Abandono, inseguridad, soberbia
Las fallas de seguridad que derivaron en la explosión que el 31 de enero
mató a más de 30 personas e hirió a decenas en las instalaciones
administrativas de Pemex están claras. Un informe de la Subdirección de
Servicios Corporativos muestra cómo la prioridad es presumir de grandes
logros en tanto se minimizan los riesgos, las carencias y los muchos
incidentes reportados.Enaltecidos en su conjunto como una obra “desafiante y emblemática de una generación de mexicanos que aprendió a pensar en grande”, la Torre Ejecutiva y el complejo de edificios que configuran el Centro de Administración de Pemex (CAP) constituyen una trampa –ya fue mortal para muchos– para las casi 10 mil personas que laboran en ellos.
Peña y Osorio en la zona del desatre.
Así
lo dejan entrever los informes oficiales de la paraestatal. Tan sólo
durante 2011, en los edificios del CAP se registraron un total de 2 mil
974 casos de emergencia, de los cuales uno fue conato de incendio, 15
fugas de agua y 10 de gas, 10 cortocircuitos, 69 reportes de olor a
quemado, dos derrames de agua, 266 alarmas de los sistemas de detección,
mil 535 simulacros y mil 63 eventos de protección contra incendio,
según el informe de la Subdirección de Servicios Corporativos, área
responsable de servicios generales, mantenimiento y obra pública de la
petrolera.
En el apartado de “protección civil” de su informe
Logros 2011, la misma subdirección advierte que “algunas de las tareas
de protección civil más usuales, encaminadas, sobre todo, al resguardo
de las personas, son los servicios de alarma, los sistemas de
evacuación, el salvamento, los primeros auxilios, la lucha contra
incendios, el señalamiento de zonas peligrosas y medidas de urgencia
para el restablecimiento de los servicios indispensables.
“Durante
2011 se han atendido 2 mil 974 casos de emergencia. Resalta el trabajo
de prevención de daños mayores ante la posible ocurrencia de un incendio
generalizado.”
En el edificio B-2, de 13 niveles, donde laboran
mil 590 personas, se han registrado distintos incidentes antes de la
tragedia del 31 de enero. En 2012 hubo un incendio en el cuarto piso,
sin que se registrara ningún herido. En septiembre de 1982, a unos días
de la nacionalización de la banca, en el sexto piso del mismo edificio
ocurrió un incendio que fue sofocado después de las nueve de la mañana.
En
aquella ocasión este semanario publicó: “El rumor, que luego se
convirtió en realidad, cundió como reguero de pólvora: los archivos de
Pemex fueron los que se incendiaron. Y fueron los archivos de las áreas
de explotación, proveeduría y almacenes, proyectos y construcción de
obras del personal de confianza” (Proceso 306).
Transcurrieron 32
años y ocurrió otro siniestro en el mismo edificio, provocando 33
muertos y decenas de heridos, según los últimos balances de la tarde del
viernes 2 de febrero.
La mayoría de las víctimas son miembros del
sindicato petrolero y laboraban en la planta baja; otras estaban en los
sótanos. Era el momento más delicado, por el cambio de turno.
El
siniestro provocó que se perdieran todos los archivos del área de
Recursos Humanos, incluyendo decenas de demandas laborales que tiene
Pemex con sus trabajadores, así como contratos y otros documentos del
archivo muerto de la paraestatal.
Accidentes y escándalos
Las
dimensiones de la tragedia coinciden con advertencias que se han hecho
en los últimos cuatro años sobre la inseguridad y vulnerabilidad de las
instalaciones del CAP, debido a sus más de 30 años de antigüedad y a las
deficiencias de sus sistemas operativos, entre otras causas.
La
Torre Ejecutiva de Pemex y el complejo de edificios aledaños fueron
diseñados por el arquitecto Pedro Moctezuma Díaz Infante (padre del
político Esteban Moctezuma Barragán, exsecretario de Gobernación en el
zedillismo) y fue presumido como el “primer edificio inteligente” del
país.
