domingo, agosto 06, 2006

El Tribunal del Olvido














Foto de La Jornada

El Tribunal del Olvido
Seb Tal

No se me ocurre otra cosa que definir la actuación del Tribunal como tramposa y vil.

Primero porque fue otro montaje mediático burlonamente llamado audiencia pública. Los ciudadanos no tuvimos ninguna posibilidad para acceder a la discusión que antecedió a la puesta de escena que presenciamos y donde se debió profundizar en los argumentos que denuncian las graves irregularidades que sustentan la petición del recuento como una salida imparcial, veloz y efectiva a la incertidumbre.

Y segundo porque fue solo un pronunciamiento de una decisión previamente confabulada con la intención política y mediática de desechar el conteo total que exigen millones de mexicanos invocando una artificial firmeza tras una planeada unanimidad. Otra votación fraudulenta, una más. Podría impugnarse también. Los siete magistrados que pretenden ser nuestros representantes en la toma de decisiones legales en materia electoral han dejado claro que no son ningún espejo de la sociedad y no se asoma en ellos la diversidad ideológica y manifiesta cero capacidad de análisis y quedó muy, pero muy, lejos, de formular un discurso elocuente y sensible al momento que vivimos.

La lectura del aburrido secretario que escuchamos del proyecto a ser votado no encierra ninguna reflexión profunda que refleje la importancia de la decisión y es un testimonio de la falta de respeto y de consideración a los preceptos constitucionales de la democracia auténtica a la que aspiramos.

El proyecto del magistrado presidente para rechazar el conteo derivó en una exposición de los procedimientos electorales, con exactamente los mismos argumentos de la derecha, para alabar a las decorativas leyes que a nadie sirven y ensalzar pomposamente el sistema electoral en un tono que era a la vez afectado, superflúo y rígido, y que no considera la capacidad delincuencial que la campaña fascista de la derecha evidenció flagrantemente durante todo el proceso electoral. Pura irónica labia participante del añejo paternalismo que una vez más insiste en presumir su defectuosa oferta de democracia cuando se nos niega.

Parece ser que lo que nos queda de todo lo que los mexicanos hemos construido en el progreso demócratico de nuestro país es que siete personas sin carisma y dudosa humanidad decidan a convenencia tirar a la basura la constitución sin siquiera decirnos por qué.

Ninguno voto por la justicia que ostentan defender. El voto de todos fue para rechazar la democracia. Rotundo fracaso de nuestro país, los mexicanos no logramos colocar ni a uno de siete en esa posición que requeriría de la más grande visión histórica y el compromiso pleno con la verdad y ellos dejaron pasar el momento más trascendente de sus vidas, en el que podían haber legado un ejemplo mayúsculo de compromiso con sus semejantes. Con un milagroso destello de lucídez, todavía podrían hacer algo y salirse de ese profundo agujero en el que se pierde para siempre la dignidad. Pero no soy optimista, la experiencia me obliga.

Los magistrados no nos fallaron, actuaron conforme al derecho, al derecho de unos cuantos sobre el gran resto. Tampoco nos sorprendieron, sabemos para quien trabajan, hace mucho que están ahí.

Muy triste es, que encumbrados en altos puestos y salarios desorbitantes, los magistrados, amparados supuestamente en su conocimiento de la ley, sean nuestra
última instancia. Pura y simple injusticia. En nuestro maravilloso sistema hemos logrado que las más trascendentes decisiones las tomen personas de las que ignoramos su calidad humana, moral, ética e intelectual o si están provistos del más elemental sentido común. Sus nombres ahora no valen la pena mencionar y por este camino en nada estarán olvidados.

El problema es el mismo de siempre, el único, los que deciden el rumbo son empoderados no por su generosidad, humanidad y sentido solidario, sino por su cercanía con el poder y los favores otorgados y que provienen de una formación legal y académica que es programada para atender el interés económico de un sistema dedicado a valorar más al que más tiene y no al que mejor ser humano es.

La exigencia mínima democrática de elegir directamente a nuestros gobernantes fundamenta el movimiento emprendido para concretar el cambio urgente que necesitamos. Tras la consigna espontánea del voto por voto y casilla por casilla se encuentra el grito de auxilio de los que ya no soportamos esto más.

Es imperativa la profunda transformación de nuestro país para que los que siempre han estado olvidados tengan el derecho a una democracia en la que puedan participar de las decisiones en la misma proporción en que estas los afectan. Un bello ideal que merece luchar.

EL PUEBLO QUE QUIERE SER LIBRE, LO SERÁ. Benito Juárez García

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