madre porque otra parte de nuestros muchachos, a causa de la ausencia de un buen plan de gobierno, no tienen oportunidades para educarse, para encontrar un trabajo digno y, arrojados a las periferias, son posibles reclutas para el crimen organizado y la violencia; estamos hasta la madre porque a causa de todo ello la ciudadanía ha perdido confianza en sus gobernantes, en sus policías, en su Ejército, y tiene miedo y dolor; estamos hasta la madre porque lo único que les importa, además de un poder impotente que sólo sirve para administrar la desgracia, es el dinero, el fomento de la competencia, de su pinche “competitividad” y del consumo desmesurado, que son otros nombres de la violencia.
De ustedes, criminales, estamos hasta la madre, de su violencia, de su pérdida de honorabilidad, de su crueldad, de su sinsentido.
Antiguamente ustedes tenían códigos de honor. No eran tan crueles en sus ajustes de cuentas y no tocaban ni a los ciudadanos ni a sus familias. Ahora ya no distinguen. Su violencia ya no puede ser nombrada porque ni siquiera, como el dolor y el sufrimiento que provocan, tiene un nombre y un sentido. Han perdido incluso la dignidad para matar. Se han vuelto cobardes como los miserables Sonderkommandos nazis que asesinaban sin ningún sentido de lo humano a niños, muchachos, muchachas, mujeres, hombres y ancianos, es decir, inocentes. Estamos hasta la madre porque su violencia se ha vuelto infrahumana, no animal –los animales no hacen lo que ustedes hacen–, sino subhumana, demoniaca, imbécil. Estamos hasta la madre porque en su afán de poder y de enriquecimiento humillan a nuestros hijos y los destrozan y producen miedo y espanto.
Ustedes, “señores” políticos, y ustedes, “señores” criminales –lo entrecomillo porque ese epíteto se otorga sólo a la gente honorable–, están con sus omisiones, sus pleitos y sus actos envileciendo a la nación. La muerte de mi hijo Juan Francisco ha levantado la solidaridad y el grito de indignación –que mi familia y yo agradecemos desde el fondo de nuestros corazones– de la ciudadanía y de los medios. Esa indignación vuelve de nuevo a poner ante nuestros oídos esa acertadísima frase que Martí dirigió a los gobernantes: “Si no pueden, renuncien”. Al volverla a poner ante nuestros oídos –después de los miles de cadáveres anónimos y no anónimos que llevamos a nuestras espaldas, es decir, de tantos inocentes asesinados y envilecidos–, esa frase debe ir acompañada de grandes movilizaciones ciudadanas que los obliguen, en estos momentos de emergencia nacional, a unirse para crear una agenda que unifique a la nación y cree un estado de gobernabilidad real. Las redes ciudadanas de Morelos están convocando a una marcha nacional el miércoles 6 de abril que saldrá a las 5:00 PM del monumento de la Paloma de la Paz para llegar hasta el Palacio de Gobierno, exigiendo justicia y paz. Si los ciudadanos no nos unimos a ella y la reproducimos constantemente en todas las ciudades, en todos los municipios o delegaciones del país, si no somos capaces de eso para obligarlos a ustedes, “señores” políticos, a gobernar con justicia y dignidad, y a ustedes, “señores” criminales, a retornar a sus códigos de honor y a limitar su salvajismo, la espiral de violencia que han generando nos llevará a un camino de horror sin retorno. Si ustedes, “señores” políticos, no gobiernan bien y no toman en serio que vivimos un estado de emergencia nacional que requiere su unidad, y ustedes, “señores” criminales, no limitan sus acciones, terminarán por triunfar y tener el poder, pero gobernarán o reinarán sobre un montón de osarios y de seres amedrentados y destruidos en su alma. Un sueño que ninguno de nosotros les envidia.
No hay vida, escribía Albert Camus, sin persuasión y sin paz, y la historia del México de hoy sólo conoce la intimidación, el sufrimiento, la desconfianza y el temor de que un día otro hijo o hija de alguna otra familia sea envilecido y masacrado, sólo conoce que lo que ustedes nos piden es que la muerte, como ya está sucediendo hoy, se convierta en un asunto de estadística y de administración al que todos debemos acostumbrarnos.
