Carlos Martínez García
Una de las herencias indeseables del foxiato es que un sector de la opinión pública ya se acostumbró, y toma como naturales la sarta de exageraciones, ignorancias, despropósitos y gracejos que casi a diario profiere el todavía Presidente de la República. De existir un indicador, que podríamos llamar dicharachos per cápita, sin duda Fox elevaría el promedio general por el número de frases dizque chistosas que suelta como apotegmas reveladores de su accidentada formación cultural.
Pero las abundantes declaraciones presidenciales para nada deben ser tomadas como inocentadas, exabruptos de un personaje renuente a comprender que la titularidad del Poder Ejecutivo demanda un esfuerzo constante de aprendizaje en las complejidades que caracterizan a la sociedad mexicana. En el siempre fecundo lenguaje foxista, jardín que reverdece en cualquier época, hoy llamamos la atención a una de sus afirmaciones en la que se pitorrea del laicismo mexicano. La semana pasada dijo que el 30 de noviembre tiene la intención de ir a la Basílica de Guadalupe con el fin de agradecer a la Virgen su apoyo durante el sexenio. Según el corto entendimiento de Vicente Fox la visita será "el último acto de gobierno, así le pese a los que hablan de la separación de Iglesia-Estado y del laicismo del Estado mexicano".
La confusión mental del esposo de la señora Marta es un caudal inagotable, y prueba de ello es que a su propósito citado le agregó que "este gobierno tuvo la fortuna de empezar con el pie derecho, porque lo primero que hice fue irme a la Villa de Guadalupe y pedirle a la madre de todos los mexicanos que me ayudara, que me inspirara y que me diera fuerzas". Pues que se asegure don Vicente de sí estar en México para cumplir con su intención de hacer su peregrinación para el día señalado, porque anda tan ocupado en viajes al extranjero que se le puede complicar su regreso a nuestro país.
La cuestión no es el derecho personal que tiene Fox, o cualquier otro ciudadano(a), para ir a la Basílica. El tópico es que esa hipotética visita la perciba él como un "acto de gobierno". Nuestras leyes marcan muy bien que en su calidad de funcionarios públicos estas personas simplemente no pueden participar en cultos religiosos. Pueden hacerlo de forma particular, en actos religiosos públicos o privados, pero desprovistos del puesto que les concede la administración pública. Luego entonces, si Fox insiste en que su manda guadalupana tiene relación con sus deberes gubernamentales, las autoridades de la Secretaría de Gobernación, a través de la Subsecretaría de Población, Migración y Asuntos Religiosos, tienen que sancionarlo. Pero si no lo hicieron en la primera propangadizada visita de Fox hace seis años, es seguro que en esta ocasión van a seguir mirando para otro lado.
Para Vicente Fox, de acuerdo con su declaración, él llegó a la Presidencia por un acto providencial de la Virgen de sus devociones y no por los votos de millones de personas que le creyeron y votaron a su favor en el año 2000. Pero, además, en el singular modo foxista de hacer teología política, a lo largo de seis años la Guadalupana retribuyó al presidente con favores que se reflejaron en una buena dirección de la nación mexicana. Fox dice que por ir a la Basílica comenzó su administración "con el pie derecho". Pues a lo mejor el primer paso sí lo dio bien, concedámosle esa ilusión, pero a partir de ahí tomó veredas sinuosas y anduvo en círculos que muy pronto convencieron incluso a muchos de sus iniciales partidarios de que no tenía idea de cuál era el rumbo a tomar
Ahora nos enteramos de que el 1º de diciembre de 2000 Vicente Fox le hizo tres peticiones a la Virgen de Guadalupe: 1) que le ayudara, 2) que lo inspirara y 3) que le diera fuerzas. Propongo que alguna de las muchas agrupaciones dedicadas a sondear las tendencias de la opinión pública en México tome el tema en sus manos y nos informe, después de una cuidadosa selección de una muestra representativa de la población mexicana, qué porcentaje de la ciudadanía cree o no que la Virgen le concedió a Fox sus tres peticiones. Por lo pronto ayudo con algunas preguntas que podrían guiar la investigación "¿Usted piensa que la Virgen de Guadalupe le ayudó durante su sexenio a Vicente Fox mucho, poquito o nada? ¿Escuchó sus peticiones? ¿Hizo Fox sus peticiones de manera clara y concisa?" Como sea, agradecido sí es, porque regresa adonde realizó el pliego petitorio: no cualquiera tiene el valor de ir con los resultados obtenidos por Fox.
Es larga, muy dilatada, la lista de cuestiones que Fox no quiso o no pudo aprender sobre el México contemporáneo. Uno de los componentes de esa lista es que nuestro país se caracteriza por su diversidad. La pluralidad religiosa crece todos los días, hoy entre 15 y 20 por ciento o más de la población tiene un credo, o ninguno, distinto del católico romano. De ahí que referirse, como hizo cándidamente, a la Virgen de Guadalupe como la "madre de los mexicanos" es no tener noción clara sobre las tendencias cada vez más cambiantes en la identidad religiosa elegida por millones de mexicanas y mexicanos.
Ay, Dios mío.
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