La apuesta del PRI es llegar a Los Pinos a como dé lugar, al fin que luego vendría el periodo de curar heridas y todas las afrentas quedaran en el olvido. Así lo demuestra el rechazo de la bancada tricolor en la cámara baja a la revocación de mandato, asunto que le daría sentido a una reforma política acorde con la realidad actual del país. El temor a dar un paso en esa dirección, sólo tiene una explicación: saben los diputados del tricolor que la ciudadanía muy pronto exigiría esa norma, una vez que Enrique Peña Nieto comenzara a “gobernar” conforme a los compromisos contraídos, absolutamente ajenos a los intereses de las clases mayoritarias y de la democracia.
No es casual que la bancada ligada al estado de México haya sido la que mostró una tajante oposición a dicha premisa. Lo que asombra a pesar de todo, es que sean tan insensibles sus integrantes que se nieguen a ver algo tan obvio, como la urgencia de poner fin a los abusos de la oligarquía. Es criminal que quieran seguir sirviéndola, como si México viviera sin las dramáticas contradicciones que lo caracterizan actualmente, que de seguirse agudizando sólo tendrían una salida: protestas sociales cada vez más firmes y organizadas, que impedirían condiciones mínimas de gobernabilidad.
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