Porque no queremos eso, el próximo miércoles saldremos a la calle; porque no queremos un muchacho más, un hijo nuestro, asesinado, las redes ciudadanas de Morelos están convocando a una unidad nacional ciudadana que debemos mantener viva para romper el miedo y el aislamiento que la incapacidad de ustedes, “señores” políticos, y la crueldad de ustedes, “señores” criminales, nos quieren meter en el cuerpo y en el alma.
Recuerdo, en este sentido, unos versos de Bertolt Brecht cuando el horror del nazismo, es decir, el horror de la instalación del crimen en la vida cotidiana de una nación, se anunciaba: “Un día vinieron por los negros y no dije nada; otro día vinieron por los judíos y no dije nada; un día llegaron por mí (o por un hijo mío) y no tuve nada que decir”. Hoy, después de tantos crímenes soportados, cuando el cuerpo destrozado de mi hijo y de sus amigos ha hecho movilizarse de nuevo a la ciudadanía y a los medios, debemos hablar con nuestros cuerpos, con nuestro caminar, con nuestro grito de indignación para que los versos de Brecht no se hagan una realidad en nuestro país.
Además opino que hay que devolverle la dignidad a esta nación
CUERNAVACA, MOR.- A la Autopista del Sol, la vía que conduce a Acapulco, los morelenses la empiezan a llamar “la ruta de la muerte” pues en el tramo que pasa por esta ciudad ha sido arrojada la mayoría de los 335 ejecutados del último año en Morelos.
La violencia parece imparable en este lugar que hasta hace poco era una especie de paraíso. Hoy Morelos se ha vuelto un infierno; sus habitantes han visto cómo la indolencia del gobernador Marco Antonio Adame Castillo ha convertido la entidad en campo de batalla de los grupos criminales que se disputan la plaza tras la muerte de Arturo Beltrán Leyva y la detención de Édgar Valdez Villarreal, La Barbie.
En lo que va del año han sido 80 las ejecuciones, cinco veces más que en el primer trimestre de 2010. La mayoría de los muertos han sido jóvenes. Casi un asesinato diario sin que el ejército o las policías municipal, estatal ni federal hayan detenido a un solo responsable.
Pero toda esa violencia parece no afectar al gobernador panista. Ante la crisis generada el 27 de marzo –cuando encontraron ejecutado a Juan Francisco Sicilia junto con otras seis personas, todos con signos de tortura– fue salvado por su correligionario, Felipe Calderón, quien se comprometió ante Javier Sicilia a que el caso se resolvería.
Adame también recibió el espaldarazo del secretario de la Defensa, el general Francisco Galván, quien viajó a Cuernavaca el 30 de marzo para encabezar la reunión del gabinete de seguridad estatal y sacarlo del atolladero.
El asesinato del hijo del poeta y articulista de Proceso Javier Sicilia ha provocado una ola de protestas de la sociedad morelense y de diversos grupos de obreros, campesinos y empresarios contra el panista.
Durante cuatro días Adame no apareció públicamente. Después de la reunión de seguridad con el general Galván, dijo: “Se trate de quien se trate habrá identificación y castigo a los responsables (…) tenemos confianza y estamos trabajando coordinadamente (…) comprometiendo todos los recursos del estado para que éste y otros casos sean debidamente aclarados, y sus responsables, castigados con todo el peso de la ley”.
Sólo entonces el procurador estatal Pedro Luis Benítez Vélez afirmó que había avances en la investigación y que ya estaban identificados algunos posibles responsables, que incluso podrían ser policías.
Piden la cabeza del gobernador
La tarde del 28 marzo de 2010, en la cancha de futbol de la colonia Pro-Hogar del municipio Emiliano Zapata, 11 jóvenes electricistas y albañiles bebían cerveza luego de jugar un partido. De pronto se acercaron dos camionetas de las que bajaron hombres armados que rodearon a los jugadores, los golpearon y los levantaron.
Dos días después los cuerpos de seis de esos jóvenes fueron arrojados al lado de la Autopista del Sol. Los otros cinco siguen desaparecidos. Ningún responsable del múltiple crimen ha sido detenido.
El impacto de la violencia y el incremento de la presencia del crimen organizado, dicen las autoridades estatales, no ha paralizado la vida en la entidad. “No es como Ciudad Juárez”, afirma en entrevista con este semanario el procurador Benítez. Pero en los hechos ambos fenómenos ya hicieron mella en la entidad. Según el expresidente de la Coparmex local, Juan Carlos Salgado Ponce, el turismo ha caído hasta 60%, a pesar de que el gobierno federal asegura que ha aumentado 4%.
