María Esther Medina Tarango, José Alberto Martínez García y Carlos Moreno Zamora comparten el mismo dolor: la desaparición de un hijo. Y es que, durante el último semestre del año, al menos tres estudiantes de instituciones públicas de nivel superior han desaparecido.
Se trata de José Alberto Martínez Favela y Omar Isaac Mediana Tarango, estudiantes de la licenciatura en educación primaria en la Escuela Normal Rural José Guadalupe Aguilera, ubicada en el municipio de Canatlán, Durango; y de Israel Moreno Pérez, inscrito en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), en el tercer semestre de la carrera de geografía.
A los dos primeros se les vio por última vez el 24 de septiembre pasado en la avenida Siglo XXI, en Aguascalientes. Una vez concluida la actividad cultural a la que asistieron, en la Normal Rural de este estado, José Martínez y Omar Medina buscaban volver a su respectiva escuela de ride o aventón, la forma en que, a falta de recursos económicos, viajan los normalistas rurales.
Carlos Moreno: un padre “desesperado”
Carlos Moreno Zamora es padre de Jesús Israel Moreno Pérez, un joven de 20 años de edad desaparecido el pasado 8 de julio en la localidad de Chacahua, Oaxaca. Geógrafo de formación, actual distribuidor de artículos de belleza, en una mano carga los productos que reparte a sus proveedores; en la otra, parte del expediente de la desaparición de su hijo, un estudiante de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM.
Cabellos, secadoras y espejos; tristeza, indignación y decepción: todo confluye en una pequeña estética ubicada en la colonia Condesa, en el Distrito Federal, el lugar elegido para la entrevista con Contralínea. Es el último jueves de octubre y, a pesar de su agobio, Carlos Moreno intenta trabajar. Sus proveedores le han permitido enfocarse en la búsqueda de Israel, pero él sabe que en un empleo como el que desempeña no hay resultados sin constancia.
“Lo que hay que resaltar es la indiferencia y la ineptitud de las autoridades que se limitan a decir ‘estamos trabajando’ y que en realidad no lo están haciendo”, dice, aturdido, Moreno Zamora.
Se muestra decepcionado por el trabajo de las instituciones del gobierno, en particular de las de Oaxaca, pero también por la insensibilidad de la UNAM, la escuela de la que egresó y en la que su hijo cursaba la misma licenciatura que él. A mediados de septiembre se reunió con Jaime Vázquez Díaz, coordinador de Gestión de la Secretaría de Servicios a la Comunidad de esta casa de estudios, quien se comprometió a estudiar su caso y asignarle un abogado. La realidad es otra: “Me han estado llamando, pero nada más me llaman. O sea que no han hecho nada”.
José Narro Robles, rector de la UNAM y quien en agosto pasado presentó una propuesta de seguridad para el país, Elementos para la construcción de una política de Estado para la seguridad y la justicia en democracia, no ha emitido un pronunciamiento público respecto de la desaparición del estudiante universitario. Y no lo va a hacer, dice Renato Dávalos López, director de Información de la Dirección General de Comunicación Social de la Universidad: “Es un asunto que no compete a la autoridad universitaria, sino a una autoridad oficial”.
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