Silvia Cattori / Red Voltaire*
Christophe Oberlin es un cirujano especializado en microcirugía y en cirugía de la mano, responsable de misiones de cirugía reparadora de las parálisis entre los heridos palestinos desde diciembre de 2001, y profesor en varias universidades, además de estar a cargo de dos licenciaturas. Tiene un centenar de publicaciones y dos libros traducidos al inglés y al chino.
—Su relato [Chroniques de Gaza 2001-2011, Ediciones Demi-Lune, 2011] es muy apasionante. Nos hace entrar en la vida cotidiana de estas familias asediadas expuestas a todo tipo de dificultades, que sobreviven y se renuevan volviéndose hacia el futuro haga lo que haga Israel. Se comprende que desde que usted llegó a Gaza en diciembre de 2001 haya visto con incredulidad a los aviones del ejército israelí surgir a baja altura, atravesar la barrera del sonido y arrojar bombas sobre una población pacífica. Diez años después de ese primer contacto con la violencia, ¿qué ha cambiado en su percepción?
—Lo que ha cambiado es que hoy hago una correlación entre lo que veo sobre el terreno y lo que nos dicen nuestros medios de comunicación y nuestros políticos. Su manera de presentar los hechos raramente se corresponde con lo que constato sobre el terreno. Esto me irritó así que anulé la suscripción a ciertos periódicos, dejé de leer y de escuchar la información en la radio y la televisión. Prefiero una información de calidad a través de otras fuentes.
—Se comprende que muy rápido el cirujano que fue a Gaza para salvar vidas fue llevado a reflexionar sobre el trasfondo de estos reiterados baños de sangre tras tenerse que enfrentar a tantos cuerpos mutilados. Dar testimonio de lo que usted había visto y reestablecer la información que nuestros medios de comunicación habían sesgado, ¿no era para usted una forma de devolver la justicia y la dignidad a ese pueblo?
—Está muy claro. Y es la razón por la que desde hace años reacciono, escribo pequeños testimonios y acepto dar conferencias. Durante años he ido a operar a otros países sin sentir nunca la necesidad de expresarme. Pero cuando uno descubre que los acontecimientos que uno mismo ha vivido son deformados completamente, entonces se enfurece. Después de la agresión israelí de 2008-2009 me invitaron a expresarme en un programa de [la cadena de televisión francesa] France 24. El título que se le había dado era “¿Ha habido crímenes de guerra en Gaza?”. Estos signos de interrogación estaban completamente fuera de lugar, lo mismo que el hecho de saber si los muertos y heridos eran o no combatientes. Al haber estado yo en el lugar había podido ver que [entre los muertos y heridos] prácticamente sólo había civiles, familias enteras. Por consiguiente, en este contexto de desinformación estamos obligados a tomar la palabra para decir lo que realmente pasó. En lo que concierne a los medios de comunicación, se ve claramente que hay una censura, una autocensura y que no les interesa lo que dicen o escriben los raros testigos que hay sobre el terreno.
—Al hilo de las páginas se descubre a unos personajes desgarradores, como el cirujano Fayez. A través de su trayectoria resulta impactante ver que este pueblo constantemente perseguido vive sin odio ni resentimiento hacia sus opresores. Y es sorprendentemente optimista. En su opinión, ¿de dónde saca la fuerza para mantener esa extraordinaria vitalidad y humanidad?
—Creo que forma parte de la humanidad que es inherente a cada individuo. Todas aquellas personas que han vivido en estos infiernos tienen relatos idénticos. Primo Levi da ejemplos de ello. Cada uno de nosotros tiene unas capacidades de resistencia absolutamente extraordinarias que se develan en condiciones extremas. No es algo particular de Gaza. En mi opinión, no hay poblaciones que resisten mejor que otras. Pero no es menos cierto que es admirable la resistencia y el aguante de la población de Gaza. Respecto a Fayez, recuerdo una mañana que estaba bastante abatido: “He pasado una mala noche. Mi cuñada ha muerto de cáncer de mama. No sé cómo decírselo a mi mujer”, dijo. En nuestros países tenemos medios para detectar estos cánceres y salvar a la mayoría de los pacientes. Ahí no. Es una lección para cada uno de nosotros la simplicidad con la que estas personas asediadas por el ocupante hablan de su vida cotidiana. Las enfermedades para las que no tienen curación hacen que esa realidad sea aún más atroz.