Para la Comisión Independiente de Derechos Humanos de Morelos (CIDHM) la inseguridad, la violencia y el poder del crimen organizado han roto el tejido social, provocando la migración a otras entidades.
Sobre todo, dice la CIDHM a Proceso, hay miedo en la población que ha visto afectada su vida al tener que tomar medidas extremas de precaución: no hablar del crimen organizado en lugares públicos o en taxis, reducir sus salidas a divertirse, no transitar de noche por carretera y no confiar en la policía, por la sospecha de que obedece al crimen organizado.
El 16 de abril del año pasado, recuerda José Hernández, dirigente del organismo de derechos humanos, los cuernavaquenses incluso acataron el toque de queda supuestamente decretado para ese día por el cártel del Pacífico Sur, que avisaba que pelearía contra el grupo de La Barbie.
Pero la inacción y el silencio de los morelenses se rompieron en los últimos días luego de los asesinatos –cometidos con una semana de diferencia– del dirigente local de la CTM, Tito Barrera Ocampo, y de Juan Francisco Sicilia, que concitaron manifestaciones en las que miles de ciudadanos exigieron que se detenga la estrategia de guerra contra el narcotráfico declarada por Felipe Calderón, y la salida del gobernador.
Desde el 27 de marzo, cuando fueron hallados los cuerpos del joven estudiante y de otras seis personas, todos los días ha habido en Cuernavaca protestas de diversos grupos sociales que exigen “alto a la guerra” y “no más sangre” y que montaron un altar en el Zócalo; ahí, entre velas y flores, colocaron una lámina que dice “que renuncie el gobernador”.
En los últimos cinco años, Morelos ha acumulado mil 200 ejecuciones vinculadas con el crimen organizado e igual número de desapariciones reportadas ante la Procuraduría General de Justicia del Estado, lo que hace a la entidad la quinta más violenta del país, según el Sistema de Índices e Indicadores en Seguridad Pública (SIIS) elaborado el año pasado por el Centro de Investigación para el Desarrollo (CIDAC).
“El gobierno está rebasado completamente. No hay un solo responsable detenido. Hay una crisis de instituciones, de credibilidad, de legitimidad y de respuesta a la ciudadanía. Están en crisis el Poder Ejecutivo del estado, el Legislativo y de justicia”, dice a Proceso José Hernández.
Describe un ambiente de terror entre la ciudadanía a raíz de hechos violentos cometidos por uniformados: la prensa local ha dado cuenta de operativos en los que policías y soldados con sus vehículos blindados han derribado portones de casas presuntamente para detener a narcotraficantes en colonias populares de Cuernavaca, como la Flores Magón, Carolina y La Barón.
“El Ejército no ha resuelto el problema de la inseguridad, lo ha incrementado en todo el estado porque realiza detenciones arbitrarias, allanamientos en colonias populares donde los soldados llegan encapuchados, con armas de alto poder, y entran violentamente. La gente no sabe de qué se trata, si son sicarios, policías o soldados”, dice el defensor de derechos humanos.
“La guerra que ha declarado Calderón en todo el país ha producido más violencia y 35 mil muertos, sin erradicar el problema de la droga (...) Lo mismo pasa en Morelos con el gobernador Adame. Está generando una crisis muy fuerte, la ruptura del tejido social y el involucramiento de grupos policiacos en acciones ilícitas”, insiste Hernández.
Lo mismo opinan representantes de otros sectores de la sociedad morelense que también padecen el crecimiento desmesurado de la violencia desde el inicio del año.
Juan Carlos Salgado, quien presidió la Coparmex de Morelos hasta marzo y es secretario del Consejo Coordinador Empresarial en el estado, sostiene: “Lamentablemente, se ha disparado el índice delictivo de manera impresionante. Los ciudadanos vivimos atemorizados por la falta de seguridad y de las garantías indispensables para poder vivir en paz”. Agrega un dato preocupante: no se ha detenido a nadie por los asesinatos ligados al crimen organizado que han ocurrido en Morelos.
