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viernes, mayo 28, 2010

La educación autoritaria

Felipe Calderón, titular del Ejecutivo.

MÉXICO, D.F., 28 de mayo.- Sin parar, el gobierno federal entiende de la aplicación de una sola política de Estado por encima de cualquier acontecimiento o asunto, por grave o relevante que éste pueda llegar a ser. Es la clara “percepción” de la existencia de un gobierno monotemático.

Esta unidimensional política se concentra en la justificación del uso de la violencia para enfrentar a la violencia. Y de allí no salen, a pesar de que desde distintas visiones, y aun desde insistentes propuestas, se ha convocado a redefinir esta política ciega para enfrentar mejor los grandes y agudos problemas de educación, salud, trabajo, crisis económica y pobreza que, de atacarse en serio, podrían generar mejores condiciones para hacer frente al crimen organizado. Lo mismo hicieron el gobierno de Uribe en Colombia, el de George W. Bush en Afganistán, y el de su padre George H. W. Bush en Irak, para meter a sus países en guerras sin salida con altos costos para la población civil.

Este discurso único se expresa, por supuesto, en las acciones de las estructuras del gobierno y de las secretarías que se encargan de aplicar programas y recursos. Por ejemplo, también en la educación todo se organiza para ser monotemático y estándar. Los aprendizajes, los nuevos conocimientos, la ciencia y la tecnología deben estar por atrás del crecimiento presupuestal a favor del aparato policiaco y militar. Asimismo, el tema de la violencia ya es la prioridad de la política educativa, con todo y que esto se exprese de manera enredada con un discurso que da cuenta de los nuevos términos para atender el problema educativo, como el de “daños colaterales” o “bajas civiles”, con los que se han buscado tapar los excesos militares y policiacos en los casos de los jóvenes muertos del Tecnológico de Monterrey, de los de Ciudad Juárez, del estudiante de la UNAM, de los niños de la guardería ABC, o en el contexto cada vez más deprimente que se cierne sobre las escuelas y universidades.

La violencia hacia y dentro de las escuelas también se expresa en las formas impositivas y autoritarias que pesan sobre la educación y la labor docente, y quizás éstas lleguen a tener mayores consecuencias en el mediano plazo. Durante los años que lleva este gobierno, lo que se ha promovido es la más aberrante confabulación de intereses particulares por encima del bien social de la educación, a través de la cual se impulsan políticas de carácter conservador y pruebas estándares que obligan a estudiantes y maestros a memorizar respuestas sólo para pasar exámenes y no para saber o para mejorar sus conocimientos.

La imposición de tendencias homogeneizantes en la educación evita la diversidad; también entorpece las prácticas democráticas y la posibilidad de impulsar una reforma educativa que evite profundizar la segregación de poblaciones enteras, como está ocurriendo ahora. En lugar de que la escuela pueda ser considerada como un espacio abierto al conocimiento, el autoritarismo está conduciendo a la estandarización cultural y a la extensión de la ignorancia. Se ha llegado al límite de la educación más tradicional, en la que alumnos y los maestros se organizan para pasar exámenes y no para aprender, en gastar recursos para dotar de tecnologías a las escuelas, cuando no se ha alcanzado la justicia distributiva y el acceso universal en todos los niveles educativos, en uniformizar al alumno para que adquiera determinadas competencias que se pretenden adecuadas a un mercado laboral marginal, y para que los alumnos aprendan a repetir una enseñanza obsoleta.

La calamidad es que con eso sólo se desvía la solución de los grandes problemas de la educación y del país, bajo la lógica de un pensamiento único tropicalizado que busca enraizarse y legitimarse.

domingo, julio 06, 2008

Yo también amo a Uribe

Desde Venezuela
Ramiro Meneses
Rebelión

A mis camaradas y compatriotas, a mis familiares y amigos, a mis conocidos y relacionados, a todos informo por este medio que, desde el 2 de julio, me he pasado al bando de los estúpidos, es decir, desde esa fecha y hasta el día de mi muerte, soy y seré uribista fanático; soy y seré convicto y confeso seguidor de la ultraderecha, del uribismo, del neofascismo, el narcoparamilitarismo y del terrorismo de estado.