—¿Con qué secuelas salen en particular los niños?
—Puede resultar sorprendente que no haya más personas que pierden la razón. He hablado con Maryvonne Bargues, una médica siquiatra que ha trabajado durante años con familias que vivían en ese entorno, hacinadas en 10 metros cuadrados y cuyos hijos y parientes cercanos habían sido gravemente heridos o habían muerto. Su constatación es sorprendente. A pesar de las condiciones de vida espantosas hay unas recuperaciones sicológicas impresionantes. Si uno se pasea hoy por las calles de Gaza, luego de una semana de bombardeos que han causado muchos muertos y heridos, se tiene la impresión de una población que vive en estado de paz.
—En el libro son muy elogiosas sus descripciones de personalidades de Hamás a las que usted ha conocido bien. Se comprende que usted haya establecido vínculos de confianza recíproca con estas personas, con unos destinos fuera de la norma que a pesar de los dramas que han vivido, han seguido siendo plenamente humanas. Por ejemplo, es muy impresionante el retrato que usted hace del cirujano y responsable político, Mahmoud Khalid al-Zahar. Esto contrasta singularmente con la imagen tosca, incluso execrable, que sistemáticamente se nos ofrece de él. Al ver la caricatura que han hecho de él los periodistas que han tenido ocasión de conocerlo, ¿qué le inspiró eso?
—Me sentí escandalizado y sigo estándolo. De hecho hay que saber que las autoridades israelíes tienen que acreditar necesariamente a los raros periodistas occidentales que van a Gaza. Para mí está claro el criterio de acreditación: se avala a los periodistas que los israelíes tienen la seguridad de que van a denigrar todo lo que haga Hamás. Tuve la oportunidad de observar muchas veces esto que estoy afirmando. Hasta ahora nunca he visto a un periodista autorizado a entrar a Gaza por el paso de Erez, escribir un artículo que narre con objetividad lo que se ha hecho bajo la administración de Hamás.
En las elecciones de enero de 2006, Hamás obtuvo la mayoría absoluta de los escaños en el Consejo Legislativo Palestino. Sin embargo, la Autoridad Palestina de Ramala –el partido Fatah que había perdido las elecciones– no dejó el poder; continuó recibiendo órdenes de Israel y de Estados Unidos. Desde 2009, se considera que el presidente Mahmoud Abbas no tiene ninguna legitimidad.
No obstante, la Unión Europea sigue apoyando a la Autoridad Palestina con 500 mil euros al año. Las supuestas conferencias y negociaciones de paz en las que ha participado tenían por objetivo, en connivencia con Israel y Estados Unidos, financiar y programar el poner fuera de la ley a Hamás.
Después de las elecciones de 2006, los dirigentes del movimiento de solidaridad contribuyeron a reforzar la idea de que la carta fundacional de Hamás es “antisemita”. La propaganda de los sucesivos gobiernos israelíes, que se sirven de la carta de Hamás para criminalizar a este movimiento, es explotada por todas aquellas personas que privilegian a los “laicos” para desacreditar este movimiento político y religioso palestino que afirma ser de la resistencia. Esta propaganda ha pervertido y ralentizado mucho la acción del movimiento de solidaridad.
—Qué pasa con los a priori de estos ideólogos que, en el seno del movimiento de solidaridad, han privilegiado el campo de los “laicos”, de esta Autoridad Palestina “moderada” a la que ellos consideran la única representante legítima del pueblo palestino. ¿Le han hecho reproches y le han pedido explicaciones sobre la carta de Hamás a la que generalmente califican de antisemita?