“Lo grave (...) es que de todas las ejecuciones que llevan en los últimos dos años (...) no ha habido ningún detenido, ningún responsable. El procurador del estado siempre menciona que es competencia de la federación y ésta, que es competencia del estado y los ciudadanos quedamos indefensos en medio de todo esto”, asegura Salgado.
–¿El gobernador se ha visto incapaz de manejar esta situación? –se le pregunta.
–Lo que siempre he expresado, y se lo dije a él, es que a fin de cuentas la seguridad depende del gobernador del estado y de él dependerá que los presidentes municipales hagan bien sus funciones. Sobre todo, que el secretario de Seguridad Pública dé resultados y el procurador también. Su jefe inmediato es el gobernador y debe encargarse y supervisar las actividades que estén haciendo o también las que no se estén haciendo.
Los dirigentes de la CTM en Morelos opinan lo mismo luego de que uno de sus líderes históricos, Tito Barrera, fuera asesinado el 21 de marzo en Cuernavaca por un pistolero que circulaba en motocicleta.
Los cetemistas marcharon el 27 de marzo por el centro de la capital morelense. Acompañado por unas 3 mil personas, el dirigente local de la CTM, Vinicio Limón, gritó en la Plaza de Armas. “¡Ya déjense de pendejadas! Los tres niveles de gobierno son responsables de la inseguridad que priva en la entidad. Pónganse a trabajar de inmediato y restablezcan la seguridad a las familias morelenses porque de no hacerlo, nadie va a querer salir a votar el próximo año”.
Ese mismo día, a las seis de la mañana en la entrada del fraccionamiento Las Brisas, la policía localizó un automóvil con siete personas ejecutadas. Seis hombres y una mujer amarrados de pies y manos y asfixiados con cinta canela. Entre ellos, Juan Francisco Sicilia, de 24 años.
Los iban siguiendo
Quienes conocieron a Juan Francisco Sicilia Ortega dicen que era un buen deportista y estudiante, de carácter fuerte pero amable. Sin vicios.
“Era un joven talentoso, deportista, aplicado e inteligente”, lo describe el empresario Juan Carlos Salgado Ponce, dueño de la Universidad Americana, donde estudió Juan Francisco. Sus amigos añaden que se comprometía con causas sociales –viajó a Chiapas para conocer el conflicto indígena–, ambientales y de defensa de los animales.
Su padre, el escritor Javier Sicilia, afirma que era buen muchacho, sin vicios, y que junto con sus amigos se dedicaba a trabajar, estudiar, divertirse como todos los jóvenes y, sobre todo, aclara que no eran informantes.
La noche del 26 de marzo a Juan Francisco se le ocurrió ir junto con sus amigos al bar La Rana Cruda de la colonia Cantarranas, en Cuernavaca, que se anuncia como “bar familiar” pero al que muchos califican de antro “de mala muerte”.
Según la versión publicada el 30 de marzo por el Diario de Morelos –basada en declaraciones de familiares–, ese sábado Juan Francisco, Jesús Chávez Vázquez, arquitecto guerrerense de su misma edad; Juan Gabriel Alejo Cadena, su vecino en el fraccionamiento Las Delicias; y los hermanos Julio César y Luis Antonio Romero Jaimes, vecinos del fraccionamiento Primavera, comieron en una marisquería con Socorro Ortega, la madre de Juan Francisco.
Después de la comida, según la misma versión, los jóvenes se pusieron de acuerdo para reunirse en la noche en La Rana Cruda, lugar que ya conocían y donde solían ir a beber cerveza.
Según una fuente oficial consultada por Proceso, los hermanos Romero Jaimes invitaron a su tío Álvaro Jaimes Avelar –exmilitar de 44 años que trabajaba como guardaespaldas de un empresario–, quien llegó con su pareja, María del Socorro Estrada Hernández, empleada de un hotel.
Las autoridades señalan que esas siete personas se vieron en La Rana Cruda. “Ahí empezaron a hablar del narcotráfico y de la violencia y, al parecer, a un grupo de personas que ahí estaban no les gustó lo que decían y empezaron a discutir. Para no tener más problemas decidieron irse, pero los fueron siguiendo”.
La versión de las autoridades y las que recogió el Diario de Morelos coinciden en que Juan Francisco llamó a sus familiares y a su novia avisándoles que ya iba para su casa, pero en la última llamada decía que tenían problemas con un auto que los venía siguiendo. Esa fue la última noticia que tuvieron de él. Era la madrugada del domingo 27 de marzo.