Confieso que hasta ese memorable e histórico día, cuando el glorioso ejército de Colombia ejecutó la portentosa, imponderable, maravillosa e inolvidable proeza, bautizada por nuestro máximo héroe, Álvaro Uribe Vélez, como la Operación Jaque, que supera táctica y estratégicamente la batalla de Boyacá (razón por demás suficiente para dividir nuestra común historia en dos períodos fundamentales: antes del 2 de julio y después de la Operación Jaque), confieso que hasta entonces por Uribe yo sentía repugnancia, me daba asco cada vez que veía su imagen de enano siniestro narcoparamilitar, su pinta de perro faldero del imperialismo y del estado narcoterrorista estadunidense y su infame postura de saboteador de la unidad suramericana, pero –lo confieso sin ningún pudor-, gracias a Ingrid Betancourt, a Globovisión y a Venezolana de Televisión (“…gracias, medios de comunicación”), gracias a ella y a ellos, esa imagen repulsiva de Uribe se ha tornado de pronto en algo mágico, divino.

Gracias a Ingrid, porque ella nos permitió ver con claridad la verdad: Uribe es lo mejor que le ha podido suceder a Colombia, él ha sido el presidente que ha dispuesto Dios para gobernar en nombre de nuestra ilustrísima oligarquía bogotana. También nos abrió los ojos para comprender la hidalguía, honor, valentía y dignidad del glorioso ejército colombiano.

Gracias a Globovisión por su terco empeño de servir a los intereses colombianos y transmitirnos día a día los acontecimientos de Colombia, por nimios que ellos fueran,

Gracias a Venezolana de Televisión por su capacidad para difundir oportuna, veraz, objetiva y profusamente la ingridmanía. Gracias por ponernos en pantalla a Ingrid por la mañana, al mediodía, por la tarde y en la noche, en el desayuno, en el café, en la sopa y hasta en la merienda: Ingrid relatando cómo la rescata el bravo ejército colombiano, Ingrid comiéndose a besos a Melanie y a Lorenzo, Ingrid alabando a nuestro querido Varito, Ingrid despotricando contra Chávez y Correa, llamándolos metiches, entrometidos e impertinentes. Ingrid exaltando a Sarkozy. Ingrid reconociendo como sus auténticos amigos a los tres mercenarios norteamericanos. Ingrid con Álvaro en el palacio del narquiño. Ingrid con Juan Manuel Santos. Ingrid con Yolanda Apulecio casi gritándole: ¿Por qué no te callas? Ingrid llegando al palacio de los Elíseos. Ingrid siendo recibida como heroína, como nueva Juana de Arco en París. Ingrid pacá, Ingrid pallá. Ingrid. Ingrid…

Sueño con Ingrid. Tengo orgasmos con Ingrid. Ingrid, te amo y contigo quiero gritar en la lengua de las Flores del Mal de Baudelaire y de Una Temporada en el Infierno de Rimbaud, quiero gritar. “¡Uribe, Je t'aime!”

Uribe es nuestro gran hermano y amigo. Entre hermanos nos decimos cosas, a veces muy duras. Pero nos reconciliamos y olvidamos: borrón y cuenta nueva. No recordar la masacre del 1 de marzo, olvidar la invasión al territorio ecuatoriano, olvidar los 4 millones de desplazados colombianos, olvidar los más de 100 mil muertos, olvidar las matanzas de los paramilitares apoyadas por el glorioso ejército colombiano y por el emérito gobierno de Uribe. Olvidar los centenares de miles de colombianos refugiados en nuestro país que han huido de la política terrorista del Estado colombiano. Olvidar, olvidar. Olvidar…

Por último, como estúpido derechista, conservador, neofascista, narcoparaterrorista y uribista que ahora soy, propongo dos cosas: La Primera, respaldar sin ambages ni tapujos la formula acordada en Colombia, avalada por el gobierno de EEUU y apoyada por la Unión Ruletea (Perdón, Europea) y por el estado sionista: Uribe Presidente, Ingrid Vicepresidenta.

La segunda, cuando el día 11 de julio arribe a nuestro país el grande, el único, el formidable e inefable Álvaro Uribe Vélez, recibirle como huésped ilustre de la República Bolivariana de Venezuela, declarar esa fecha día de júbilo y feriado nacional, colocarle una corona de laureles con pepitas de oro y diamantes, concederle la Orden Libertador en su primera clase, transmitir en cadena nacional su discurso de orden que no debe durar menos de seis horas; rogarle, implorarle que nos envíe otros miles de paramilitares, que facilite aún más la salida de drogas desde Colombia hacia nuestro territorio, que acepte capacitar en la siembra y cosecha de cocaína a nuestros campesinos, que adiestre a los militares bolivarianos en el arte de masacrar a los pobres del país. En fin, pedirle que acepte ser el presidente de Venezuela, porque a él lo necesitamos aquí para que implemente su política de seguridad democrática y nos convierta no en territorio libre de analfabetismo sino en territorio plagado de bases militares norteamericanas.

Álvaro, Uribe, Hermano, ¡Te Amamos!