Reservada, incatalogable y polémica a su pesar, la cantante mexicana se alinea con la izquierda
Terminada su gira europea, lamenta el "retroceso y la tragedia" del resultado electoral en su país
Julieta Venegas votó en México antes de iniciar la gira europea que
acaba de terminar. “Estoy triste”, asegura. “Que vuelva el PRI [el
partido que gobernó durante 70 años ininterrumpidos] para mí es una
tragedia, un retroceso enorme. México está pasando por momentos muy
duros y necesita un empujón. [El virtual ganador] Enrique Peña Nieto
representa un partido que le ha hecho mucho daño al país”. Tras dar un
pequeño concierto en Madrid, la cantante, reservada en tantos otros
aspectos, se entrega enérgica a la charla política. Admite sin rodeos
que votó por Andrés Manuel López Obrador, candidato de la izquierda, el
PRD. Los significativos apoyos recibidos por el candidato en las redes
sociales –del actor Gael García Bernal a la popular banda de rock Zoé–,
reconoce, habían alimentado falsamente sus esperanzas. “Tengo fe en la
izquierda”, insiste. “Creo que nunca se le ha dado una oportunidad, y
ahí podemos encontrar una solución, porque estamos en un verdadero
atolladero”.
Proactiva en sus convicciones, mostró su lado más revolucionario durante
las elecciones, apoyando al movimiento de los indignados mexicanos Yo
Soy 132, que defiende unas elecciones presidenciales informadas y
libres. “Antes había cierta apatía, pero la juventud en México está
despertando. Quiere saber las cosas que pasan en su país, decidir, estar
presentes”. Y añade: “Si quieres un país democrático, tienes que
comprometerte. Yo quiero que mi país avance, debemos ver las cosas que
tenemos mal y ser conscientes de que somos capaces de cambiar”.
Venegas, que tiene algo de Torre de Babel, proviene de dos mundos
opuestos separados por una delgada línea: Long Beach (California), el
lugar donde nació, y Tijuana, donde se crio. Sus padres son fotógrafos, y
desde pequeña recibió clases de piano, violonchelo y canto. Tiene
cuatro hermanos, ninguno de los cuales se ha dedicado a la música.
Yvonne, su gemela, que apareció en uno de sus videoclips, Lento, es
fotógrafa profesional y fue objeto hace dos años de una polémica a
cuenta de un reportaje que firmó sobre el controvertido magnate de las
casas de apuestas Jorge Hank Rhon, relacionado con la vieja guardia del
PRI. Es de las pocas cosas que han trascendido de la discreta familia
Venegas.
A los 22 años, Julieta se fue de Tijuana a Ciudad de México a ver a su
tío, y ahí se quedó. Consiguió trabajo dando clases de inglés y comenzó a
tocar rock con la mítica banda Tijuana No!
Admite sin rodeos que votó por Andrés Manuel López Obrador. “Tengo fe en
la izquierda. Creo que nunca se le ha dado una oportunidad, y ahí
podemos encontrar una solución, porque estamos en un verdadero
atolladero”
Con todo, el reconocimiento internacional le llegó con Sí (2003) y su
transformación en cantautora pop. Ganadora de un Grammy y cinco Grammys
Latinos, ha compartido escenario con Paulina Rubio, la diva de las
listas de éxitos mexicanas. Las asociaciones no le molestan. “Es la
manera que te simplifica sonar en la radiofórmula”, reflexiona,
casualidad o no, en el café de Los 40 Principales, en la Gran Vía
madrileña. “Si te escuchan junto a ese artista, ya piensan que eres
igual que él”.
Autores tan variopintos como Tom Waits, Suzanne Vega y la banda de
folclor mexicano Tigres del Norte han teñido las melodías de Venegas, a
la que es difícil de catalogar en un género. Es tradición, pero también
rock y pop; rebeldía y dulzura; mainstream sin complejos, raíces
underground. “Soy una desgenerada”, bromea. Llena auditorios en todo el
mundo y lo celebra junto con las chicas de su miniorquesta en bares
alternativos, como La Realidad, en el madrileño barrio de Malasaña. Con
41 años, acaba de terminar la gira europea de Otra cosa –tras la que es
“un trapo de lo cansada” que está, “pero un trapo feliz”, según escribió
en su Twitter el martes–, y regresa a México para grabar su siguiente
trabajo.
No pisaba tierras españolas desde hacía un año. Su último recuerdo quizá
no fuera agradable. El verano anterior, muchos fibers, puristas del
Festival Internacional de Benicàssim, se llevaron las manos a la cabeza:
la musa de la radiofórmula, denunciaban, contaminaba el espíritu indie
de la cita castellonense. Un sentimiento que resumía un comentario
recibido en un blog de este periódico: “Supongo que soy un moderno de
mierda, pero tengo que quejarme si Julieta Venegas va al FIB… Por favor,
¿de qué va esto?”. La actuación se saldó, efectivamente, con algún
silbido, pero un año después la tijuanense no alberga el menor trauma.
“Estuvo genial, no sentí tensión ni nada raro. Creo que es una cuestión
de concepto, que no tiene que ver con la música. Siempre me preguntaron
qué pensaba de las críticas, y lo único que podía hacer era demostrar
las cosas en el escenario. Al final me sentí muy bien”.
Pocos detalles se conocen de su vida personal. Un breve matrimonio con
la estrella del rock chileno Álvaro Henríquez, una relación con el
cineasta mexicano Francisco Franco y otra con el mánager gallego Carlos
Mariño, que ha gestionado las agendas de Kiko Veneno, Fangoria, Los
Planetas o Dover, y con el que entró en contacto con la escena musical
independiente española (Venegas dice “amar” a artistas como La Bien
Querida, El Guincho y Joe Crepúsculo). Poco más. “Soy muy privada para
mis cosas”, concede entre sonrisas.
Tiene una hija y ha llevado la máxima del blindaje de su intimidad hasta
el punto de que nunca ha revelado el nombre del padre. La única pista
es que la niña, Simona, es “mitad argentina”. Sin embargo, no se corta
un pelo al hablar de la pequeña, que nació hace dos años y la acompaña
en todas sus giras. “Lo que hace un hijo es ampliar tu radar de
cobertura, ves las cosas de una forma más amplia, fuera de ti y hacia el
mundo. No solo en el trabajo, emocionalmente también lo sientes todo
diferente”. ¿Es un handicap ser madre en esta industria? “Creo que no”,
responde al instante. “Si quieres una carrera muy ambiciosa, es difícil.
Yo creo que todo se acomoda, y justamente una de las cosas que te
enseñan los hijos es que todo es una cuestión de logística”.
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