Carlos Fernández-Vega
La cúpula empresarial presenta factura al nuevo presidente
Pieza clave en el "triunfo" electoral de la "continuidad", el Consejo Coordinador Empresarial no sólo garantizó su preeminencia en la toma de decisiones nacionales, sino que oficialmente delimitó su lista de "prioridades" ante el gobierno de la "continuidad".
Disfrazada de "estrategia" para el crecimiento económico, la cúpula empresarial presentó la factura por los favores recibidos durante la campaña, y exige al mini presidente electo su puntual pago: "no toquen nuestro modelo económico".
Más allá de los operadores que intenta acomodar en la estructura del próximo gobierno sólo como ejemplo, uno de ellos, peón de Lorenzo Zambrano, se perfila como el non plus ultra de la seguridad del Estado , los amos y señores del país dejan en claro que la única función aceptable del "nuevo" inquilino de Los Pinos es la gerencial.
Lo peor del caso es que el numerito se repite, con el agravante que en sexenios anteriores la cúpula pedía permiso y ahora de un tiempo para acá como en el "gobierno" que está por concluir impone. Si Felipe Calderón presumió que los barones del Consejo Coordinador Empresarial lo apoyaron sin intención de "inducir o coaccionar", por mera "conciencia cívica", en busca del "bienestar nacional" y sin retribución alguna, entonces no entendió por qué metieron descaradamente la mano en el proceso electoral, y muy mal iniciará su mini estancia en Los Pinos.
Lo cierto es que la "estrategia" para el crecimiento económico que el CCE hizo llegar al que la pasará muy divertido el próximo de diciembre, no se diferencia de la que el propio organismo en su momento presentó al entonces presidente electo, Vicente Fox. Muy a tono con el estilo de ambos panistas, el Consejo Coordinador Empresarial promete, promete y promete, para incumplir, incumplir e incumplir.
Allá por agosto de 2000, el CCE, en voz de su presidente visible, Jorge Marín Santillán, también presentó su "estrategia", y en ella "advertía" al presidente electo Fox que no le metiera mano al modelo económico, "que mantenga la política económica, porque el sector empresarial hará sentir su influencia; no está dispuesto a permitir más tumbos y desvíos que nos han costado muchas crisis y tiempo a todos: crecimiento bajo, sin fortalecimiento del mercado interno ni recuperación del salario". También se pronunciaba por el abatimiento de la pobreza y el aumento de los niveles de bienestar de los mexicanos.
En esta democracia "de, para y por los empresarios" (como diría el filósofo de San Cristóbal), con la mesa servida y atendida, la cúpula empresarial no sólo permitió los "tumbos y desvíos", sino que los impulsó, aunque justo es decir que Vicente Fox traía su propia dinámica. En el sexenio del "cambio", los grandes empresarios sólo se preocuparon por aumentar el volumen de su caja registradora, olvidando aquello de que no permitirían "crecimiento bajo, sin fortalecimiento del mercado interno ni recuperación del salario", y lo del bienestar y la pobreza. Eso sí, los barones lograron que el modelo económico permaneciera incólume.
Como en el pasado inmediato, la "estrategia" del CCE ahora versión "continuidad" deja claro que sólo con manga ancha para los barones el país "saldrá adelante" y "crecerá económicamente de manera sostenida". Parece olvidar que esa es la ruta seguida por los últimos cuatro gobiernos, y la enclenque economía reporta una tasa anual promedio de "crecimiento" de 2.4 por ciento en los últimos cinco lustros. De hecho, lo único con incremento sostenido ha sido el monto de utilidades de estos preocupados estrategas.
En aquel agosto de 2000, el CCE aseguraba que el "objetivo" de su "estrategia" adoptada por Fox con enorme sonrisa era "revertir el rezago del empleo y del poder adquisitivo. El país, dice, debe crecer a tasas de 6 o 7 por ciento, pero como resultado de cambios estructurales, no por decreto, pues ello implicaría la aplicación de medidas inviables, como contratar más deuda o aumentar la inversión pública, lo que generaría inflación..." ¿Y el resultado?: un "avance" de 2.2 por ciento como promedio anual, alrededor de 40 por ciento menos que en el sexenio previo, en el que se registró un "crecimiento" inferior al de su antecesor, y así por el estilo.
Pero los barones insisten. A escasos días de cambio de inquilino en Los Pinos, el CCE asegura que no existe otro camino que la manga ancha para los barones, lo que, dice, garantizará "un crecimiento de 7 por ciento, más empleos de calidad, recuperar y ampliar la clase media, reducción de la pobreza la desigualdad y la falta de oportunidades, aumento de los estándares de vida de la población y la construcción de un futuro más justo y próspero para todos... se crearán las condiciones para la prosperidad de todos los mexicanos y se fortalecerá una cultura ciudadana de transparencia, de rendición de cuentas y de vigencia del estado de derecho".
Y se quedaron tan tranquilos. Lo cierto es que si el mini presidente electo no agarra el toro por los cuernos, deja a un lado el gobierno gerencial y comienza a romper los monopolios y a terminar con los privilegios de esos barones y su "estrategia", el futuro político, económico y social del país se vislumbra color Pelé.
Las rebanadas del pastel:
Así son los barones: cara dura ante todo, no tienen empacho en calificar de "indispensable" que se legisle sobre el cabildeo con el Legislativo "para limitar abusos y captura del Estado, así como evitar conflicto de intereses, a fin de lograr una mayor transparencia de los servidores públicos, (...) y reducir los índices de corrupción" en el ámbito del Congreso, según el Centro de Estudios Económicos del Sector Privado, dependiente del CCE. ¿Qué sería de los grandes negocios privados sin la complicidad legislativa? (remember "rescates", "salvamentos", ley Televisa, acuerdo de convergencia "impuestos" a tabacaleras, y tantos otros cabildeos).
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