Tras cinco años de planeación, se empezó a construir en 1981
y se inauguró en 1982, el año de la nacionalización de la banca y
cuando terminó el “boom petrolero” generado por el entonces director de
la paraestatal, Jorge Díaz Serrano.
El incendio del 6 de
septiembre de 1982 en el edificio B-2 ocurrió cuando se iniciaban en
Estados Unidos juicios contra empresarios que sobornaron a funcionarios
de Pemex en la época de Díaz Serrano. El día 27 del mismo mes, el actual
director de este semanario, Rafael Rodríguez Castañeda, escribió:
“Es
probable que el incendio haya consumido pruebas y constancias del
expediente negro de Jorge Díaz Serrano. Esto tal vez nunca se llegue a
saber. Por lo pronto, empero, el ahora senador por Sonora se ve
perseguido por datos implacables que provienen de allá, de Estados
Unidos, el país donde abundan sus amigos y donde, apoyándose en sus
ambiciosos planes, muchas empresas hicieron grandes negocios al amparo
del efímero ensueño de la riqueza petrolera mexicana” (Proceso 308).
También
el ingeniero Heberto Castillo, colaborador de la revista durante
décadas y crítico severo de la administración de Jorge Díaz Serrano,
vinculó el accidente con el escándalo de las empresas perforadoras donde
tenía intereses el entonces director de Pemex.
“El incendio de
las oficinas administrativas de Pemex y la destrucción de los archivos
que guardaban sus computadoras puede estar relacionado con las aventuras
de Jorge Díaz Serrano en la economía privada nacional. Él desvió
importantes contratos hacia su empresa Permargo y hacia otras que hacían
lo que se llama ingeniería de proyectos. El rumor insistente de que se
actuaría contra él al término del mandato de José López Portillo lo ha
hecho, incluso, ponerse a escribir en un diario de negro desprestigio
echeverrista para cubrirse las espaldas”, escribió Castillo (Fuera
máscaras, Proceso 307).
Ahora, el peor accidente en el complejo de
edificios del CAP también ocurre cuando existen investigaciones sobre
corruptelas en la paraestatal.
Tres días antes de la tragedia del
31 de enero, en Estados Unidos se ventiló la investigación realizada por
la Securities and Exchange Commission (SEC), organismo regulador
bursátil, sobre presuntos sobornos que pagó en 2004 la empresa alemana
Siemens a “asesores y consultores en varios países”, incluyendo la
entrega de 2.6 millones de dólares al empresario mexicano Jaime Federico
Said Camil Garza para sobornar a altos funcionarios de Pemex. Jaime
Camil es identificado como un empresario cercano al gobierno de Vicente
Fox y amigo del actual presidente, Enrique Peña Nieto. Además, es padre
del artista de los mismos nombre y apellido que trabaja para Televisa.
La
investigación de la SEC, de 38 páginas, señala que “a finales de 2004,
Siemens PG y Siemens, S.A. de C.V., una entidad regional, hicieron tres
pagos ilícitos por separado, que sumaron unos 2.6 millones de dólares, a
un asesor de negocios conectado con la política para asistirle en
solventar pagos por demandas relativas al incumplimiento a tiempo de
proyectos de modernización de tres refinerías en México”.
El
dictamen de la SEC se deriva de una demanda civil que Pemex presentó en
diciembre de 2012 ante una Corte de Nueva York por 500 millones de
dólares contra Siemens, por presuntos actos de corrupción en la
modernización de la refinería de Cadereyta, en los que pueden estar
involucrados altos funcionarios de Pemex en las administraciones de sus
exdirectores generales Raúl Muñoz Leos (2000-2004) y Luis Ramírez Corzo
(2004-2006), así como la empresa coreana SK Engineering and
Construction.
Evaluación tramposa
La
detonación del 31 de enero, que provocó el colapso de la planta baja y
los sótanos del edificio B-2, ocurrió hora y media después de que el
director corporativo de Operaciones de Pemex, Carlos Murrieta,
presumiera que en la paraestatal se logró reducir “el índice de
accidentabilidad en los últimos años”.