—Por desgracia hay muy pocos reproches directos. Lo lamento porque es más interesante tratar de convencer a quienes no son de la misma opinión. Simplemente, quienes no están de acuerdo con lo que digo o escribo no me invitan. La manera de luchar en el seno del movimiento de solidaridad contra quienes dicen cosas positivas sobre la gestión política de Hamás es marginarlos. Finalmente, a su escala, su manera de comportarse apenas es diferente de la que conocemos con los medios de comunicación. A pesar de todo, regularmente se me invita a dar conferencias en las provincias francesas. Ahí los militantes tienen cierta independencia respecto a París, sede del movimiento. Dicen que me invitan porque les interesa conocer todos los puntos de vista, al tiempo que saben que su directiva no me aprecia. A través de estos encuentros con el público me doy cuenta de que cuando uno describe los acontecimientos y lo siente de buena fe, se le cree. En Chroniques de Gaza sólo cuento sucesos rigurosamente exactos con el mínimo de apreciaciones personales. Los hechos hablan por sí mismos y es tarea de cada uno sacar conclusiones.
“Sobre la carta de Hamás no he tratado de convertirme en un especialista de la cuestión, pero resulta que desde 2001 cada vez que volvía de Gaza me pedían que hablara de lo que ocurre ahí. De una conferencia a otra me hacen preguntas y eso me obliga a profundizar mis conocimientos. Lo cual me llevó a pedir a mis interlocutores de Gaza que se explicaran, sobre todo, en relación a esta cuestión de la carta de Hamás, algunos de cuyos aspectos se han considerado inaceptables entre nosotros a justo título. Se me dijo que esta carta, que data de 1988, la escribieron determinadas personas, que después Hamás se convirtió en un partido político y que desde 2006, cada vez que había elecciones había un programa claro que se podía consultar y que era la referencia. Y que, en consecuencia, esta carta ya no era válida. Dicho esto, me gustaría ampliar un poco el debate. Esta manera de basarse siempre en la acusación de antisemitismo que permite arrojar instantáneamente la condenación sobre todo lo que tiene que ver con Palestina, en cuanto hay una frase o una palabra que molesta, es una forma de proceder muy desleal si se tiene en cuenta el hecho de que los palestinos, familias enteras que fueron diezmadas por los judíos y expulsadas de sus hogares en 1948, lo han perdido todo. En cuanto se pronuncia la palabra ‘judío’ en Occidente, hay oídos que están alerta. Pero de todos modos se creó un Estado judío en nombre del judaísmo, de la conciencia judía. Y en nombre de un Estado que se proclama judío las autoridades israelíes persiguen a todo aquel que no es judío. Por lo tanto, pedir a los palestinos que han sido golpeados en su propia carne que no digan que no les gustan los judíos es un poco fuerte. El hecho de que pueda haber lo que consideramos ‘deslices’, en mi opinión, es algo completamente venial en relación con el destino que han tenido. Es absurdo reprochar a este pueblo al que se oprime en nombre del Estado judío llamar ‘judío’ a su opresor. Este delito de antisemitismo que se busca detrás de cualquier palabra es algo profundamente desleal.”
—Usted describe con una rara objetividad las circunstancias en las que Hamás se vio obligado en junio de 2007 a intervenir contra los mercenarios de Fatah, financiados y armados por Estados Unidos de acuerdo con Israel, para desbaratar el plan secreto que debía llevar a su liquidación. También en relación con esto hay un abismo entre lo que usted observó sobre el terreno y lo que informaron los “enviados especiales” acreditados por Israel o los partidarios de Fatah. Se habían puesto todas las pruebas sobre la mesa, pero los periodistas del establishment siguen ignorándolas. Oír que se imputaban las intimidaciones a las fuerzas de Hamás y no al plan criminal de Fatah, debió de provocar una enorme cólera a la gran mayoría de los palestinos que no colabora con el ocupante. ¿Para qué debían servir estas mentiras sino para legitimar que se siguiera con las ofensivas del ejército israelí contra Hamás y para mantener el poder de la Autoridad Palestina?
