Antonio Gershenson
La Jornada
La empresa estadunidense Forbes convocó a un grupo de empresarios a una reunión en un hotel de esta ciudad, para plantear una especie de programa de lo que ellos llaman "reformas". La energética consiste en privatizar, hasta donde puedan, las empresas energéticas nacionales. La laboral, en reducir al mínimo los derechos laborales y prestaciones, y la fiscal, cobrar el IVA a alimentos y medicinas. En primer lugar, son más bien contrarreformas, regresar a antes de las conquistas que en diferentes épocas hemos logrado. En segundo lugar, todo el sexenio que ahora agoniza estuvo lleno de intentos fracasados en el mismo sentido. En tercer lugar, no ataca los problemas de raíz; al contrario, de lograrse esos intentos, se agravarían estos problemas. Por cierto, llama la atención que a una reunión de esta naturaleza se haya invitado al director de la Comisión Federal de Electricidad y otro funcionario.
Lo que se requiere para recuperar el crecimiento, que según los convocantes se lograría con sus supuestas reformas, es, primero, una fuerte inversión pública sostenida, lo cual, en México, donde se puede hacer es ante todo en el sector energético. Obviamente, si siguen golpeando a las empresas públicas, saqueándolas y privatizándolas hasta donde puedan, éstas no van a poder cumplir ese papel. Aunque con una política alternativa hay varias fuentes de recursos, la más directa es la reducción del número de altos funcionarios (hay decenas de miles) y de sus ingresos, como primera fuente de recursos para la inversión.
La llamada reforma laboral sólo lograría, al igual que cobrar IVA por los alimentos y las medicinas, deprimir más el nivel de vida de la mayoría de la población y, por lo tanto, el mercado interno. Lo que se requiere para recuperar el crecimiento es lo contrario: fortalecer el mercado interno para que, al requerirse más producción, se reactive la economía.
Se habla de competir con China e India, que han ganado mercados importantes. Los subsidios a sectores de bajos ingresos y a sectores clave de la economía, así como la inversión pública, son mucho mayores en China que aquí.
Se menciona como un elemento favorable para los planes que se exponen el que en el gobierno que debería tomar posesión el primero de diciembre hay un ánimo de "reforma". Pero no consideran la debilidad política y social de estos futuros funcionarios, su falta de legitimidad cuando que un alto porcentaje de la población los considera productos del fraude electoral y cuando incluso la convención nacional democrática ya eligió un gobierno alternativo, auténtico en el sentido de que tiene la fuerza política y moral que le falta a sus adversarios. Es más, han ocurrido dos hechos simbólicos que muestran que esta fuerza alternativa es real: el presidente saliente no pudo leer ante el Congreso su discurso asociado al Informe del primero de septiembre, ni tampoco pudo dar, como anunció repetidas veces, el Grito de Independencia en el Zócalo. Las fuerzas ahí agrupadas también tienen importantes posiciones ganadas en el terreno electoral, a pesar de que en muchos casos se lucha contra el fraude también, no sólo contra partidos. El mismo Andrés Manuel López Obrador, y a pesar de las medidas fraudulentas, ganó la mayoría en la mitad de los estados, incluidos los tres más poblados.
Si estas genialidades de la citada reunión prevalecen dentro del aparato estatal a partir de diciembre, lo que van a lograr es algo muy distinto de lo que ofrecen. Vienen a decir cómo hacer las cosas a un país que ni conocen. Aun si lo hubieran conocido, aunque sea de turistas hace unos años, el país ya cambió. Buena parte de los fracasos de proyectos del gobierno que está terminando son por eso, porque no conocen este país. Desde el aeropuerto de Atenco- Texcoco hasta la hidroeléctrica de La Parota, la gente mostró que ya no se deja.
Llevamos más de 20 años de gobiernos tecnocráticos, con su respectivo estancamiento. Eso no va a variar sin un cambio a fondo en la política económica. Además, como la gente ya no se deja, habrá inestabilidad político-social. Y lo que en este sexenio que finaliza fueron brotes de resistencia casi aislados, ahora tenderán a confluir en un movimiento más integrado y más general. Para esto, es importante un programa que ubique las demandas de cada sector afectado en un proyecto de cambio más general. Durante el proceso que culminó en la convención, se dieron pasos importantes en ese sentido.
Mientras más insista la derecha, incluidos los que ahora se reunieron, en arrebatar los derechos de los trabajadores y sus prestaciones sociales, habrá más inestabilidad social y la gente no se dejará. Lo mismo sucederá en la medida en que la derecha insista en cobrar IVA a alimentos y medicinas, mientras sectores privilegiados y enriquecidos al extremo no pagan impuestos.
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