“Es un logro para Pemex
mantener los indicadores de seguridad por debajo del estándar
internacional”, sintetizó un enigmático mensaje en la cuenta de Twitter
de la paraestatal, a las dos de la tarde.
Dos horas después,
frente a la peor tragedia que haya ocurrido en el complejo de edificios
de la Torre de Pemex, la misma cuenta oficial de Pemex afirmó:
“Estamos desalojando la Torre de Pemex por una falla en el suministro de energía eléctrica.
“Lo
que ocurrió fue una explosión en el edificio B-2 del Centro
Administrativo. Hay lesionados. Hubo daños en la PB y mezzanine.”
Hasta
las 20:50 horas de ese viernes, el área de Comunicación Social de Pemex
volvió a emitir otro mensaje para calificar como “infundadas” las
versiones sobre las causas de la explosión, incluyendo aquella que ubicó
el sistema de aire acondicionado como uno de los causantes del
siniestro.
En su documento Logros 2011, la Subdirección de Servicios Corporativos presumía:
“El
sistema integral de aire acondicionado de la Torre Ejecutiva y del
Centro Administrativo Pemex proporciona las condiciones de temperatura y
calidad del aire en el interior de las oficinas, para que el personal
desarrolle sus funciones en condiciones saludables y de confort. Se
cuenta con dos plantas para proporcionar el servicio que, a su vez,
tienen equipos secundarios (unidades manejadoras de aire) que
distribuyen el aire acondicionado y/o calefacción en el interior de las
oficinas que tienen el servicio. Se calcula que alrededor de 6 mil
personas son beneficiadas por este sistema.
“En 2011 sobresale la
instalación del aire acondicionado en el edificio B-1, el cual tiene
tecnología de punta que utiliza refrigerante ecológico, por lo que no
requiere de una planta de servicios auxiliares y, como opera de manera
seccionada para proporcionar diferentes condiciones de temperatura,
permite obtener considerables ahorros de energía.”
Sin embargo, el
mismo informe reconoce, en su apartado “Puntos críticos”, que en el
área de mantenimiento “varios inmuebles presentaban un notable estado de
deterioro y rezagos de atención, por lo que comenzaron a atenderse los
requerimientos más urgentes, considerando las observaciones de la
Comisión Mixta de Seguridad e Higiene en el Trabajo”.
Otros
aspectos críticos mencionados se refieren a los “tiempos de
contratación”, la obra pública, las consecuencias de la quiebra de
Mexicana de Aviación, que implicó un mayor gasto para Pemex, así como la
adaptación de la organización a los cambios aplicados en la principal
empresa paraestatal mexicana:
“Cuando una organización cambia –se
dice en el informe de la mencionada subdirección– es necesario definir
un conjunto de acciones que permita a las personas conocer qué está
cambiando, por qué y para qué va a servir…
“En consecuencia, la
Subdirección de Servicios Corporativos ha trabajado en un cambio
cultural, principalmente en estilos de trabajo y liderazgos,
comunicación, organización del trabajo y valores, que le permita ofrecer
a Pemex un mejor servicio, más comprometido y eficiente, y con una
cultura de servicio al cliente verdaderamente proactiva.”
Para
enfrentar el “notable deterioro” de algunos edificios de la paraestatal,
incluyendo los de la Torre Ejecutiva y del CAP, se creó la Subgerencia
de Obras, “con el fin de rescatar edificios que demandan mantenimiento,
de conservar en buenas condiciones las instalaciones de oficinas,
guarderías, escuelas, deportivos y hospitales, y de generar las obras
nuevas que se requieran en el marco de crecimiento y desarrollo de una
industria estratégica nacional”.
Frente a lo ocurrido en el
edificio B-2, ni la Subdirección de Servicios Corporativos ni la
Subgerencia de Obras han hecho pública ninguna evaluación sobre las
posibles fallas en seguridad, en mantenimiento y en protección civil.
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