Los primeros informes de la procuraduría estatal decían que en el vehículo en el que encontraron los siete cadáveres había un mensaje firmando por el cártel del Golfo. El mensaje, del que este semanario tiene copia, decía: “Esto les paso por hacer llamadas anónimas a los militares y eso les va a pasar al capitan Barrales y capitan Castillo de la federal. Att. CDG”.
“No eran delatores, no eran imbéciles, sabían que no hay ninguna protección para quienes denuncian, por eso no pueden ser acusados de pasar información”, aclaró Javier Sicilia en entrevista con Carmen Aristegui el viernes 1.
Según las indagatorias –cuyos resultados se integran a la carpeta de investigación SC01/2689/2011– hubo comunicados posteriores. La noche del 28 de marzo, el cártel del Golfo presuntamente colgó dos mantas en las que se deslindaba de esa ejecución y responsabilizaba de ella al cártel del Pacifico Sur, advirtiéndoles que “toda acción tiene una reacción”. Un día después este grupo respondió con un reto al cártel del Golfo: “Si quieren pelear aquí estamos”.
El procurador Benítez niega que haya una guerra de cárteles en Morelos y que en todo caso el problema lo tiene que resolver la federación.
En entrevista con Proceso, el funcionario asegura que el gobierno de Morelos lleva las investigaciones del asesinato múltiple con la coadyuvancia del Ejército y del gobierno federal. Adelantó que en el auto se encontraron algunas huellas que no pertenecían a las víctimas, que fueron enviadas a la Secretaría de Seguridad Pública federal y que ya se identificó a los responsables.
El 31 de marzo, Benítez anunció que fueron giradas algunas órdenes de aprehensión y dijo que se logró perfilar la identidad y el número de responsables de los siete homicidios. Afirmó que entre los posibles implicados habría policías estatales.
“Puede haber (...) personal que estuvo involucrado en instituciones públicas, no las puedo precisar porque ustedes deben comprenderme: afectaría el trabajo de la policía y pondría en riesgo también a elementos del Ejército que está también trabajando en el tema”, dijo.
El pasado de Adame
El 15 de mayo de 2009 estalló un escándalo que implicaba a Marco Antonio Adame con el crimen organizado.
El reportero Daniel Lizárraga (Proceso 1732) reveló que tras la detención de su secretario de Seguridad Pública, Luis Ángel Cabeza de Vaca –quien (como consta en la averiguación PGR/SIEDO7UEIDCS/166/2009) habría recibido 20 mil dólares para proteger a Arturo Beltrán Leyva–, existía la sospecha de que el mandatario estatal podría haber recibido una parte de ese dinero, pues en el teléfono del detenido estaba anotado el número de una cuenta bancaria suya.
Adame nunca aclaró este hecho ni declaró ante la Procuraduría General de la República. Fue cobijado por Felipe Calderón, por la dirigencia nacional del PAN a cargo entonces de César Nava y por el Consejo Ciudadano de Seguridad Pública, que dirige José Antonio Ortega Sánchez; todos ellos adujeron que se estaba manipulando la información contra un gobernador que cooperaba en la lucha contra el narcotráfico (Proceso 1735).
Ante la nueva crisis, Calderón salió al rescate de Adame. En una llamada telefónica a Javier Sicilia, se comprometió a que se resolvería el caso y se castigaría a los culpables.
En entrevista radiofónica el pasado viernes 1, Javier Sicilia dijo que mientras Calderón y su esposa le habían dado el pésame, del gobernador Adame no recibió ninguna atención. “Hay una ausencia de autoridad”, aseguró al señalar que lo que pasa en Morelos es lo mismo que ocurre en todo el país.
“Estamos frente a una emergencia nacional. Si la clase política no hace un pacto nacional y una depuración, sin intereses de por medio, el país se nos va a ir de las manos, si no es que ya se nos fue, porque el corazón del país ya está podrido. Estamos ante una descomposición demencial y demoniaca.
“Están matando a nuestros jóvenes. Hay que decirle al narcotráfico que reconsidere sus códigos, que no pueden estar matando indiscriminadamente inocentes; esto ya rebasó todo, ni las mafias antiguas hacían esto”, dijo al hacer un llamado a no callarse frente a esta crisis nacional.
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