—Es una historia desoladora. Pero también es una historia que se repite. En relación a la guerra de independencia argelina, por ejemplo, la resistencia recibió un fuerte apoyo de una parte de la izquierda y sobre todo de los comunistas; y en cuanto se vio que la Argelia independiente no iba a bascular hacia el campo socialista, hubo varias deserciones. En Argelia, en 1992, los mismos que apoyaron lo que púdicamente se llamó “la interrupción de proceso electoral” fueron el respaldo de lo que en realidad fue un golpe de Estado militar; se trató de los occidentales. La consecuencia de ese apoyo fue una guerra con 100 mil muertos. Con la victoria electoral de Hamás se vio cómo se reproducía instantáneamente el mismo fenómeno. Recuerdo una tribuna libre escrita por un notorio sionista titulada Hamas, “L’ennemi commun”. En la última fiesta del diario L’Humanité, me vino a hablar un militante que apoyaba una pequeña actividad asociativa en Gaza “a condición de que siguiera estando en un marco laico”.
“Pretender ir a hablar de laicismo a un país donde el 95 por ciento de la población tiene sentimientos religiosos está completamente fuera de lugar. Hay que saber si se quiere ayudar a una causa porque vale la pena o por imponer un ‘modelo’. Ha llegado a ocurrir que militantes que querían invitarme a hablar del libro se enfrentaran en el seno de su comité con ‘laicos’ que no querían oír hablar de Hamás. ¡Despreciar a Hamás es despreciar a la población que la ha elegido! Gaza hoy es indisociable del voto a Hamás. Y limitarse a hablar de Cisjordania es ir en el sentido estadunidense-israelí de apoyo ciego a la ‘Autoridad Palestina’, aunque se sabe que unas elecciones libres hoy en Cisjordania probablemente darían la victoria a Hamás.”
—El capítulo de su libro titulado “Sara” deja atónito al lector. Reunidos en el velorio de una anciana que resulta ser la madre de Mohammed Dahlan, cuadros de Hamás discuten cortésmente con partidarios de Fatah. Este tipo de episodio es sorprendente, esta ausencia de animosidad por parte de los cuadros de Hamás, cuyos militantes son torturados y arrojados a la cárcel en Cisjordania por las fuerzas de seguridad de Fatah, ¿dejan augurar que mañana sea posible una reconciliación, a pesar de las traiciones?
—He asistido con frecuencia a escenas de este tipo. Una vez me encontraba con una familia en la que se reunían a la misma mesa miembros de Hamás y uno de sus primos al que pagaba la dirección de Fatah para que no fuera a trabajar. Yo estaba estupefacto por el clima que ahí reinaba. No había más que pequeñas pullas, sin maldad. Todo se decía en un tono de humor. Esta fraternidad entre palestinos ya la había observado en las elecciones que llevaron a Hamás al poder y continúa hoy. Creo que es posible una reconciliación. No hay reivindicaciones de odio entre Fatah y Hamás. Es una disputa de jefes. La Autoridad Palestina ni siquiera representa a la base de Fatah. Es una falsa disputa. A nivel de los electores no existe animosidad entre Hamás y Fatah. Si se organizaran elecciones en unas condiciones electorales normales se desarrollarían de una manera tan pacífica como en 2006.
—Una vez más no se puede dejar de pensar que Israel no hubiera podido llegar tan lejos en el horror si los ideólogos que dictan la línea política en el seno del movimiento de solidaridad en vez de apoyar al campo de Fatah y de quienes optaron por la colaboración con el ocupante, hubieran apoyado claramente el campo de las fuerzas que, como Hamás, rechaza esta vía y sigue reivindicando el derecho de los palestinos a resistir a la ocupación. ¿Acaso no le han puesto las cosas más fáciles a Israel y prologando el sufrimiento del pueblo palestino por medio de este tipo de extraña mala unión?
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