domingo, marzo 10, 2013

Chávez, el legado y los desafíos

Ejecución de la Orquesta Sinfónica Simón Bolívar durante el funeral de Estado del presidente Hugo Chávez. Dirige Gustavo Dudamel


Murió el líder político democrático más carismático de las últimas décadas. Cuando esto sucede en democracia, el carisma crea entre gobernantes y gobernados una relación particularmente movilizadora, porque reúne la legitimidad democrática con una identidad de pertenencia y un conjunto de objetivos compartidos que van mucho más allá de la representación política.
Las clases populares, habituadas a ser golpeadas por un poder lejano y represor (las democracias de baja intensidad alimentan ese poder), viven momentos en los que la distancia entre representantes y representados casi se desvanece. Los opositores hablan de populismo y autoritarismo, pero raramente logran convencer a los votantes. Es que, en democracia, el carisma permite niveles de educación cívica difícilmente alcanzables en otras condiciones. La compleja química entre carisma y democracia profundiza ambos procesos, sobre todo cuando se traduce en medidas de redistribución social de la riqueza. El problema del carisma es que termina con el líder. Para continuar sin él, la democracia necesita ser reforzada con dos ingredientes cuya química es igualmente compleja, sobre todo en un inmediato periodo poscarismático: la institucionalidad y la participación popular.
Al gritar en las calles de Caracas ¡todos somos Chávez!, el pueblo es lúcidamente consciente de que Chávez hubo uno solo y que la revolución bolivariana tendrá enemigos internos y externos lo suficientemente fuertes como para poner en cuestión la intensa experiencia democrática de los últimos 14 años. En Brasil, el presidente Lula fue también un líder carismático. Después de él, la presidenta Dilma aprovechó la fuerte institucionalidad del Estado y de la democracia brasileñas, pero ha tenido dificultades para complementarla con la participación popular. En Venezuela, la fortaleza de las instituciones es mucho menor, mientras que el impulso de la participación popular es mucho mayor. Es en este contexto que debemos analizar el legado de Chávez y los desafíos en el horizonte.
El legado
La redistribución de la riqueza. Chávez, al igual que otros líderes latinoamericanos, aprovechó el boom de los recursos naturales (en especial el petróleo) para realizar un programa sin precedentes de políticas sociales, sobre todo en las áreas de educación, salud, vivienda e infraestructura, que mejoraron sustancialmente la vida de la inmensa mayoría de la población. La Venezuela saudita dio lugar a la Venezuela bolivariana.
La integración regional. Chávez fue artífice incansable de la integración del subcontinente latinoamericano. No se trató de un cálculo mezquino de supervivencia o hegemonía. Chávez creía como nadie en la idea de la Patria Grande de Simón Bolívar. Las diferencias políticas sustantivas entre los países de la región eran vistas por él como discusiones dentro de una gran familia. Cuando tuvo la oportunidad, procuró restaurar los lazos con el miembro de la familia más reticente y más pro estadunidense: Colombia. Procuró que las relaciones entre los países latinoamericanos fueran mucho más allá de los intercambios comerciales y que éstos se pautasen por una lógica de complementariedad y reciprocidad, no por una lógica capitalista. Su solidaridad con Cuba es bien conocida, pero fue igualmente decisiva con la Argentina durante la crisis de 2001-2002 y con los pequeños países del Caribe.
Fue un entusiasta de todas las formas de integración regional que ayudaran al continente a dejar de ser el patio trasero de Estados Unidos. Encabezó el Alba (Alternativa Bolivariana para las Américas), luego Alba-TCP (Alianza Bolivariana para los Pueblos de nuestra América-Tratado de Comercio de los Pueblos); también quiso ser miembro del Mercosur. La Celac (Comunidad de Estados de América Latina y el Caribe) y la Unasur (Unión de Naciones Suramericanas) son otras de las instituciones de integración a las que Chávez dio su impulso.
Antimperialismo. En los momentos más críticos de su gobierno (incluyendo la resistencia al golpe de Estado de que fue víctima en 2002), Chávez se enfrentó con el unilateralismo estadunidense más agresivo (George W. Bush), que llegó a su punto más destructivo con la invasión de Irak. Chávez tenía la convicción de que lo que estaba pasando en Medio Oriente pasaría un día en América Latina si la región no se preparaba para esa eventualidad. De ahí su interés por la integración regional. Pero también estaba convencido de que la única manera de frenar a Estados Unidos era alimentar el multilateralismo, fortaleciendo lo que quedaba de la Guerra Fría. De ahí su acercamiento a Rusia, China e Irán. Sabía que Estados Unidos (con el apoyo de la Unión Europea) continuaría liberando a todos los países que pudieran desafiar a Israel o ser una amenaza para el acceso al petróleo. De ahí, la liberación de Libia, seguida por la de Siria y, en un futuro próximo, Irán. De ahí, también, el desinterés de Washington y la Unión Europea por liberar la nación gobernada por la dictadura más retrógrada: Arabia Saudita.
El socialismo del siglo XXI. Chávez no consiguió construir el socialismo del siglo XXI, al que llamó socialismo bolivariano. ¿Cuál sería su modelo de socialismo, teniendo en cuenta que siempre mostró reverencia por la experiencia cubana, que muchos consideraron excesiva? Me consuela saber que en varias ocasiones Chávez se refirió con aprobación a mi definición de socialismo: El socialismo es la democracia sin fin.
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