Guillermo Almeyra en La Jornada
En todos los fascistas, como ha sido ampliamente estudiado, siempre hay una dosis muy fuerte de irracionalidad, de bravuconería, de apuestas arriesgadas de aventureros. Vivere pericolosamente, era el lema de Mussolini, esa caricatura viviente del fascismo y de sí mismo... Esas características, por supuesto, no les faltan a los fascistas criollos que, además, confían ciegamente en Dios y creen que éste está exclusivamente a su servicio. Los líderes fascistas o los nazis, sin embargo, eran defensores del capitalismo pero no eran capitalistas, sino advenedizos reclutados principalmente en los bajos fondos, en los manicomios o entre los resentidos sociales y los degenerados a la Goëring o a la D'Annunzio.
Los fascistas nuestros son, en cambio, pirrurris de traje y corbata, de carros del año. Por eso, a diferencia de los europeos, no tienen sensibilidad popular. En su carácter de miembros de la llamada elite de un país mayoritariamente conservador y racista, desprecian a los indígenas por "indios", y al pueblo, "los nacos" (de totonacos), por razones a la vez étnicas y de clase. Creen que los trabajadores y los oprimidos de todo tipo no tienen memoria, capacidad de pensar y decidir ni voluntad, que son una masa voluble, maniobrable, con una capacidad infinita para soportar robos, estafas, vejámenes e infamias de todo tipo.
Como desprecian el país real -su ideal está fuera de las fronteras y anhelan ser reconocidos como iguales por gentes más blancas y rubias que sus connacionales-, no son capaces de pensar en la posible consecuencia de sus constantes actos de usurpación y de su prepotencia. Ni mucho menos de ver lo que está sucediendo, como la ola de tomas de municipios oaxaqueños para formar gobiernos populares o la vasta rebelión encabezada y organizada en todo el estado por la Asamblea Popular del Pueblo de Oaxaca (APPO), los maestros y otros movimientos sociales. Como se creen omnipotentes e impunes, porque desde hace cientos de años ellos o sus semejantes dominan las palancas del poder económico, religioso y político, actúan irresponsablemente, como aventureros sin criterio. Por eso han hecho un fraude evidente, tan evidente que Calderón no puede mover siquiera 5 mil personas en su apoyo y, por supuesto, aunque asegura que ganó, no puede eliminar las dudas pidiendo que se abran las urnas. Por eso adoptan como táctica la torpe tozudez del ladrón que, atrapado con lo robado, dice "¡es mío!", "¡es mío!", contando con la complicidad de un juez venal que ya le ha servido en otras ocasiones.
Esa gente ve la violación del reglamento de tránsito, pero no ve qué significado tiene una resistencia pacífica tan vasta y tan persistente que, además, va in crescendo. No se da cuenta de que en la voluntad de tomar las calles céntricas hay el mismo ingrediente que en la toma de Oaxaca, en la construcción de las juntas de buen gobierno, en la organización de la policía comunitaria guerrerense. O sea, la decisión de construir abajo, en la vida cotidiana, un poder opuesto al de los opresores. Y también está la ruptura con la dominación, un salto ideológico formidable por parte de millones de personas.
Sin duda, los fascistas se apoyan sobre una melma conservadora, que es mayoritaria (si uno suma la abstención de los valemadristas con los votos por el PAN y con la mayoría de los votos por el PRI y una parte, incluso, de los votantes del PRD). Para hacerlo cuentan con el miedo, con la presión patronal, con la cloaca ideológica que se vuelca diariamente desde la pantalla chica y por la mayoría de las radios. Pero aunque los conservadores puedan apoyar puntualmente a los fascistas, no son iguales a éstos y sus miedos y certezas pueden ser muy sacudidos o por las movilizaciones sociales o por los efectos nefastos de las políticas hambreadoras y destructivas de los arrogantes, de los aventureros insensibles y racistas en el poder.
Luis Hernández Navarro, en un excelente artículo, describió lo que podría suceder si Calderón se impusiese por el fraude con la complicidad del IFE y de jueces inconscientes, como pretende y como planeó hace más de dos años, cuando pergeñó su campaña y el fraude mismo. Estamos ante un proceso que ha desbordado ya a la dirección del PRD y que comienza a mostrar importantes síntomas de autonomía en la rebelión, de autorganización y de autogestión, como en Oaxaca, y que no se quedará en el marco -fundamental- de la defensa de la legalidad, sino que también impondrá reivindicaciones sociales, con la acción de masas.
¿Qué pasaría entonces si un gobierno ilegal e ilegítimo, el de Calderón, intentase acabar con las zonas zapatistas en Chiapas mediante la violencia o reprimir armas en mano, como se hizo en Lázaro Cárdenas con los mineros, las múltiples sublevaciones y resistencias populares? ¿Aceptarían las fuerzas armadas en su totalidad el trabajo sucio y sangriento que los pirrurris les atribuyen para hacer la política de Bush en México? ¿No habría en ellas elementos que considerasen deshonroso servir a un gobierno para el cual es normal y aceptable la construcción de un muro destinado a contener emigrantes considerados perros rabiosos y el despliegue de tropas para tirar contra mexicanos y latinoamericanos? ¿La resistencia popular creciente no desgarraría los aparatos de dominación y represión, la Iglesia, las fuerzas armadas? El conflicto todavía es poselectoral pero, ¿permanecerá así durante mucho tiempo, sobre todo si los aventureros se obstinan en jugar con fuego?
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